POR TIERRAS DE LA VIEJA SORIA
Aquel anochecer fue muy distinto, para aquel joven conductor, salía de Madrid con dirección a Medinaceli, para descargar su mercancía, la furgoneta que conducía, estaba un poco, pasada de años, y en aquel año de 1977, los ruidos que producía, eran demasiado bruscos, aunque el acostumbrado a tales sonidos, no les daba ninguna importancia. Después de descargar la mercancía, intento de nuevo regresar a Madrid, pero un señor parece que le indico, sí podía trasportarle unos muebles, hasta un pueblo llamado Lumias, de la misma provincia de Soria, y el joven aprovecho la oportunidad, de poder ganar algún dinero, y acepto el viaje, todo le parecía un poco raro, el camino era oscuro y la carretera demasiado mala, pero por fin llego a ese pueblo medio escondido, donde en una casa que era un viejo molino, descargo los muebles trasportados. Eran las dos de la madrugada, el camino estaba solitario y parecía muy aburrido, hasta que al dar la vuelta en un pequeño rasante, con una curva, ve como un sí fuera un avión, que le viene de frente, y casi al ras del suelo, intenta tranquilizarse, pero el miedo a lo desconocido, le hacen temblar, su furgoneta termina parada, el no es capaz de arrancarla, y el vehículo que se encuentra encima mete un ruido qué jamás había escuchado, es cómo el de una aspiradora en grande, que sigue en el aire, sin moverse de encima de la furgoneta, como si fuera un helicóptero, no sabe que hacer, hay unos segundos, que le parecen siglos, aunque el continua dentro de la cabina, sin tomar ninguna decisión, de momento el aparato volador, parece que inicia su marcha, en dirección cómo hacia Barahona, al tiempo que suelta una luz que ilumina todo el campo, y los Altos de dicha localidad. El joven de nuevo, ve el cuadro iluminado de la furgoneta, intenta ponerla en marcha, y después de varios intentos arranca su motor. Su cuerpo estaba temblando, sus ojos parecían estar llorando, y comprobó como penetro un olor, en la cabina de su furgoneta, parecido al azufre, minutos más tarde continua por la carretera, hasta llegar de nuevo a Medinaceli, siempre mirando hacia el cielo, y sospechando que era perseguido por dicho artefacto. Al llegar a la carretera Nacional, I, en Alcolea del Pinar, parando su vehículo, al lado de la gasolinera, y entonces se baja de su furgoneta, para comprobar si tenía algún daño, solo se da cuenta que la matricula, y las letras de las dos puertas, se habían borrado totalmente. Piensa esto es algo muy raro, lo que acabo de vivir. Sin darse tiempo para pensar, se para a su lado un automóvil, y le comenta, de donde viene, y el joven le contesta, de esas tierras de Soria, donde no existe más que misterio. El hombre aquel que le acababa de preguntar le comenta. “No haga ningún comentario de lo que le acaba de pasar, siga su carretera adelante, y sin comentarios puede usted vivir tranquilamente”. El hombre aquel con el dedo de la mano, que parecía una zanahoria, le imprimió la matricula y los letreros de ambas puertas. Y sin entender nada el joven, al darse la vuelta a la furgoneta, aquel ser que parecía humano, desapareció. Las manos del joven temblaban, no podía ser cierto, lo que en aquel viaje, le había ocurrido, sin entender nada, arranco de nuevo su furgoneta, y marchó camino de Madrid, eso sí, escuchando en la radio de su vehículo, unos ruidos como musicales, sin entender sus sonidos, y sin ser palabras en nuestro idioma castellano, que hasta entrar en Madrid, no cesaron. Luego una vez en la avenida de América, con la calle de Cartagena, empezó a escucharse emisoras españolas, y darse cuenta, de todo aquel misterio, que a nadie le contaría jamás, por el miedo a no ser creído, y tomarle por un loco.
G X Cantalapiedra.
Aquel anochecer fue muy distinto, para aquel joven conductor, salía de Madrid con dirección a Medinaceli, para descargar su mercancía, la furgoneta que conducía, estaba un poco, pasada de años, y en aquel año de 1977, los ruidos que producía, eran demasiado bruscos, aunque el acostumbrado a tales sonidos, no les daba ninguna importancia. Después de descargar la mercancía, intento de nuevo regresar a Madrid, pero un señor parece que le indico, sí podía trasportarle unos muebles, hasta un pueblo llamado Lumias, de la misma provincia de Soria, y el joven aprovecho la oportunidad, de poder ganar algún dinero, y acepto el viaje, todo le parecía un poco raro, el camino era oscuro y la carretera demasiado mala, pero por fin llego a ese pueblo medio escondido, donde en una casa que era un viejo molino, descargo los muebles trasportados. Eran las dos de la madrugada, el camino estaba solitario y parecía muy aburrido, hasta que al dar la vuelta en un pequeño rasante, con una curva, ve como un sí fuera un avión, que le viene de frente, y casi al ras del suelo, intenta tranquilizarse, pero el miedo a lo desconocido, le hacen temblar, su furgoneta termina parada, el no es capaz de arrancarla, y el vehículo que se encuentra encima mete un ruido qué jamás había escuchado, es cómo el de una aspiradora en grande, que sigue en el aire, sin moverse de encima de la furgoneta, como si fuera un helicóptero, no sabe que hacer, hay unos segundos, que le parecen siglos, aunque el continua dentro de la cabina, sin tomar ninguna decisión, de momento el aparato volador, parece que inicia su marcha, en dirección cómo hacia Barahona, al tiempo que suelta una luz que ilumina todo el campo, y los Altos de dicha localidad. El joven de nuevo, ve el cuadro iluminado de la furgoneta, intenta ponerla en marcha, y después de varios intentos arranca su motor. Su cuerpo estaba temblando, sus ojos parecían estar llorando, y comprobó como penetro un olor, en la cabina de su furgoneta, parecido al azufre, minutos más tarde continua por la carretera, hasta llegar de nuevo a Medinaceli, siempre mirando hacia el cielo, y sospechando que era perseguido por dicho artefacto. Al llegar a la carretera Nacional, I, en Alcolea del Pinar, parando su vehículo, al lado de la gasolinera, y entonces se baja de su furgoneta, para comprobar si tenía algún daño, solo se da cuenta que la matricula, y las letras de las dos puertas, se habían borrado totalmente. Piensa esto es algo muy raro, lo que acabo de vivir. Sin darse tiempo para pensar, se para a su lado un automóvil, y le comenta, de donde viene, y el joven le contesta, de esas tierras de Soria, donde no existe más que misterio. El hombre aquel que le acababa de preguntar le comenta. “No haga ningún comentario de lo que le acaba de pasar, siga su carretera adelante, y sin comentarios puede usted vivir tranquilamente”. El hombre aquel con el dedo de la mano, que parecía una zanahoria, le imprimió la matricula y los letreros de ambas puertas. Y sin entender nada el joven, al darse la vuelta a la furgoneta, aquel ser que parecía humano, desapareció. Las manos del joven temblaban, no podía ser cierto, lo que en aquel viaje, le había ocurrido, sin entender nada, arranco de nuevo su furgoneta, y marchó camino de Madrid, eso sí, escuchando en la radio de su vehículo, unos ruidos como musicales, sin entender sus sonidos, y sin ser palabras en nuestro idioma castellano, que hasta entrar en Madrid, no cesaron. Luego una vez en la avenida de América, con la calle de Cartagena, empezó a escucharse emisoras españolas, y darse cuenta, de todo aquel misterio, que a nadie le contaría jamás, por el miedo a no ser creído, y tomarle por un loco.
G X Cantalapiedra.