En "Recuerdos de mi pueblo. Deza", el abuelo nos brinda verdaderas páginas de etnología. Como pequeño y merecido homenaje, quiero copiar un fragmento de su libro del capítulo "La matanza del cerdo" para conocimiento de los foreros que nos visitan.
"Ya se abre la puerta de la corte y se anima al cochino que aquel día tiene el número de la suerte, a que salga fuera. El pobre, se hace el remolón y no está para líos pues esta noche no le han dado de comer y tiene hambre. De mal genio puesto que le han fastidiado su jornada de descanso, el pobre animal sale dando traspiés, desconociendo dónde se encuentra; pero barruntando algo malo pues allí hay mucha gente extraña esperándolo y él no está acostumbrado a estas fiestas. ¿Qué pasará...?
Sin apenas darse cuenta lo agarrarán de la papada con un gancho que vaya pupa que le hace. El pobre cerdo podría pensar que qué se propondrían todos esos que quieren echarlo en un viejo banco que está frío y duro.
Si pudiese hablar seguro que les diría que lo dejasen tranquilo y no lo agarren de las patas esos hombres ni tampoco ese niño que estira su colita sacacorchos. Que le hacen daño. Que lo dejen tranquilo pues su corazón no aguanta tanta tortura...
Pobre bicho, no sabía la cruda realidad. Dentro de pocos segundos estaría durmiendo el sueño de la eternidad y ya no pasaría más frío durmiendo siempre desnudo en el frío suelo de aquella corte en donde el aire era glacial y no había nada para taparse.
Mientras tanto, no seguiré dando detalles para no aguar la fiesta, todo es ir y venir." (...)
He leído y releído esta página, porque la ternura con que el abuelo describe la suerte del pobre cochino, y su solidaridad con quien va a dar su vida, poniéndose en su situación, convierte el relato en todo un tratado de humanidad. Gracias, abuelo.
"Ya se abre la puerta de la corte y se anima al cochino que aquel día tiene el número de la suerte, a que salga fuera. El pobre, se hace el remolón y no está para líos pues esta noche no le han dado de comer y tiene hambre. De mal genio puesto que le han fastidiado su jornada de descanso, el pobre animal sale dando traspiés, desconociendo dónde se encuentra; pero barruntando algo malo pues allí hay mucha gente extraña esperándolo y él no está acostumbrado a estas fiestas. ¿Qué pasará...?
Sin apenas darse cuenta lo agarrarán de la papada con un gancho que vaya pupa que le hace. El pobre cerdo podría pensar que qué se propondrían todos esos que quieren echarlo en un viejo banco que está frío y duro.
Si pudiese hablar seguro que les diría que lo dejasen tranquilo y no lo agarren de las patas esos hombres ni tampoco ese niño que estira su colita sacacorchos. Que le hacen daño. Que lo dejen tranquilo pues su corazón no aguanta tanta tortura...
Pobre bicho, no sabía la cruda realidad. Dentro de pocos segundos estaría durmiendo el sueño de la eternidad y ya no pasaría más frío durmiendo siempre desnudo en el frío suelo de aquella corte en donde el aire era glacial y no había nada para taparse.
Mientras tanto, no seguiré dando detalles para no aguar la fiesta, todo es ir y venir." (...)
He leído y releído esta página, porque la ternura con que el abuelo describe la suerte del pobre cochino, y su solidaridad con quien va a dar su vida, poniéndose en su situación, convierte el relato en todo un tratado de humanidad. Gracias, abuelo.
