POR LA CARRETERA DEL BURGO DE OSMA ATIENZA
Era el año de 1940, cuando aquella mujer pastora de ovejas propias, intento buscar entre los enebros el cadáver de un joven que el año 1936, en el mes de septiembre le fusilaron en el término del pueblo de Nograles, aquella mujer desde el campo de al lado donde existió el fusilamiento, diviso con claridad aquel joven rubio con ojos azules, que le condujeron en una camioneta unos falangistas, hasta ese lugar donde le asesinaron. La pastora se quedó horrorizada, pero jamás contó nada a nadie, el miedo a ser denunciada la hizo guardar dicho secreto. Pasados esos cuatro años, estando, pastoreando por dicho lugar, uno de los perros empezó a querer sacar algo de debajo del suelo, La pastora enseguida comprendía aquel misterio donde el perro escarbaba, para sacar a la luz lo que allí estaba mal enterrado. De momento tuvo miedo, eran años difíciles. Donde la represión era fatal, y cualquier denuncia seria de un castigo imprevisto, quizá mortal. La pastora, no dejo que el perro siguiera intentando sacar nada de debajo del suelo. Más a los pocos días una vez que se hizo de noche, con una azada y una pala, logró sacar a flote el cadáver de aquel joven ya casi consumido. Y con un poco de más profundidad, le dio tumba, mientras sus dos perros observaban el acontecimiento. Sin apenas ladrar ni ponerse nerviosos. Fueron momentos ingratos de humanidad cristiana, la pastora mientras cavaba y después le enterraba aquel cadáver con plomo en sus entrañas, la salían las lagrimas sin poderlo evitar. Maldiciendo a todas las guerras y los asesinos que andan sueltos por ellas. Pasaron ciertos años, y aquella mujer emigro desde su pueblo hasta Madrid, donde en sus momentos de final de su vida, le contó a una enfermera su forma de ser testigo forzoso, y enterrador por caridad, para que ninguna alimaña le sacaran de debajo de la tierra, sin saber de donde era aquel joven rubio mal enterrado, por quien no respetaba la vida de ningún ser humano, y que murió matándole por la espalda, obligándole hacer su pequeña sepultura. Esta historia hoy la comparo con las de Ucrania, la muerte de inocentes está en manos de asesinos que, si existe otra vida más allá, tendrán que pagar sus crímenes. Sin lugar a duda. Además de llevar en su mala conciencia ese castigo como lo tuvo Caín al matar a su hermano Abel.
G X Cantalapiedra.
Era el año de 1940, cuando aquella mujer pastora de ovejas propias, intento buscar entre los enebros el cadáver de un joven que el año 1936, en el mes de septiembre le fusilaron en el término del pueblo de Nograles, aquella mujer desde el campo de al lado donde existió el fusilamiento, diviso con claridad aquel joven rubio con ojos azules, que le condujeron en una camioneta unos falangistas, hasta ese lugar donde le asesinaron. La pastora se quedó horrorizada, pero jamás contó nada a nadie, el miedo a ser denunciada la hizo guardar dicho secreto. Pasados esos cuatro años, estando, pastoreando por dicho lugar, uno de los perros empezó a querer sacar algo de debajo del suelo, La pastora enseguida comprendía aquel misterio donde el perro escarbaba, para sacar a la luz lo que allí estaba mal enterrado. De momento tuvo miedo, eran años difíciles. Donde la represión era fatal, y cualquier denuncia seria de un castigo imprevisto, quizá mortal. La pastora, no dejo que el perro siguiera intentando sacar nada de debajo del suelo. Más a los pocos días una vez que se hizo de noche, con una azada y una pala, logró sacar a flote el cadáver de aquel joven ya casi consumido. Y con un poco de más profundidad, le dio tumba, mientras sus dos perros observaban el acontecimiento. Sin apenas ladrar ni ponerse nerviosos. Fueron momentos ingratos de humanidad cristiana, la pastora mientras cavaba y después le enterraba aquel cadáver con plomo en sus entrañas, la salían las lagrimas sin poderlo evitar. Maldiciendo a todas las guerras y los asesinos que andan sueltos por ellas. Pasaron ciertos años, y aquella mujer emigro desde su pueblo hasta Madrid, donde en sus momentos de final de su vida, le contó a una enfermera su forma de ser testigo forzoso, y enterrador por caridad, para que ninguna alimaña le sacaran de debajo de la tierra, sin saber de donde era aquel joven rubio mal enterrado, por quien no respetaba la vida de ningún ser humano, y que murió matándole por la espalda, obligándole hacer su pequeña sepultura. Esta historia hoy la comparo con las de Ucrania, la muerte de inocentes está en manos de asesinos que, si existe otra vida más allá, tendrán que pagar sus crímenes. Sin lugar a duda. Además de llevar en su mala conciencia ese castigo como lo tuvo Caín al matar a su hermano Abel.
G X Cantalapiedra.