Todas las cosas tienen varias lecturas. Se pueden ver de pasada y se pueden ver concienzudamente; también puedes fijarte en los aspectos positivos o en los negativos. Tengo unos amigos que fueron a Tenerife, entusiasmados por mis comentarios acerca de la belleza de la isla. Volvieron absolutamente decepcionados ¿Qué pasó? Primero, las expectativas creadas por mí, fueron excesivas. Segundo, llegaron con la idea crítica y se fijaron más en las cosas menos bellas. También influyó que se instalaron en la zona sur, donde se hace vida de playa. Si hubieran estado en el norte, que sólo conocieron de pasada, la visión hubiera sido distinta.
En mis vacaciones de verano visité, entre otras, la ciudad de Nápoles. La entrada la hice desde el barco, fondeado en el puerto. Mi visión de la ciudad, desde mi bicicleta, con un tráfico imposible, fue decepcionante. En un documental por televisión, pude observar la belleza del paisaje y de sus villas de todo el golfo, más acorde con las canciones románticas “... di Nápoli a Sorrento” de Maruzzella. Me parecieron maravillosas las ruinas de Pompeya y Herculano. Y dentro de la ciudad de Nápoles, es extraordinario el número de palacios, castillos, iglesias, museos y monumentos; la mayor parte, de los tiempos en que Carlos III, dominó aquel territorio. Para hablar de cualquier cosa, primero hay que documentarse. Yo no lo había hecho.
Con las personas, pasa exactamente igual. Hay quien juzga sin conocer y también hay quien lo hace buscando lo peor de ellas. Con lo bonito que es conocerlas y quedarse con lo mejor de cada una. Si no las conocemos bien, no emitamos juicios exhaustivos. Si las conocemos a fondo, evitemos airear sus defectos. Si al hablar de alguien, no podemos mejorar la imagen que tienen los demás de ella, mejor que callemos la boca.
En mis vacaciones de verano visité, entre otras, la ciudad de Nápoles. La entrada la hice desde el barco, fondeado en el puerto. Mi visión de la ciudad, desde mi bicicleta, con un tráfico imposible, fue decepcionante. En un documental por televisión, pude observar la belleza del paisaje y de sus villas de todo el golfo, más acorde con las canciones románticas “... di Nápoli a Sorrento” de Maruzzella. Me parecieron maravillosas las ruinas de Pompeya y Herculano. Y dentro de la ciudad de Nápoles, es extraordinario el número de palacios, castillos, iglesias, museos y monumentos; la mayor parte, de los tiempos en que Carlos III, dominó aquel territorio. Para hablar de cualquier cosa, primero hay que documentarse. Yo no lo había hecho.
Con las personas, pasa exactamente igual. Hay quien juzga sin conocer y también hay quien lo hace buscando lo peor de ellas. Con lo bonito que es conocerlas y quedarse con lo mejor de cada una. Si no las conocemos bien, no emitamos juicios exhaustivos. Si las conocemos a fondo, evitemos airear sus defectos. Si al hablar de alguien, no podemos mejorar la imagen que tienen los demás de ella, mejor que callemos la boca.