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DEZA: Buenos días Deza: Yo sigo con el tema de los "agosteros"...

Por San Miguel, “el agostero, en su casa se ha de ver". Se llamaba agostero, a la persona que se ajustaba para trabajar durante el verano, para un mismo amo. Generalmente era gente joven, mozos, que venían a ganarse un jornal seguro; pero que lo tenían que sudar de valiente. El pobre, casi siempre se caía de sueño y en según que casas, pasaba más hambre que el perro del dueño. A Deza subían gentes del vecino Aragón en donde los cereales no abundaban y las viñas las llevaban las personas mayores. También los había que marchaban a sus casas la mar de contentos y volvían a trabajar varios años seguidos, para el mismo amo. Podemos figurarnos un abanico de posibilidades; pero no vayáis a creer que demasiado amplio.
El agostero, en tiempos, dormía en un cuartito que había en la misma cuadra de las mulas y él era el encargado de darles de comer, llevarlas al agua, aparejarlas y tenerlas listas a la hora prevista para trabajar, puesto que el amo, muchas veces se desentendía de estos menesteres: Para ello pagaba... Los había que comían en la mesa con los mismos amos; pero también los hubo que más parecían esclavos pues no tenían libertad ni para salir un ratillo a la Plaza, lugar de tertulias, entonces. En cuanto a fiestas semanales, nada de nada. No hacían poco si para la Virgen de Agosto, Fiestas de su pueblo (en todo Aragón suele ser la Mayores), el amo les daba un par de días para que fuesen a ver a su novia o mujer y prou.
Una vez pilló el amo a su agostero sentado. Al preguntarle que hacía, su contestación fue que había hecho todo y que estaba descansando. Pues sube a enderezarle los pelos del coño a la ama y cuando acabes ya veremos lo que queda por hacer...
Habéis visto que al abuelo también le ha llegado su San Miguel. He vuelto a mi residencia habitual. Y con buen humor. Habrá tenido buen amo en este verano.

Un abrazo.

Buenos días Deza: Media noche he estado escuchando los truenos de un tormenta y también he sentido caer la lluvia mansamente durante mis despertares momentáneos. Me hubiese quedado en la cama haciéndome el perezoso; pero la costumbre no deja que realicemos nuestros caprichos, a todos aquellos que estamos acostumbrados, a dejar las sábanas, a las primeras luces del día que nos visita y he tenido que abandonar el lecho. El día es tristón; pero me gusta y estoy contento que siga la lluvia tan esperada, mojando nuestras calles y campos.
He repasado el foro y me he entretenido pensando en el "agostero". Porque agosteros, conocí en mi adolescencia, a docenas de ellos. He pensado en sus nombres, en sus orígenes y en sus caras. En Darío, por ejemplo, que estuvo en casa algún verano, cuando mi madre siempre estaba embarazada y nosotros éramos pequeños y mi padre solo ante el peligro del verano abrasador. He recordado al "atecano" que estuvo al servicio de mi familia en la Venta de Tanas y con mi tío Orencio en el pueblo, durante años. Era feo y desgarbado; pero muy buena persona y muy simpático, con su sonrisa siempre en los labios. Volvió varios veranos seguidos y de buenas a primeras desapareció con su hatillo al hombro camino de Ateca. No supe más de su vida.
Mirándolo fríamente, el 90% de las personas nacidas en un pueblo, vinimos a este mundo para servir como criados de un amo y para agosteros de otro. No quedaba otro remedio puesto que en cada casa había por lo menos media docena de bocas y brazos excedentes. Tampoco había cuartos para mandarlos a la capital a estudiar y tenerlos ocupados con los libros.
Muchos de nosotros nos escapamos del peligro por los pelos...

Un abrazo.

Buenos días Deza: Yo sigo con el tema de los "agosteros" y os voy a contar alguna historia sobre ellos.

En cierta ocasión, un hombre de nuestro pueblo, cogió de agostero a un sobrino suyo. Dicho señor se había casado tarde y no tenía hijos por lo que es de suponer que el sobrino tendría su plena confianza y recorrería la casa de arriba abajo, por lo cual conocería todos los rincones. El caso es que no debía satisfacerle la comida que le daban o esta era escasa y sólo se le ocurrió meter mano a las tenajas (tinajas) en donde la tía política tenía sus productos escabechados, reservados para casos de emergencia y poco a poco, dejarlas vacías. Cuando el ama se dio cuenta (las debía tener bastante reservadas) se encontró que nada más quedaba el aceite, en dicho recipiente: El Tomás, se las había zampado poco a poco. Pero el pájaro al querer echarle mano, se había escapado a correr mundo y se libró de la bronca o de los palos, quien sabe hasta donde hubiese llegado la riada.

Cierto día, mi padre le preguntó a un chavalejo que llevaba su cigarrillo encendido, si ya fumaba siendo tan joven. Su respuesta fue la siguiente:
-"Algú sigariyo que me da mi quiado Naciso". El caso es que el jovenzuelo, hoy día es mayor y sigue fumando. O sea que alguna herencia nos dejaron los criados y agosteros.

Otro criado o agostero, que no es lo mismo una cosa que otra; pero que desconozco las funciones que representaba en esos momentos, una mañana del mes de junio, en vísperas de San Juan, murió fulminado por un rayo cuando iba a refugiarse de una tormenta a un corral de ovejas y llevaba del ramal a unas mulas que lo acompañaban.

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Buenos días Deza: Algunas veces el "agostero" o criado veraniego se convirtió en criado permanente, por conveniencia de ambas partes. Esto quiere decir que después de San Miguel, el mozo seguía trabajando en la casa por tiempo indefinido o pactado mediante palabra. No hacía falta escribirlo en ningún documento, ni tampoco escupirse en las manos y estrechárselas.

En algunos casos, el mozo (que siempre era pobre de solemnidad) tenía sus encantos, bien fueran físicos o habilidosos y enamoraba a la ... (ver texto completo)
Buenos días Deza: ¿Te acuerdas de Tomás...? Pues este chico era el más atrevido del pueblo y el de peores pulgas. Se peleaba con todos y enseguida se quitaba el cinto que llevaba y la emprendía a estacazos con el que fuera. Un cinto de cuero recio que agarraba por la punta y te arreaba con la hebilla. Tengo que contar una anécdota de su vida pues se le ocurrían las cosas más raras que te puedes imaginar. Una vez, por estas fechas de octubre se compró la granada más gorda que tenía el tio José en ... (ver texto completo)