LA SOLEDAD DEL CASTILLO DE GORMAZ
En aquellos años donde la emigración, dejo a muchos pueblos sorianos en la más triste de las soledades. La Fortaleza califal de Gormaz, vivía sus momentos más dramáticos, sus murallas parecían sentir el peso de los años, sus torreones se sentían dañados por los hielos y lluvias que con el paso del tiempo habían dañado todo su contorno, era un desprendimiento colectivo, que parecía ir buscando su triste desaparición. Pero la ayuda económica de un pueblo árabe, que quizá fueron quien construyo la Fortaleza de Gormaz, y que dominaron estos territorios durante más de tres siglos, y que dejaron su cultura por casi toda la península Ibérica, fueron los que impidieron en aquel momento su ruina inminente, donaron una cantidad de dinero bastante alta, para remediar su trágico estado, en aquel momento de deterioro, ya que según los antiguos vecinos de Gormaz, no se habían realizado ninguna reparación, desde los tiempos de la segunda república española. Fue aquella ayuda desinteresada la que consiguió detener el hundimiento de la famosa Fortaleza, que luego años más tarde volvió de nuevo a conocer otras reparaciones en sus murallas y torreones. La panorámica que se divisa es grandiosa, desde sus torreones en alguna dirección se ven paisajes de más de cien kilómetros. Pero su soledad es bastante seria, por las noches casi nadie se atreve a visitarla, parece que la sombra del Cid Campeador sigue caminando entre sus almenas. Y no mucho mas lejano se encuentra la voz de el famoso soldado Almanzor, general de las tropas musulmanas, y látigo del cristianismo de aquella época, ya que desde Santiago de Compostela en un rito de soberbia, arranco las campanas de su antigua iglesia hoy catedral, y a hombros de prisioneros cristianos las llevo hasta la mezquita de Córdoba. En el año 987, donde con su ejercito destruyo castillos y domino ciudades como León y todas las plazas de aquella época en la ribera del Duero. Todo este ambiente se puede respirar en esta fenomenal fortaleza, donde sus murallas rebasan el kilometro, y su distancia supera los 390, metros de punta a punta de la Fortaleza, que tiende a tener forma de un trasatlántico. Pero esta vez sobre los campos de Castilla, o mejor dicho sobre los campos sorianos. Pasear entre estas murallas es sentir el peso de la historia medieval de la Península Ibérica. Las piedras rebosan calizo del tiempo allí expuestas a los rigores del invierno soriano, y las nieblas que suben del padre Duero, que ve desde su ribera, su imagen llena de estampa guerrera. Gormaz a parte de sus leyendas y criterios, es un lugar para sentir la naturaleza viva, animales salvajes en libertad continua. No muy lejos de allí en su ladera de piedra y calizo. Se encuentra la ermita de San Miguel, conocida por sus pinturas del siglo XI. Todo el ambiente es historia de la que Gormaz tiene su verdadera gloria. Conocer de cerca está Fortaleza, es sentir el paso de los años sobre nuestros recuerdos de infancia, con sus viejas lecciones de la historia de España.
G X Cantalapiedra.
En aquellos años donde la emigración, dejo a muchos pueblos sorianos en la más triste de las soledades. La Fortaleza califal de Gormaz, vivía sus momentos más dramáticos, sus murallas parecían sentir el peso de los años, sus torreones se sentían dañados por los hielos y lluvias que con el paso del tiempo habían dañado todo su contorno, era un desprendimiento colectivo, que parecía ir buscando su triste desaparición. Pero la ayuda económica de un pueblo árabe, que quizá fueron quien construyo la Fortaleza de Gormaz, y que dominaron estos territorios durante más de tres siglos, y que dejaron su cultura por casi toda la península Ibérica, fueron los que impidieron en aquel momento su ruina inminente, donaron una cantidad de dinero bastante alta, para remediar su trágico estado, en aquel momento de deterioro, ya que según los antiguos vecinos de Gormaz, no se habían realizado ninguna reparación, desde los tiempos de la segunda república española. Fue aquella ayuda desinteresada la que consiguió detener el hundimiento de la famosa Fortaleza, que luego años más tarde volvió de nuevo a conocer otras reparaciones en sus murallas y torreones. La panorámica que se divisa es grandiosa, desde sus torreones en alguna dirección se ven paisajes de más de cien kilómetros. Pero su soledad es bastante seria, por las noches casi nadie se atreve a visitarla, parece que la sombra del Cid Campeador sigue caminando entre sus almenas. Y no mucho mas lejano se encuentra la voz de el famoso soldado Almanzor, general de las tropas musulmanas, y látigo del cristianismo de aquella época, ya que desde Santiago de Compostela en un rito de soberbia, arranco las campanas de su antigua iglesia hoy catedral, y a hombros de prisioneros cristianos las llevo hasta la mezquita de Córdoba. En el año 987, donde con su ejercito destruyo castillos y domino ciudades como León y todas las plazas de aquella época en la ribera del Duero. Todo este ambiente se puede respirar en esta fenomenal fortaleza, donde sus murallas rebasan el kilometro, y su distancia supera los 390, metros de punta a punta de la Fortaleza, que tiende a tener forma de un trasatlántico. Pero esta vez sobre los campos de Castilla, o mejor dicho sobre los campos sorianos. Pasear entre estas murallas es sentir el peso de la historia medieval de la Península Ibérica. Las piedras rebosan calizo del tiempo allí expuestas a los rigores del invierno soriano, y las nieblas que suben del padre Duero, que ve desde su ribera, su imagen llena de estampa guerrera. Gormaz a parte de sus leyendas y criterios, es un lugar para sentir la naturaleza viva, animales salvajes en libertad continua. No muy lejos de allí en su ladera de piedra y calizo. Se encuentra la ermita de San Miguel, conocida por sus pinturas del siglo XI. Todo el ambiente es historia de la que Gormaz tiene su verdadera gloria. Conocer de cerca está Fortaleza, es sentir el paso de los años sobre nuestros recuerdos de infancia, con sus viejas lecciones de la historia de España.
G X Cantalapiedra.