UNA NOCHE DE MISTERIOS EN LA FORTALEZA DE GORMAZ
Era el año de 1981, en el caluroso mes de agosto, dos amigos salieron desde El Burgo de Osma, para recorrer la Fortaleza de Gormaz, en la noche embrujada, sobre las dos de la madrugada llegaron al pueblo de Gormaz. Que dormía en silencio, sin ver a nadie en sus calles solitarias, los dos amigos llegaron hasta allí en su coche Renault, 12. Y aparcaron nada más pasar La Ermita de San Miguel, para continuar a pie la subida, por aquella carretera llena de curvas peligrosas, que en la noche oscura, sin que la Luna brillara, parecía la boca del demonio. Llevaban dos linternas, cada hombre con su luz particular, que iluminaba el camino estrecho y lleno de asfalto un poco deteriorado, y llegaron hasta la rampa de entrada del Castillo Fortaleza, donde haciendo un pequeño esfuerzo llegaron a la entrada. El silencio de la noche solo roto por el cantico de grillos, y el cielo como más oscuro de la cuenta, pisaron todo el campo que dicha Fortaleza tiene, llegando incluso hasta la parte donde siempre corre el viento. Pasando a la vuelta por el aljibe seco y con sus piedras adornando el suelo, más de pronto una luz desde el cielo ilumino parte de aquella extensión de 390, metros de longitud, los dos hombres se quedaron clavados al suelo seco y con algún forraje seco, que debajo de sus andalias de verano, metían ruido, que dicha luz venida desde el cielo, parpadeo más de diez veces, asustando a los dos hombres, que ya tenían sobre sus espaldas aventuras corridas en zonas parecidas, Los dos hombres sin dudarlo, se acercaron a la Puerta de herradura de dicha Fortaleza, y casi a oscuras intentaron bajar la ladera sin saber dónde pisaban, uno de los hombres dijo al otro, espérame que me he descompuesto, y tengo que intentar quedarme limpio. Aquellos segundos eran de miedo intenso, un rayo de luz verde ilumino al hombre que estaba de pie, y sintió una fuerza bruta sobre su cuerpo, que le hacía imposible el caminar, cayendo al suelo sin poderlo evitar, y dando vueltas sin poder parar en aquella ladera de maleza y piedras, El hombre que estaba en cuclillas, se incorporó, le paso lo mismo que al primero, siguió su mismo camino rodando por dicho suelo. Y al final cuando pudieron ponerse en pie, trataron de salir corriendo hacía su coche, al lado de la Ermita de San Miguel, donde subieron sin mirar para atrás, muertos de miedo, y con las luces apagadas trataron de pasar desapercibidos hasta llegar a la carretera que conduce al Burgo de Osma o Atienza. Donde ya iniciaron camino sin tantos temores. Esta aventura nunca la contaron por temor a que les llamaran de todo, menos valientes. G X Cantalapiedra.
Era el año de 1981, en el caluroso mes de agosto, dos amigos salieron desde El Burgo de Osma, para recorrer la Fortaleza de Gormaz, en la noche embrujada, sobre las dos de la madrugada llegaron al pueblo de Gormaz. Que dormía en silencio, sin ver a nadie en sus calles solitarias, los dos amigos llegaron hasta allí en su coche Renault, 12. Y aparcaron nada más pasar La Ermita de San Miguel, para continuar a pie la subida, por aquella carretera llena de curvas peligrosas, que en la noche oscura, sin que la Luna brillara, parecía la boca del demonio. Llevaban dos linternas, cada hombre con su luz particular, que iluminaba el camino estrecho y lleno de asfalto un poco deteriorado, y llegaron hasta la rampa de entrada del Castillo Fortaleza, donde haciendo un pequeño esfuerzo llegaron a la entrada. El silencio de la noche solo roto por el cantico de grillos, y el cielo como más oscuro de la cuenta, pisaron todo el campo que dicha Fortaleza tiene, llegando incluso hasta la parte donde siempre corre el viento. Pasando a la vuelta por el aljibe seco y con sus piedras adornando el suelo, más de pronto una luz desde el cielo ilumino parte de aquella extensión de 390, metros de longitud, los dos hombres se quedaron clavados al suelo seco y con algún forraje seco, que debajo de sus andalias de verano, metían ruido, que dicha luz venida desde el cielo, parpadeo más de diez veces, asustando a los dos hombres, que ya tenían sobre sus espaldas aventuras corridas en zonas parecidas, Los dos hombres sin dudarlo, se acercaron a la Puerta de herradura de dicha Fortaleza, y casi a oscuras intentaron bajar la ladera sin saber dónde pisaban, uno de los hombres dijo al otro, espérame que me he descompuesto, y tengo que intentar quedarme limpio. Aquellos segundos eran de miedo intenso, un rayo de luz verde ilumino al hombre que estaba de pie, y sintió una fuerza bruta sobre su cuerpo, que le hacía imposible el caminar, cayendo al suelo sin poderlo evitar, y dando vueltas sin poder parar en aquella ladera de maleza y piedras, El hombre que estaba en cuclillas, se incorporó, le paso lo mismo que al primero, siguió su mismo camino rodando por dicho suelo. Y al final cuando pudieron ponerse en pie, trataron de salir corriendo hacía su coche, al lado de la Ermita de San Miguel, donde subieron sin mirar para atrás, muertos de miedo, y con las luces apagadas trataron de pasar desapercibidos hasta llegar a la carretera que conduce al Burgo de Osma o Atienza. Donde ya iniciaron camino sin tantos temores. Esta aventura nunca la contaron por temor a que les llamaran de todo, menos valientes. G X Cantalapiedra.