BUSCANDO LA FELICIDAD
Aquel hombre de la comarca del Burgo de Osma acababa de jubilarse, y hablando con un amigo le preguntó dónde estaba la felicidad, el amigo le contesto, está por las cimas y las orillas de los ríos, al día siguiente el hombre aquel madrugo y cogiendo su coche se marchó hasta la Atalaya, y desde allí arriba volvió a bajar y subir hasta la Ermita de Las Magdalenas, llegando a pisar en el Alto de La Cruz del Siglo, y antes por el Castillo de Osma. donde divisaba todo aquel valle tan bonito, y grito al aire felicidad donde estas escondida, un eco en la lejanía le contesto, coje la vereda del Río Abión al lado del Molino Viejo, y anda hasta hora y media por ese precioso sendero, entre piedras milenarias, El hombre parecía terminar agotado, pero el paisaje merecía la pena, había visto La Torre de La Catedral como si fuera un milagro, todas las curvas de ambos ríos esperando que el agua circulara sin problemas, y los álamos del El Río Ucero moviéndose al compás del viento por esa Ribera, El hombre aquel cuando llegó a su casa medio agotado, le dijo a su esposa, hoy he visto a la felicidad delante de mis ojos, y comprobé como son sus encantos, nadie me puede prohibir de vez en cuando ir a visitarla, no es una mujer llamativa, ni una cima sin escalar, tampoco una bebida, eso si pudiera estar en El Cañon del Río Lobos, o en la Laguna Negra, todo depende de cómo lo vea o sienta uno mismo, Aquel hombre cuando se encontró con su amigo de nuevo le exclamo, estabas en lo cierto, llegue a ver a la felicidad, no tenía ninguna prisa por soltarme, ni tampoco me llamo guapo, ni me agarro de la mano para caminar a mi lado, es algo que no ves llegar, pero que te puede dejar tu estado de ánimo mucho más feliz. El hombre aquel desde ese día ya sabia el camino donde pudiera ser feliz, sin más problemas que el de andar por entre piedras milenarias. La felicidad no se compra con dinero, tan solo la salud te acompañará para ver el mundo entero. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre de la comarca del Burgo de Osma acababa de jubilarse, y hablando con un amigo le preguntó dónde estaba la felicidad, el amigo le contesto, está por las cimas y las orillas de los ríos, al día siguiente el hombre aquel madrugo y cogiendo su coche se marchó hasta la Atalaya, y desde allí arriba volvió a bajar y subir hasta la Ermita de Las Magdalenas, llegando a pisar en el Alto de La Cruz del Siglo, y antes por el Castillo de Osma. donde divisaba todo aquel valle tan bonito, y grito al aire felicidad donde estas escondida, un eco en la lejanía le contesto, coje la vereda del Río Abión al lado del Molino Viejo, y anda hasta hora y media por ese precioso sendero, entre piedras milenarias, El hombre parecía terminar agotado, pero el paisaje merecía la pena, había visto La Torre de La Catedral como si fuera un milagro, todas las curvas de ambos ríos esperando que el agua circulara sin problemas, y los álamos del El Río Ucero moviéndose al compás del viento por esa Ribera, El hombre aquel cuando llegó a su casa medio agotado, le dijo a su esposa, hoy he visto a la felicidad delante de mis ojos, y comprobé como son sus encantos, nadie me puede prohibir de vez en cuando ir a visitarla, no es una mujer llamativa, ni una cima sin escalar, tampoco una bebida, eso si pudiera estar en El Cañon del Río Lobos, o en la Laguna Negra, todo depende de cómo lo vea o sienta uno mismo, Aquel hombre cuando se encontró con su amigo de nuevo le exclamo, estabas en lo cierto, llegue a ver a la felicidad, no tenía ninguna prisa por soltarme, ni tampoco me llamo guapo, ni me agarro de la mano para caminar a mi lado, es algo que no ves llegar, pero que te puede dejar tu estado de ánimo mucho más feliz. El hombre aquel desde ese día ya sabia el camino donde pudiera ser feliz, sin más problemas que el de andar por entre piedras milenarias. La felicidad no se compra con dinero, tan solo la salud te acompañará para ver el mundo entero. G X Cantalapiedra.