Nos recuerda cuando íbamos a la
escuela y nos daban el vaso de leche. A mí, Araceli, no me gustaba y me llevaba el Cola-Cao de
casa con la taza. A mí, Angelines, sin embargo, me encantaba y metía el dedo en el saco de la leche en polvo y me comía los grumos. ¡Qué tiempos aquellos!