EL OTOÑO POR LA RIBERA DEL DUERO
En aquel otoño de hace más de sesenta años, en los pueblos de la Ribera del Duero, se le tenía miedo a esta época donde empezaba el frío, las personas mayores con dolencias raras sentían el peso del otoño, y sus calamidades pasadas, que eran como una carga sobre su débil salud, Las campanas eran el medio de comunicar a sus vecinos de población, dichos fallecimientos. Algunas veces trataban de ocultar esos sonidos a las personas mayores, que notaban que su vela de vida se consumía, eran momentos trágicos, a veces cuando tocaban hacer señal o clamores, preguntaba el enfermo quien era el fallecido, y con voz medio apagada decía, el siguiente seré yo, ir preparando el equipaje, casi siempre acertaban, los braseros de las casas de dichos enfermos no les
daba tiempo a enfriarse. Casi siempre un familiar estaba de guardia, por si pasaba algo grabe. Eran fechas de finales de octubre y noviembre, que se pudieran llamar fatales, algunas veces alrededor de las camillas con brasero, se comentaba,” fulano o mengana, con la caída de la hoja se van a ir a la huerta del cura. Otros decían al patatal del cura”. Era lo mismo, se sabía de sobra que ese pronostico no fallaba, y algunos si estaban viudos o viudas, decían pronto se van a ir a buscarlos, a sus queridos matrimonios, al verlos caminar sin fuerza y sin ganas de sufrir en esta vida, Eran palabras que siendo niño yo escuchaba por diferentes lugares, y que casi el cien por cien adivinaban el futuro de dichas personas mayores. Hoy con el día gris y ventoso, y alguna gota de lluvia, me hizo recordar mi más sentida infancia. Donde los portales se cerraban para evitar que entrara el frío en las casas, donde los fuegos se atendían para sacar brasas para los braseros, Eran tiempos difíciles, pero muy familiares, y convencidos de que llegarían años mejores, Hoy que sentimos el terror de esa guerra salvaje de Ucrania, con la amenaza constante de armas de destrucción masiva, pensaremos que vendrán tiempos mejores, si no difícil lo tendremos. G X Cantalapiedra.
En aquel otoño de hace más de sesenta años, en los pueblos de la Ribera del Duero, se le tenía miedo a esta época donde empezaba el frío, las personas mayores con dolencias raras sentían el peso del otoño, y sus calamidades pasadas, que eran como una carga sobre su débil salud, Las campanas eran el medio de comunicar a sus vecinos de población, dichos fallecimientos. Algunas veces trataban de ocultar esos sonidos a las personas mayores, que notaban que su vela de vida se consumía, eran momentos trágicos, a veces cuando tocaban hacer señal o clamores, preguntaba el enfermo quien era el fallecido, y con voz medio apagada decía, el siguiente seré yo, ir preparando el equipaje, casi siempre acertaban, los braseros de las casas de dichos enfermos no les
daba tiempo a enfriarse. Casi siempre un familiar estaba de guardia, por si pasaba algo grabe. Eran fechas de finales de octubre y noviembre, que se pudieran llamar fatales, algunas veces alrededor de las camillas con brasero, se comentaba,” fulano o mengana, con la caída de la hoja se van a ir a la huerta del cura. Otros decían al patatal del cura”. Era lo mismo, se sabía de sobra que ese pronostico no fallaba, y algunos si estaban viudos o viudas, decían pronto se van a ir a buscarlos, a sus queridos matrimonios, al verlos caminar sin fuerza y sin ganas de sufrir en esta vida, Eran palabras que siendo niño yo escuchaba por diferentes lugares, y que casi el cien por cien adivinaban el futuro de dichas personas mayores. Hoy con el día gris y ventoso, y alguna gota de lluvia, me hizo recordar mi más sentida infancia. Donde los portales se cerraban para evitar que entrara el frío en las casas, donde los fuegos se atendían para sacar brasas para los braseros, Eran tiempos difíciles, pero muy familiares, y convencidos de que llegarían años mejores, Hoy que sentimos el terror de esa guerra salvaje de Ucrania, con la amenaza constante de armas de destrucción masiva, pensaremos que vendrán tiempos mejores, si no difícil lo tendremos. G X Cantalapiedra.