ERA UNA MAÑANA FRÍA
Una mañana de esas del mes de mayo frías, aquel hombre caminaba sin ganas de vivir demasiado, un motón de enfermedades le estaban machacando, Últimamente el corazón le fallaba, y su futuro pasaba por estar ingresado en el hospital, y en su domicilio llevar una vida de no hacer nada, su corazón estaba bastante tiempo perdiendo su ritmo normal, su familia estaba pendiente de que no hiciera nada extraño, más esa mañana el hombre arto de vivir con tantas prohibiciones, decidió salir a buscar al Río Ucero, para él era un paso de gigante, ya que le decían los médicos que no pasara frío ni se constipara, esa mañana el hombre quería romper con tantas normas que eran mantenerle con vida, notaba sobre su frente y orejas el viento frío de la tierra soriana, pero a su memoria afluían días de esos llamados malos, no le asustaba para nada su situación, ya que muchas veces había pensado que vivir con tantas limitaciones era un calvario, sentía como se encontraba sin ningún apego a estar así viviendo, llevaba como media hora caminando despacio, y notó un mareo que le hizo agarrarse a un álamo del río, para mantenerse en pie, estuvo así como unos cinco minutos, hasta que parece que todo su cuerpo dejó de temblar, y viendo el peligro inminente quiso volver a su casa, El frío de la mañana no le dejaba pensar demasiado, solo en ese momento quería morirse, sus ochenta años le habían dejado como un juguete roto, se notaba sin fuerza, sin ganas de caminar, solo mirando el agua del Río Ucero que seguía su curso normal. Y el sonido placentero de las hojas de los álamos, que se confundían con el viento frío de la mañana, agotado y sin fuerzas se sentó sobre un trozo de madero, y dejó pasar el tiempo, el hombre iba abrigado, y el frío no le dejaba helado, Más su esposa al echarle en falta, salió deprisa a buscarle, sabia la mujer que su marido era capaz de todo para quitarse de en medio, ya que estaba muy arto de tantas medicinas y potingues, su esposa le encontró todavía con vida, pero pidió ayuda para llevarle a su casa, todo parecía una chiquillada, pero aquel hombre supo lo que hacía, había llegado su punto final, y antes de entrar en su casa, el corazón cansado se paro para siempre, era una muerte anunciada, un deseo de quitarse aquella forma de vivir, sin dar más problemas, sin tener que tomar pastillas por un tubo, sin dejar que no se excitara por nada, pero su final fue como el soñaba alguna vez, su esposa abrazándole y dándole ánimos para seguir vivo, El hombre había echo su santa voluntad, pasear al lado del Río Ucero, sentir su sonido del agua y sus álamos al viento, y morir tranquilo con deseos de dejar de sufrir. Para ver si en la otra vida es distinto, G X Cantalapiedra.
Una mañana de esas del mes de mayo frías, aquel hombre caminaba sin ganas de vivir demasiado, un motón de enfermedades le estaban machacando, Últimamente el corazón le fallaba, y su futuro pasaba por estar ingresado en el hospital, y en su domicilio llevar una vida de no hacer nada, su corazón estaba bastante tiempo perdiendo su ritmo normal, su familia estaba pendiente de que no hiciera nada extraño, más esa mañana el hombre arto de vivir con tantas prohibiciones, decidió salir a buscar al Río Ucero, para él era un paso de gigante, ya que le decían los médicos que no pasara frío ni se constipara, esa mañana el hombre quería romper con tantas normas que eran mantenerle con vida, notaba sobre su frente y orejas el viento frío de la tierra soriana, pero a su memoria afluían días de esos llamados malos, no le asustaba para nada su situación, ya que muchas veces había pensado que vivir con tantas limitaciones era un calvario, sentía como se encontraba sin ningún apego a estar así viviendo, llevaba como media hora caminando despacio, y notó un mareo que le hizo agarrarse a un álamo del río, para mantenerse en pie, estuvo así como unos cinco minutos, hasta que parece que todo su cuerpo dejó de temblar, y viendo el peligro inminente quiso volver a su casa, El frío de la mañana no le dejaba pensar demasiado, solo en ese momento quería morirse, sus ochenta años le habían dejado como un juguete roto, se notaba sin fuerza, sin ganas de caminar, solo mirando el agua del Río Ucero que seguía su curso normal. Y el sonido placentero de las hojas de los álamos, que se confundían con el viento frío de la mañana, agotado y sin fuerzas se sentó sobre un trozo de madero, y dejó pasar el tiempo, el hombre iba abrigado, y el frío no le dejaba helado, Más su esposa al echarle en falta, salió deprisa a buscarle, sabia la mujer que su marido era capaz de todo para quitarse de en medio, ya que estaba muy arto de tantas medicinas y potingues, su esposa le encontró todavía con vida, pero pidió ayuda para llevarle a su casa, todo parecía una chiquillada, pero aquel hombre supo lo que hacía, había llegado su punto final, y antes de entrar en su casa, el corazón cansado se paro para siempre, era una muerte anunciada, un deseo de quitarse aquella forma de vivir, sin dar más problemas, sin tener que tomar pastillas por un tubo, sin dejar que no se excitara por nada, pero su final fue como el soñaba alguna vez, su esposa abrazándole y dándole ánimos para seguir vivo, El hombre había echo su santa voluntad, pasear al lado del Río Ucero, sentir su sonido del agua y sus álamos al viento, y morir tranquilo con deseos de dejar de sufrir. Para ver si en la otra vida es distinto, G X Cantalapiedra.