EL FANTASMA QUE VINO HABER A SU FAMILIA,
Un anciano me comentó, que, en un pueblo de Soria casi despoblado, enterraron a un hombre con sesenta años, que había fallecido del maldito cáncer. Y que habiendo pasado algún año de su muerte, la víspera del día de Los Santos, de hace muchos años, se presentó en el único bar que había en el pueblo, con buena vestimenta y sin malos olores, pidiendo un Cuba Libre, el tabernero le parecía muy raro aquel hombre medio enfundado en una capucha blanca, su voz fuerte y ronca, y el tabernero para quitársele de encima le dijo. “No tengo Pan, y no le puedo servir”. El fantasma encapuchado con zapatos de negro charol, y un poco manchado de barro, se fue de la taberna, y con paso sigiloso, anduvo por todo el pueblo, aunque parece que las gentes de allí no le reconocían, su cara estaba tapada por una capucha de color blanco, y su paso por delante de su propia casa, no levantaba ninguna sospecha, luego en el cementerio parece que le oyeron decir, están las hierbas apoderándose de todo este Camposanto, y las pocas personas Que había allí salieron despavoridas, al verle el rostro, que tendía a ser una calavera, antes en el bar nadie le vio la cara, ya que estaba de lado y encapuchado, sus pasos eran misteriosos, sus familiares cuando les dijeron que era el hombre de la casa, temblaron de miedo, Nadie en su hogar era capaz de salir a ver quién era aquel fantasma que no toda la gente le veía, El fantasma marchó por el palomar adelante, sin hablar más palabras, pero dicen algunas personas de las que le vieron, que llevaba en su contorno un aurea de luz no normal. Más tarde al hacerse la noche de Los Santos, se reunían en el único bar del pueblo, para comentar lo sucedido, unos eran incrédulos, y otros creyeron todo lo que hablaban del fantasma, Su familia esa noche cerro mucho más sus puertas y ventanas, con la trasera por donde entraban los animales, eso sí, parece que un perro podenco allí en su corral encerrado, estuvo ladrando durante el paseo que se dio delante de su casa, incluso se ponía de manos sobre las tapias de adobes de aquel corral de labranza. La noche dejó miedo y misterio sin resolver, y todo el pueblo se guardo de tropezar con dicho fantasma. G X Cantalapiedra.
Un anciano me comentó, que, en un pueblo de Soria casi despoblado, enterraron a un hombre con sesenta años, que había fallecido del maldito cáncer. Y que habiendo pasado algún año de su muerte, la víspera del día de Los Santos, de hace muchos años, se presentó en el único bar que había en el pueblo, con buena vestimenta y sin malos olores, pidiendo un Cuba Libre, el tabernero le parecía muy raro aquel hombre medio enfundado en una capucha blanca, su voz fuerte y ronca, y el tabernero para quitársele de encima le dijo. “No tengo Pan, y no le puedo servir”. El fantasma encapuchado con zapatos de negro charol, y un poco manchado de barro, se fue de la taberna, y con paso sigiloso, anduvo por todo el pueblo, aunque parece que las gentes de allí no le reconocían, su cara estaba tapada por una capucha de color blanco, y su paso por delante de su propia casa, no levantaba ninguna sospecha, luego en el cementerio parece que le oyeron decir, están las hierbas apoderándose de todo este Camposanto, y las pocas personas Que había allí salieron despavoridas, al verle el rostro, que tendía a ser una calavera, antes en el bar nadie le vio la cara, ya que estaba de lado y encapuchado, sus pasos eran misteriosos, sus familiares cuando les dijeron que era el hombre de la casa, temblaron de miedo, Nadie en su hogar era capaz de salir a ver quién era aquel fantasma que no toda la gente le veía, El fantasma marchó por el palomar adelante, sin hablar más palabras, pero dicen algunas personas de las que le vieron, que llevaba en su contorno un aurea de luz no normal. Más tarde al hacerse la noche de Los Santos, se reunían en el único bar del pueblo, para comentar lo sucedido, unos eran incrédulos, y otros creyeron todo lo que hablaban del fantasma, Su familia esa noche cerro mucho más sus puertas y ventanas, con la trasera por donde entraban los animales, eso sí, parece que un perro podenco allí en su corral encerrado, estuvo ladrando durante el paseo que se dio delante de su casa, incluso se ponía de manos sobre las tapias de adobes de aquel corral de labranza. La noche dejó miedo y misterio sin resolver, y todo el pueblo se guardo de tropezar con dicho fantasma. G X Cantalapiedra.