<*> Así eran las lavadoras de aquellos tiempos. Este utensilio se utilizaba para lavar la ropa dentro de
casa, o en el corralillo que solía haber junto a la casa, durante los meses más fríos del año. Una vez llegado el buen tiempo se lavaba en la
pila del
huerto o bien en los
lavaderos públicos que había junto a la chopera de la
Fuente de los
Caños. También había otras zonas comunes de lavado dónde las mujeres solían lavar la ropa, en todas ellas solía haber un
pozo profundo así como varias
pilas de lavado, creo que alguna de esas pilas todavía se conservan en la
Huerta y en algún otro lugar. Otros lugares de lavado eran: La Fuente de La Bomba, La Huerta y La Canaleja, el Cañuelo y también La Fuente Miguel, en esta última además de las pilas de lavado había un pequeño
lavadero y la propia fuente, ésta era como un cubo, abierto por uno de los lados, el Oeste. Todo ello de
piedra arenisca parda y blanca, pues bien, todo ello ha desaparecido, se han llevado todas las
piedras, no ha queda nada de aquello.
- Había otra zona más de lavado, ésta privada, la conocíamos con el nombre de "
Las Eras del tío Román", allí, bajo los
nogales, había un pozo enorme, con un gran brocal de piedra arenisca, como protección, y un par de pilas de lavado; toda esta zona estaba bajo la
sombra y al amparo de dos majestuosos nogales o nogueras, los cuales daban una sombra extraordinaria y unos magníficos
frutos, aunque los chavales no dejábamos que las
nueces llegaran a madurar, las solíamos
comer casi verdes.
- Pues bien, en ese gran pozo que había en el lugar, del cual se sacaba el
agua para lavar... sucedió un día, creo que en
primavera, un hecho triste y desagradable aunque con final
feliz. Una niña de unos dos o tres añitos, que jugaba en el entorno, "Loli" se cayó al pozo mientras su madre lavaba la ropa. Mientras esto sucedía... yo me encontraba en el huerto de mis padres, creo que regando los tomates y lechugas, a unos 300 ó 400 metros de distancia, de pronto oigo gritar a una mujer pidiendo auxilio, socorro, decía: "si alguien me oye que venga rápido, mi hija pequeña se ha caído al pozo y se va a ahogar", al oír los gritos salí disparado en esa dirección, como proyectado por una ballesta, entonces yo tendría entre 15 y 17 años y saltaba como los corzos, llegué volando al lugar... bajé rápidamente al pozo, me descolgué por la pared circular del mismo hasta el fondo, creo que había un par de maderas que cruzaban el pozo en diagonal. Loli, la niña, dejó de manotear y alargó su manita hasta la mía, la elevé hasta mi cuello para que se agarrara a él y comenzar así es ascenso.
- Enseguida llegaron varias personas más, que también oyeron los gritos de auxilio, las cuales me ayudaron a sacar a Loli al exterior. Ahora solo recuerdo el nombre de una de ellas, se llamaba Roque Mateo Matamala, yo le pasé a él la niña y Roque la pasó a una tercera persona, la cadena funcionó perfectamente.
- Como quiera que la niña no sufrió golpe alguno en la caía al pozo, solo el impacto con el agua en el fondo del pozo, enseguida se le pasó el susto y al cabo de un ratito Loli comenzó a jugar nuevamente por las eras, a Ludivina, su madre, el susto le duró mucho más, creo que nunca más volvió a lavar la ropa en ese lugar.
- Pobres mujeres, jóvenes, mayores y niñas, ellas eran las encargadas de lavar la ropa, toda la ropa, un trabajo duro, muy duro... lo que tuvieron que trabajar nuestras madres y abuelas hasta que llegaron las puñeteras lavadoras que, muchas de nuestras madres y abuelas ni siquiera llegaron a conocer. No solo era lavar la ropa, tenían que cargar con ella hasta los lavaderos, luego, después, volver a casa nuevamente con ella, sacar el agua de los
pozos, llenar las pilas etc. La ropa solían llevarla en aquellos baldes de chapa y zinc, galvanizados, como el de la
foto, sobre la cabeza o bien en el costado.
- Entonces, en aquellos tiempos, las mujeres de los
pueblos eran unas auténticas esclavas, no solo se limitaban a realizar "sus labores" las faenas de la casa, tenían que multiplicarse y simultanear su trabajo de ama de casa con las tareas de la
agricultura y la
ganadería, vamos, lo que por aquel entonces había en el
pueblo.
- Sirvan estos comentarios como humilde y pequeño
homenaje de agradecimiento a la grandeza y servidumbre de Candelas, mi madre, y de todas aquellas mujeres, madres y abuelas que fueron capaces de soportar y superar todo tipo de adversidades con el fin de sacar adelante sus respectivas
familias... unas auténticas heroínas las mujeres de aquella época, para todas ellas mi cariño, reconocimiento y admiración.