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EL BURGO DE OSMA: CUENTAN LAS VIEJAS LEYENDAS...

CUENTAN LAS VIEJAS LEYENDAS
Hace muchos años, quizá mas de doscientos, que llegaron al Burgo de Osma unos buenos titiriteros, gentes venidas de otras tierras, con diversiones y formas diferentes de hacer la cultura en ese lugar de la tierra soriana, Hubo un titiritero que sus malabarismos eran de admirar, y un payaso que imitaba a cualquier hombre retrasado, pero con unos golpes fantásticos. El Burgo de Osma se divirtió sin costarle demasiado dinero, unas monedas en la bandeja y unas papeletas de una rifa eran su beneficio, Aquellos titiriteros estuvieron como cinco días seguidos, dejando su arte y sus bromas, y las personas con más cultura de esa zona, se vieron sorprendidos por su trabajo teatrero y de humor. Los niños se dejaban caer antes de dicho espectáculo, donde se celebraba aquella función, que llenaba de ilusión y satisfacción a una comarca, donde apenas existían medios de diversión, que no fueran las iglesias. Donde las gentes del Burgo se llenaban de tradiciones religiosas. Ahora mismo mirando la Cruz del Siglo, notó algo de aquella forma de vida de entonces, Han cambiado mucho las ilusiones, el ganado que se usaba para labrar la tierra, hoy día ni existe, las faenas agrícolas del esfuerzo del campesino, no son lo mismo, Las viejas leyendas algunas recopiladas por personas que no conocieron mucho los medios de la cultura de entonces, se notan sus viejos papeles escritos en tinta china, que sin dejar de ser campesinos o sea labradores, supieron entender su forma de vida, que les dio para poder comer dignamente, y superar la posible incultura, de no poder ir al colegio desde una edad temprana, con el compromiso de labrar la tierra, y defender sus cosechas de cereales. Aquellos hombres dejaron palabras fáciles de entender, hablaron de celemines, obradas, fanegas, cuartillas, estadales, y arrobas de vino o de cereales. Además, siguieron hablando de días trabajados para su comunidad, como hacenderas, y las herencias llamadas hijuelas. Las viejas leyendas yo tuve en mis manos algunas, llenas de polvo y casi olvidadas, que a veces se usaron para encender lumbres y hornos de leña para hacer pan. Siempre es penoso el ver que el pasado se va arrinconando, sin verse apreciado y por lo menos si hubiera sido archivado. Algún día podríamos saber algo de aquellas generaciones, que no fueron torpes, si no que no tuvieron los medios necesarios para llenarse de cultura castellana. G X Cantalapiedra.