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EL BURGO DE OSMA: SE ALEJO CON SU BURRO SIN SABER DONDE IBA...

SE ALEJO CON SU BURRO SIN SABER DONDE IBA
Un día del mes de octubre, del año 1920, aquel hombre pastor obrero, sin medios económicos, ni familia que le dijeran cualquier palabra, decidió marcharse de aquel pueblo de Soria, donde ya la emigración se dejaba notar. Aquel día abandono la casa que habitaba desde hacía años su familia, pero su estado era ruinoso, y con ganas de cogerle debajo. El único amigo que entonces tenía, era su burro, que ya pasaba de los trece años, y resultaba ser un burro viejo, ya que el final de la vida de un burro, anda en los 17, años aproximadamente, Aquel hombre sin apenas saber leer, ya que toda su vida la paso de zagal, y de mayor pastor, que al quitar las ovejas el patrón, se sintió solo por todas partes, Su pueblo era una salida para morirse, y el intento querer salvarse de aquella despoblación, que ya en aquellos años se veía venir, con su burro siguió los caminos del Duero, hasta San Esteban de Gormaz, donde intento dar de comer y beber a su animal, y el reponer comida, para continuar el camino del viejo Duero. Fueron días duros, intentando encontrar trabajo de su oficio de pastor, pero en todas partes las negaciones eran fuertes, y sus ánimos se veían derrumbados, el hombre con sus apeos de salir al campo, mas unas alforjas llenas de sus cosas importantes de su casa, era todo el equipaje que poseía, sus noches en la Ribera del río, fueron húmedas y frías, aunque todavía estaba en tiempo de otoño. Cada amanecer del nuevo día, el pesimismo se adueñaba de su camino fatal, tan solo una voz misteriosa, que le parecía ser de su madre, que hacía años había fallecido, era lo que el escuchaba. Las dudas le confundían de lugares, las dificultades económicas empezaron a surgirle, y las voces del más allá, le tentaban a quitarse del medio, tan solo su burro, le entendía de verdad, el animal comía mielgas y grama, en su camino a ninguna parte, tan solo el hombre se encontraba, que pedía a su dios, que le llevase con su madre, pero a veces la vida es cruel, y nuestros últimos pasos, terminan donde nunca los soñamos, somos piedras pequeñas que ruedan en una montaña, que en su caída, terminan en un rio caudaloso, que el agua las arrastra, incluso hasta el mar. Aquel hombre conoció la miseria desde su dura infancia, al morir su padre con el tener tan solo 3, años. y siendo tres hermanos en su familia, donde la madre trabajo, lavando fregando y trabajando donde la llamaban, fueron años terribles de privaciones, de no conocer la escuela, de ser un niño explotado siempre, y sin otro futuro que el campo de su pueblo, donde los tres hermanos intentaron salir adelante, más sus dos hermanos, se marcharon de allí, nadie sabe dónde, nunca escribieron ni nadie supo su forma de vida, El hombre después de varias jornadas se sentía vencido, y se dio cuenta que aquel día donde no sabía cuál era el pueblo que pisaba, caminaba la gente al cementerio, y pensó, es triste el día de mañana, a mí no me irán a llevar faroles ni fotos a mi tumba, Ya nunca volveré a mi pueblo, aunque me muera de hambre y miseria, no sé si seré un muerto anónimo, o tan solo un hombre perdido, en la misma Ribera del Duero. Donde aquel día sobre las tres de la tarde con el estómago vacío, se intentó lavar su sufrido cuerpo, y el río con su fuerte caudal le arrastro hacia nadie sabe dónde, terminando su vida en aquel día de Los Santos, pero sin campanas que llorasen por él, ni vecinos que pronunciaran su apodo, todo quedo en el misterio absoluto, y tan solo su asno, rebuzno muchas veces llamándole, pero el Duero le arrastraba, y le daba un abrazo de muerte, al no saber nadar ni defenderse de la corriente. Su nombre en su pueblo paso al olvido, las miserias se callan, y muchas veces castigan los sentidos. A veces los silencios son amargos en Castilla, entre su gente sencilla… G X Cantalapiedra.