Buenos días amigos: Dice Vicente en su libro, que no se cogian las setas, porque existía miedo a que fueran venenosas. Es verdad que había mucha prevención, pero mi padre, acompañado por mí y, a veces, por mi hermano, cuando llegaba este tiempo y había llovido, los fines de semana los aprovechábamos para la "caza micológica". Buscábamos los yermos y a veces los ribazos de algún barbecho y conseguíamos este manjar. Estaban buenas con patatas, en guiso solas o acompañadas de pollo o conejo; o simplemente asadas con un poco de sal.
Los que carecíamos de fincas, teníamos que aprovechar estas y otras aficiones. Aunque hubo un tiempo en que mi padre tuvo un huerto alquilado, junto al Suso, donde recogíamos verduras, el campo es generoso y también recolectábamos bellotas de carrasca, que nos gustaban tanto como las castañas. También buscábamos las nueces que se dejaban, a base de trepar por los nogales. Tampoco nos olvidábamos de los racimos que había en la viña, después de la vendimia y la fruta, entonces muy abundante, que dejaban en los árboles y que, sobre todo las manzanas, aguantaban bastante tiempo en buenas condiciones. Esto que comento es lo que podríamos llamar legal, porque los chicos, cuando salíamos por ahí, nos comíamos hasta los almendrucos, que son las almendras verdes. En cuanto a la fruta sazonada, pillábamos lo que podíamos, procurando que no nos pillara el dueño o el guarda. En una ocasión me pilló el tío Hermenegisdo en una cachera de ciruelas. Se lo dijo a mi padre y hubo reprimenda. Otra vez también me pilló el "El Dios", un guarda al que teníamos mucho respeto. Esto fué en el puente de la Cuadrilla, donde había unos manzanos y yo me empeñaba en conseguir una manzana muy roja. Cuando me llamó la atención desde arriba, me meé garras abajo. No me denunció, porque se dió cuenta que el susto fué suficiente para el daño producido. Para no tener propiedades, he disfrutado mucho del campo, en nuestras correrías con los amigos, especialmente en la vega, desde que empezaban las cerezas, hasta que terminaban las uvas. Conocía todos los árboles del término. En verano pacentaba un corderillo durante las vacaciones, era muy grato para mí hacerlo, pues me servía como entretenimiento. Lo malo era cuando tenía que llevarlo a sacrificar, ya que habíamos hecho mucha amistad y era doloroso separarse de él. También transporté al hombro y con bicicleta, muchos fajos de chopo, olmo y sacos de ababoles que, para el que no lo sepa, son las potenciales amapolas, pues se cogían antes de que la flor se desplegara, que es cuando estaban más tiernas y servía de festín para los conejos.
Comprenderais mi amor a este pueblo, fué lo más bonito de la vida, lo pasábamos de maravilla. Además que uno recuerda lo bueno y olvida lo malo. Un fuerte abrazo.
Los que carecíamos de fincas, teníamos que aprovechar estas y otras aficiones. Aunque hubo un tiempo en que mi padre tuvo un huerto alquilado, junto al Suso, donde recogíamos verduras, el campo es generoso y también recolectábamos bellotas de carrasca, que nos gustaban tanto como las castañas. También buscábamos las nueces que se dejaban, a base de trepar por los nogales. Tampoco nos olvidábamos de los racimos que había en la viña, después de la vendimia y la fruta, entonces muy abundante, que dejaban en los árboles y que, sobre todo las manzanas, aguantaban bastante tiempo en buenas condiciones. Esto que comento es lo que podríamos llamar legal, porque los chicos, cuando salíamos por ahí, nos comíamos hasta los almendrucos, que son las almendras verdes. En cuanto a la fruta sazonada, pillábamos lo que podíamos, procurando que no nos pillara el dueño o el guarda. En una ocasión me pilló el tío Hermenegisdo en una cachera de ciruelas. Se lo dijo a mi padre y hubo reprimenda. Otra vez también me pilló el "El Dios", un guarda al que teníamos mucho respeto. Esto fué en el puente de la Cuadrilla, donde había unos manzanos y yo me empeñaba en conseguir una manzana muy roja. Cuando me llamó la atención desde arriba, me meé garras abajo. No me denunció, porque se dió cuenta que el susto fué suficiente para el daño producido. Para no tener propiedades, he disfrutado mucho del campo, en nuestras correrías con los amigos, especialmente en la vega, desde que empezaban las cerezas, hasta que terminaban las uvas. Conocía todos los árboles del término. En verano pacentaba un corderillo durante las vacaciones, era muy grato para mí hacerlo, pues me servía como entretenimiento. Lo malo era cuando tenía que llevarlo a sacrificar, ya que habíamos hecho mucha amistad y era doloroso separarse de él. También transporté al hombro y con bicicleta, muchos fajos de chopo, olmo y sacos de ababoles que, para el que no lo sepa, son las potenciales amapolas, pues se cogían antes de que la flor se desplegara, que es cuando estaban más tiernas y servía de festín para los conejos.
Comprenderais mi amor a este pueblo, fué lo más bonito de la vida, lo pasábamos de maravilla. Además que uno recuerda lo bueno y olvida lo malo. Un fuerte abrazo.
Amigos,
Muy bonito escuchar las vivencias de antaño en el contacto directo con la madre naturaleza, son vivencias que nunca se olvidan.
Qué vivencias contarán nuestro nietos a sus nietos?..... solo acerca de la TV y de los juegos de Play Station....... me quedo con los tiempos de antaño, muchos más sanos.
Que tengan todos un muy buen día.
Muy bonito escuchar las vivencias de antaño en el contacto directo con la madre naturaleza, son vivencias que nunca se olvidan.
Qué vivencias contarán nuestro nietos a sus nietos?..... solo acerca de la TV y de los juegos de Play Station....... me quedo con los tiempos de antaño, muchos más sanos.
Que tengan todos un muy buen día.