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José Ramón Muñiz Álvarez
LA ESPERANZA DE DON PERO O EL CONSEJO DE DON GIL
Juguete cómico
ESTAMPA PRIMERA:
Interior del castillo del duque don Gil.
Escena I:
Don Gil recibe a su sobrino dos Pero en el salón de su castillo.
Don Gil-. Os admiro, buen sobrino,
muy cambiado en estos días,
que os faltan las alegrías
y os admiro mortecino.
Don Pero-. Ayer el alegre vino
prometía su placer.
Don Gil-. ¿Qué os hace palidecer,
siendo vos joven, gracioso,
atrevido y tan brioso?
¿Será acaso una mujer?
Don Pero-. Una mujer que me mata,
pues compite en hermosura
con la luz del alba pura
que en el aire se dilata,
pues, siendo honesta y sensata,
he pretendido su mano,
mas en su rostro lozano
he encontrado mi dolor
por la causa del amor
del que me vuelvo escribano.
Don Gil-. Estás pues tan enredado
en la trampa de Cupido
que aquí se admira vencido
el más valiente soldado,
el hombre del principado,
quien, manejando la espada,
puede más que la invernada,
que los vientos y granizos,
los más poderosos rizos
del aire en plena nevada.
Don Pero-. Tiene el sol esa belleza
que en todas partes se admira,
cuando, callado, delira
y al horizonte tropieza,
que el crepúsculo ya empieza
a mostrar raros dorados,
y, en sus colores bordados,
miro yo mis desazones,
que en derrotadas pasiones
he de volverme en pedazos.
Don Gil-. Gran locura los amores
que en mil quebraderos quieren
a quienes siempre prefieren
sus querellas y dolores,
pues que, pidiendo favores,
suplicando sin descaro,
huyen del arroyo claro,
de la calma y la paciencia
para perderse en la ciencia
de pagar precio tan caro.
Don Pero-. Vos, que sabéis del amor,
podréis darme buen consejo.
Don Gil-. Hombre soy cansado y viejo
para haceros tal favor.
Don Pero-. ¿No fuisteis vos trovador,
enamorando las damas?
Don Gil-. Ardí en las terribles llamas
Con que el amor me hizo presa.
Don Pero-. Pues tal pasión me atraviesa.
Don Gil-. Raras cosas me reclamas.
Don Pero-. Vos, que sois un trovador,
conocéis esos secretos
con los que se hacen sonetos
y las poesías de amor.
Don Gil-. Cantos son para el dolor
que apagar sabe la vida,
pues endurece la herida
de quien sus versos escribe.
Don Pero-. Pero un galardón recibe
el alma triste y vencida.
Don Gil-. No hay galardón que se ofrezca
a quien siga ese camino,
pues terrible destino
para quien de amor perezca.
Don Pero-. No es posible que obedezca
los consejos de no amar,
después de querer probar
a olvidar al ser amado.
Don Gil-. No hay remedio a quien, dañado,
no deja de suspirar.
Don Pero-. Habladme de la poesía,
del arte de bien trovar,
de cómo debe tocar
quien busca su melodía,
pues esta tarde sombría
de mi dolor es testigo,
pues, al negarme su abrigo
quien de mi pecho es amada,
ha quebrado la morada
del amor al que me obligo.
Don Gil-. Las tiorbas que, con alarde,
tocaron los trovadores,
cantar pueden los amores,
cuando roza el sol la tarde,
que el corazón es cobarde
ante el duro sentimiento
que nos causa gran tormento
a cuantos de amor morimos,
pues que no nos redimimos
de su veneno violento.
Y enamorarla queréis
con los versos silenciosos
que se susurran, gozosos,
con cada vez que la veis.
Pero, con eso, ¿qué hacéis,
que, cuando más su belleza
reclama la gentileza,
se os torna más lejana
esa llama soberana
que miente con su belleza?
Don Pero-. Sin embargo, es bien decirlo:
pues que vivo enamorado,
quiero un poema inspirado,
mas tardaré en escribirlo,
y, con tener que pedirlo,
vengo a pedir un favor
a este viejo trovador
que verso y música sabe
para que un dolor más suave
se torne el dolor de amor.
Don Gil-. Es un secreto artesano
custodiado por las gentes
de las cortes más lucientes
y el trovador más ufano,
mas, por ser un vicio sano,
por ser tú sobrino mío,
este ingenio tan bravío
te he de enseñar a tener,
para que al fin la mujer
quede a tu libre albedrío.
Don Pero-. Será bueno que, contento,
aprenda a hablar de las flores,
de los dulces ruiseñores,
del brillo del firmamento,
no fallando en el intento
de seducir sus encantos,
duros como los amiantos
que cortan con gran bravura
a quien sufre la tortura
entre mil gritos y espantos.
Don Gil (aparte, y riendo)-. Esta loca juventud
vive siempre enamorada,
siendo el fuego en la nevada
o el sosiego en la inquietud,
porque, ajenos a la luz
que da la sabiduría,
con ligereza bravía
se rinden a los amores,
ignorando que dolores
son eso que el amor cría.
Don Pero-. Quiero morir de otra muerte,
pues me siento ya humillado,
que me maltrata a su lado,
que me aleja de su suerte,
y, siente mi pecho fuerte
el desgraciado flagelo
de su dureza, que el pelo
va cubriendo su mirada,
y esconde la llamarada
que es causa de mi desvelo.
Don Gil-. Ese es el tono acertado
con que cantar los amores:
lo demás son solo flores
del verso más adornado,
porque, en semejante estado,
con semejante cautela,
el alma siempre se hiela,
y hasta la misma mujer
bien lo debe de saber,
si ella es quien os desconsuela.
Don Pero-. Pero yo ayuda suplico,
porque todo el oro es poco,
para quien, de amores loco,
dice que es pobre y es rico;
y, pues esto no me explico,
suplico yo sabia guía,
que la mayor alegría
que alguien pudiera tener,
son dos ojos de mujer
claros como el alba fría.
Don Gil-. Ya diera yo mi consejo,
si por hacerme dichoso,
le dices con más reposo
de quién se trata a este viejo,
porque ya el rayo bermejo
del sol febril se ha cumplido,
y estando yo adormecido,
pronto me habré de acostar,
y no me quisiera echar
sin haber yo tal sabido.
2011 © José Ramón Muñiz Álvarez
La esperanza de don Pero o el consejo de don Gil
Obra de teatro.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Jose Ramon Muñiz Alvarez
(Breve reseña)
José Ramón Muñiz Alvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta.
"Las campanas de la muerte" es una obra que consta de tres poemarios:
1-. "Arqueros del alba", dedicado a su abuela materna, Dolores Menéndez López.
2-. "Ballesteros de la tarde", dedicado a la abuela paterna, Pilar Muñiz Muñiz.
3-. "Lanceros del ocaso", dedicado a uno de sus tíos: Gervasio.
El poemario demuestra el extraordinario vínculo del poeta con sus abuelas, en un momento delicado: el del fallecimiento de las mismas. Es indicativo que el libro se escribiese en tres tandas, las dos últimas muy seguidas. Las partes del libro datan de diciembre de 2005 a enero de 2006, primavera verano de 2007 y enero de 2008.
En este tipo de poesía se recurre a las estrofas mas tradicionales, con dos únicas excepciones de versilibrismo. Además de un romance, las demas estrofas son silvas blancas, espinelas y, sobre todo, sonetos.
José Ramón Muñiz Álvarez
LA ESPERANZA DE DON PERO O EL CONSEJO DE DON GIL
Juguete cómico
ESTAMPA PRIMERA:
Interior del castillo del duque don Gil.
Escena I:
Don Gil recibe a su sobrino dos Pero en el salón de su castillo.
Don Gil-. Os admiro, buen sobrino,
muy cambiado en estos días,
que os faltan las alegrías
y os admiro mortecino.
Don Pero-. Ayer el alegre vino
prometía su placer.
Don Gil-. ¿Qué os hace palidecer,
siendo vos joven, gracioso,
atrevido y tan brioso?
¿Será acaso una mujer?
Don Pero-. Una mujer que me mata,
pues compite en hermosura
con la luz del alba pura
que en el aire se dilata,
pues, siendo honesta y sensata,
he pretendido su mano,
mas en su rostro lozano
he encontrado mi dolor
por la causa del amor
del que me vuelvo escribano.
Don Gil-. Estás pues tan enredado
en la trampa de Cupido
que aquí se admira vencido
el más valiente soldado,
el hombre del principado,
quien, manejando la espada,
puede más que la invernada,
que los vientos y granizos,
los más poderosos rizos
del aire en plena nevada.
Don Pero-. Tiene el sol esa belleza
que en todas partes se admira,
cuando, callado, delira
y al horizonte tropieza,
que el crepúsculo ya empieza
a mostrar raros dorados,
y, en sus colores bordados,
miro yo mis desazones,
que en derrotadas pasiones
he de volverme en pedazos.
Don Gil-. Gran locura los amores
que en mil quebraderos quieren
a quienes siempre prefieren
sus querellas y dolores,
pues que, pidiendo favores,
suplicando sin descaro,
huyen del arroyo claro,
de la calma y la paciencia
para perderse en la ciencia
de pagar precio tan caro.
Don Pero-. Vos, que sabéis del amor,
podréis darme buen consejo.
Don Gil-. Hombre soy cansado y viejo
para haceros tal favor.
Don Pero-. ¿No fuisteis vos trovador,
enamorando las damas?
Don Gil-. Ardí en las terribles llamas
Con que el amor me hizo presa.
Don Pero-. Pues tal pasión me atraviesa.
Don Gil-. Raras cosas me reclamas.
Don Pero-. Vos, que sois un trovador,
conocéis esos secretos
con los que se hacen sonetos
y las poesías de amor.
Don Gil-. Cantos son para el dolor
que apagar sabe la vida,
pues endurece la herida
de quien sus versos escribe.
Don Pero-. Pero un galardón recibe
el alma triste y vencida.
Don Gil-. No hay galardón que se ofrezca
a quien siga ese camino,
pues terrible destino
para quien de amor perezca.
Don Pero-. No es posible que obedezca
los consejos de no amar,
después de querer probar
a olvidar al ser amado.
Don Gil-. No hay remedio a quien, dañado,
no deja de suspirar.
Don Pero-. Habladme de la poesía,
del arte de bien trovar,
de cómo debe tocar
quien busca su melodía,
pues esta tarde sombría
de mi dolor es testigo,
pues, al negarme su abrigo
quien de mi pecho es amada,
ha quebrado la morada
del amor al que me obligo.
Don Gil-. Las tiorbas que, con alarde,
tocaron los trovadores,
cantar pueden los amores,
cuando roza el sol la tarde,
que el corazón es cobarde
ante el duro sentimiento
que nos causa gran tormento
a cuantos de amor morimos,
pues que no nos redimimos
de su veneno violento.
Y enamorarla queréis
con los versos silenciosos
que se susurran, gozosos,
con cada vez que la veis.
Pero, con eso, ¿qué hacéis,
que, cuando más su belleza
reclama la gentileza,
se os torna más lejana
esa llama soberana
que miente con su belleza?
Don Pero-. Sin embargo, es bien decirlo:
pues que vivo enamorado,
quiero un poema inspirado,
mas tardaré en escribirlo,
y, con tener que pedirlo,
vengo a pedir un favor
a este viejo trovador
que verso y música sabe
para que un dolor más suave
se torne el dolor de amor.
Don Gil-. Es un secreto artesano
custodiado por las gentes
de las cortes más lucientes
y el trovador más ufano,
mas, por ser un vicio sano,
por ser tú sobrino mío,
este ingenio tan bravío
te he de enseñar a tener,
para que al fin la mujer
quede a tu libre albedrío.
Don Pero-. Será bueno que, contento,
aprenda a hablar de las flores,
de los dulces ruiseñores,
del brillo del firmamento,
no fallando en el intento
de seducir sus encantos,
duros como los amiantos
que cortan con gran bravura
a quien sufre la tortura
entre mil gritos y espantos.
Don Gil (aparte, y riendo)-. Esta loca juventud
vive siempre enamorada,
siendo el fuego en la nevada
o el sosiego en la inquietud,
porque, ajenos a la luz
que da la sabiduría,
con ligereza bravía
se rinden a los amores,
ignorando que dolores
son eso que el amor cría.
Don Pero-. Quiero morir de otra muerte,
pues me siento ya humillado,
que me maltrata a su lado,
que me aleja de su suerte,
y, siente mi pecho fuerte
el desgraciado flagelo
de su dureza, que el pelo
va cubriendo su mirada,
y esconde la llamarada
que es causa de mi desvelo.
Don Gil-. Ese es el tono acertado
con que cantar los amores:
lo demás son solo flores
del verso más adornado,
porque, en semejante estado,
con semejante cautela,
el alma siempre se hiela,
y hasta la misma mujer
bien lo debe de saber,
si ella es quien os desconsuela.
Don Pero-. Pero yo ayuda suplico,
porque todo el oro es poco,
para quien, de amores loco,
dice que es pobre y es rico;
y, pues esto no me explico,
suplico yo sabia guía,
que la mayor alegría
que alguien pudiera tener,
son dos ojos de mujer
claros como el alba fría.
Don Gil-. Ya diera yo mi consejo,
si por hacerme dichoso,
le dices con más reposo
de quién se trata a este viejo,
porque ya el rayo bermejo
del sol febril se ha cumplido,
y estando yo adormecido,
pronto me habré de acostar,
y no me quisiera echar
sin haber yo tal sabido.
2011 © José Ramón Muñiz Álvarez
La esperanza de don Pero o el consejo de don Gil
Obra de teatro.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Jose Ramon Muñiz Alvarez
(Breve reseña)
José Ramón Muñiz Alvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta.
"Las campanas de la muerte" es una obra que consta de tres poemarios:
1-. "Arqueros del alba", dedicado a su abuela materna, Dolores Menéndez López.
2-. "Ballesteros de la tarde", dedicado a la abuela paterna, Pilar Muñiz Muñiz.
3-. "Lanceros del ocaso", dedicado a uno de sus tíos: Gervasio.
El poemario demuestra el extraordinario vínculo del poeta con sus abuelas, en un momento delicado: el del fallecimiento de las mismas. Es indicativo que el libro se escribiese en tres tandas, las dos últimas muy seguidas. Las partes del libro datan de diciembre de 2005 a enero de 2006, primavera verano de 2007 y enero de 2008.
En este tipo de poesía se recurre a las estrofas mas tradicionales, con dos únicas excepciones de versilibrismo. Además de un romance, las demas estrofas son silvas blancas, espinelas y, sobre todo, sonetos.