EL EMIGRANTE SORPRENDIDO
Aquel hombre recién jubilado, que pasaba con su esposa en El Burgo de Osma todos los veranos, al verse en una ciudad española, pagando un alquiler bastante regular, pensó. Si dejo esta ciudad y me arreglo con mi esposa en la casa que tengo en el Burgo, me ahorraría un dinero mensual, con el que la vida se nos haría más llevadera. El hombre y su esposa no lo pensaron muchos más, en aquel septiembre retornaron a su Burgo de Osma, para vivir su final de vida en un lugar tranquilo, sin prisas ni malos humos.
Tuvieron que iniciar una pequeña obra, para preparar su calefacción de invierno, ya que sabía de su niñez, que el frío y la humedad del Río Ucero, eran compañeras de camino de los meses invernales, y logró una cocina chimenea, que le daría calor y brasas para su brasero. Aquel año de no hace mucho tiempo, el frío de últimos de noviembre y siguientes meses les hizo comprar ropa de abrigo, zapatos de goma alta, y un pijama de lana, que se pondrían debajo de la ropa de calle. Aquel matrimonio de jubilados, se acomodo aquellos fríos invernales de Soria, donde algunas noches el termómetro de su terraza, marcaba hasta 14. grados bajo cero. Pero que a ellos no le afectaba nada. Diariamente salían a pasear por las orillas del Río Ucero, y llegaban sin problemas hasta El Puente del Suicida, sin dejar que sus orejas y cuerpo pasaran frío, Comprendieron que las personas que vivían allí, no les asustaba la temperatura fría. Y que todo aquel contorno de paisaje, con la Atalaya, en el alto del desfiladero de la Güera, era un contorno para tenerlo en la memoria. Este matrimonio como otro muchos, seguro que han pensado retornar a su tierra, pero el clima o la falta de amigos en aquella zona, les hace pensar y dudar de su situación, y de perder el contacto con hijos si los tuvieran, o nietos en edad de estar en colegios. A veces el ser humano echa raíces, donde durante tiempo vive, y su arraigo se hace tan fuerte, que prefiere allí esperar a su muerte. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre recién jubilado, que pasaba con su esposa en El Burgo de Osma todos los veranos, al verse en una ciudad española, pagando un alquiler bastante regular, pensó. Si dejo esta ciudad y me arreglo con mi esposa en la casa que tengo en el Burgo, me ahorraría un dinero mensual, con el que la vida se nos haría más llevadera. El hombre y su esposa no lo pensaron muchos más, en aquel septiembre retornaron a su Burgo de Osma, para vivir su final de vida en un lugar tranquilo, sin prisas ni malos humos.
Tuvieron que iniciar una pequeña obra, para preparar su calefacción de invierno, ya que sabía de su niñez, que el frío y la humedad del Río Ucero, eran compañeras de camino de los meses invernales, y logró una cocina chimenea, que le daría calor y brasas para su brasero. Aquel año de no hace mucho tiempo, el frío de últimos de noviembre y siguientes meses les hizo comprar ropa de abrigo, zapatos de goma alta, y un pijama de lana, que se pondrían debajo de la ropa de calle. Aquel matrimonio de jubilados, se acomodo aquellos fríos invernales de Soria, donde algunas noches el termómetro de su terraza, marcaba hasta 14. grados bajo cero. Pero que a ellos no le afectaba nada. Diariamente salían a pasear por las orillas del Río Ucero, y llegaban sin problemas hasta El Puente del Suicida, sin dejar que sus orejas y cuerpo pasaran frío, Comprendieron que las personas que vivían allí, no les asustaba la temperatura fría. Y que todo aquel contorno de paisaje, con la Atalaya, en el alto del desfiladero de la Güera, era un contorno para tenerlo en la memoria. Este matrimonio como otro muchos, seguro que han pensado retornar a su tierra, pero el clima o la falta de amigos en aquella zona, les hace pensar y dudar de su situación, y de perder el contacto con hijos si los tuvieran, o nietos en edad de estar en colegios. A veces el ser humano echa raíces, donde durante tiempo vive, y su arraigo se hace tan fuerte, que prefiere allí esperar a su muerte. G X Cantalapiedra.