EL ENVIDIOSO SE MORDIA
Eran tiempos del invierno y el envidioso mordía, los puños de su camisa que más vieja se volvía. Tenía negras pasiones que con el hielo sentía, que eran grises soluciones en cualquiera noche fría. Envidioso de cultura buscando negros caminos, en su temida amargura solo logró desatinos. Envidioso de otros signos que la vida le negaba, eran penosos destinos que con el viento trazaba. La envidia le consumía por las tierras del Ucero, y en su pasión se moría por no ver el Río Duero. Las murallas las miraba con la envidia en todas partes, sobre su boca plasmaba lo que el soñaba ser arte. Envidioso de las flores que lucen grandes rosales, el buscaba los amores que nunca son naturales. La envidia le corroía por la Vega del Ucero, el tan solo se creía ser hijo de un caballero. Envidioso de otras vidas que derrocharon dinero, en sus sendas afligidas era un vulgar pendenciero. Envidioso de otros sueños que volaban junto al Duero, donde no existen empeños ni conocen al Ucero. El envidioso soñaba tener precioso sombrero, era la cruz que llevaba como lleva algún fulero. Envidioso de la vida, de ser feliz sin dinero, de ver su ruta perdida sin hablar del ROMANCERO. Nunca tuvo la esperanza de vivir cerca del cielo, el solo trazo balanza del avariento usurero. Sin consuelo el envidioso, como buscando su sueño, el jamás será dichoso sufriendo siempre el empeño. Envidioso de colores que viven soñando cielo, son tristes esos amores que no le darán consuelo. Envidioso entre las losas que cubren el cementerio, el nada sabe de rosas y no quiere asunto serio. G X Cantalapiedra.
Eran tiempos del invierno y el envidioso mordía, los puños de su camisa que más vieja se volvía. Tenía negras pasiones que con el hielo sentía, que eran grises soluciones en cualquiera noche fría. Envidioso de cultura buscando negros caminos, en su temida amargura solo logró desatinos. Envidioso de otros signos que la vida le negaba, eran penosos destinos que con el viento trazaba. La envidia le consumía por las tierras del Ucero, y en su pasión se moría por no ver el Río Duero. Las murallas las miraba con la envidia en todas partes, sobre su boca plasmaba lo que el soñaba ser arte. Envidioso de las flores que lucen grandes rosales, el buscaba los amores que nunca son naturales. La envidia le corroía por la Vega del Ucero, el tan solo se creía ser hijo de un caballero. Envidioso de otras vidas que derrocharon dinero, en sus sendas afligidas era un vulgar pendenciero. Envidioso de otros sueños que volaban junto al Duero, donde no existen empeños ni conocen al Ucero. El envidioso soñaba tener precioso sombrero, era la cruz que llevaba como lleva algún fulero. Envidioso de la vida, de ser feliz sin dinero, de ver su ruta perdida sin hablar del ROMANCERO. Nunca tuvo la esperanza de vivir cerca del cielo, el solo trazo balanza del avariento usurero. Sin consuelo el envidioso, como buscando su sueño, el jamás será dichoso sufriendo siempre el empeño. Envidioso de colores que viven soñando cielo, son tristes esos amores que no le darán consuelo. Envidioso entre las losas que cubren el cementerio, el nada sabe de rosas y no quiere asunto serio. G X Cantalapiedra.