ERA UN DIA DE CAZA,
Aquel hombre cazador que vivía pensando solo en la caza, aquel sábado del otoño se decidió salir por los montes de la comarca del Burgo de Osma, Llevaba con él a un galgo potente y bonito, y al mismo tiempo a un perro podenco de color marrón claro, su paseo fue largo, una vez que dejó su furgoneta aparcada cerca de Los Hocinos, de Galapagares, El perro podenco empezó a husmear, y ver que por allí había caza, aunque esta vez se escuchó claramente el eco del aullido de un lobo feroz, el perro podenco siguió lanzando aullidos de lobo, y desde distintos hocinos salían ecos por todos lados, el cazador preparo su escopeta, y el miedo a tantos alaridos le pusieron en guardia, Era un ambiente tenebroso, los enebros acompañaban al miedo del cazador, que sin perder la calma miraba hacia las cumbres de dichos hocinos, desde mucha altura se desprendió trozos de piedra o guijarro, que casi dan al cazador y sus dos perros, El podenco soltó aullidos de muerte, se le erizo el lomo de su pelo, y sus ojos resplandecían como si fueran lumbres allí mismo encendidas, El galgo se veía asustado, nunca había escuchado esa sinfonía de muerte, el podenco miraba hacia todas partes respirando profundo, ningún lobo aparecía, pero por las partes altas se movían las piedras, que algunas caían sobre cazador y perros, el hombre intento recular hacia digamos el Burgo, pero según andaba hacia atrás, se enganchó en unas raíces de un enebro, y se cayó al suelo, disparándose la escopeta, y el eco producido se dejó oír por todos los hocinos de aquel lugar tan extraño, cayendo varias piedras no muy grandes, al tiempo que los lobos soltaban sus aullidos de muerte y hambre, El perro podenco se envalento, y soltó varios aullidos desafiantes, más los lobos no se dejaron amedrentar, y en aquel casi circo el cazados soltó varios disparos sobre los balcones de esos hocinos, para regresar deprisa a su furgoneta, mientras los ecos de los aullidos de aquellos lobos, se escuchaban en la lejanía, y el perro podenco se tranquilizaba, dentro del coche, Al llegar al Burgo de Osma, el cazador se adentro en su vivienda, y dio de comer a sus perros, el miedo parecía haberse marchado en la distancia, y pensó volver para iniciar una nueva batalla contra estas fieras naturales, mirando a sus perros se alegraba que ninguno de ellos se alejaran de él en aquellos momentos tan dramáticos, de donde la vida a la muerte existe un paso. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre cazador que vivía pensando solo en la caza, aquel sábado del otoño se decidió salir por los montes de la comarca del Burgo de Osma, Llevaba con él a un galgo potente y bonito, y al mismo tiempo a un perro podenco de color marrón claro, su paseo fue largo, una vez que dejó su furgoneta aparcada cerca de Los Hocinos, de Galapagares, El perro podenco empezó a husmear, y ver que por allí había caza, aunque esta vez se escuchó claramente el eco del aullido de un lobo feroz, el perro podenco siguió lanzando aullidos de lobo, y desde distintos hocinos salían ecos por todos lados, el cazador preparo su escopeta, y el miedo a tantos alaridos le pusieron en guardia, Era un ambiente tenebroso, los enebros acompañaban al miedo del cazador, que sin perder la calma miraba hacia las cumbres de dichos hocinos, desde mucha altura se desprendió trozos de piedra o guijarro, que casi dan al cazador y sus dos perros, El podenco soltó aullidos de muerte, se le erizo el lomo de su pelo, y sus ojos resplandecían como si fueran lumbres allí mismo encendidas, El galgo se veía asustado, nunca había escuchado esa sinfonía de muerte, el podenco miraba hacia todas partes respirando profundo, ningún lobo aparecía, pero por las partes altas se movían las piedras, que algunas caían sobre cazador y perros, el hombre intento recular hacia digamos el Burgo, pero según andaba hacia atrás, se enganchó en unas raíces de un enebro, y se cayó al suelo, disparándose la escopeta, y el eco producido se dejó oír por todos los hocinos de aquel lugar tan extraño, cayendo varias piedras no muy grandes, al tiempo que los lobos soltaban sus aullidos de muerte y hambre, El perro podenco se envalento, y soltó varios aullidos desafiantes, más los lobos no se dejaron amedrentar, y en aquel casi circo el cazados soltó varios disparos sobre los balcones de esos hocinos, para regresar deprisa a su furgoneta, mientras los ecos de los aullidos de aquellos lobos, se escuchaban en la lejanía, y el perro podenco se tranquilizaba, dentro del coche, Al llegar al Burgo de Osma, el cazador se adentro en su vivienda, y dio de comer a sus perros, el miedo parecía haberse marchado en la distancia, y pensó volver para iniciar una nueva batalla contra estas fieras naturales, mirando a sus perros se alegraba que ninguno de ellos se alejaran de él en aquellos momentos tan dramáticos, de donde la vida a la muerte existe un paso. G X Cantalapiedra.