-. Candelas, Severina y María, esta última no está en la
foto, eran tres buenas
amigas, su
amistad se había forjado desde que eran muy niñas. Cuando estas cosas sucedieron las tres servían en
Yelo: Candelas, mi madre, estaba sirviendo con la
familia Sotillos, con el
médico, su nombre era Honorato; Severina Casado, hija de Fidela Dolado, servía a Juan, el Recaudador de impuestos de la zona y padre del médico, y la otra
amiga, María, hija de Francisco Dolado y Manuela, hermana de Ciriaco, a ella le tocó servir al párroco del
pueblo, al cura de Yelo. También en aquellos tiempos, dos hermanos de mi madre, José e Hipólito, con 12 y 14 años, respectivamente, servían de pastores en
casa de dos vecinos de Yelo.
-. En la casa de la familia Sotillos, Candelas, mi madre, siempre se sintió como una más de la familia, ella me decía que la trataban como a una hija, ella siempre les recordaba con mucho cariño. Todavía hoy tenemos una excelente relación de amistad con esta familia, con Goyita, sus hijos y nietos.
-. Recuerdo alguna de esas historias de antaño que mi madre me contó, de cuando trabajaba en Yelo, cuando ella era muy
joven. Algunas de ellas simpáticas, otras no tanto y una triste, muy triste, se produjo creo que, al inicio de la Guerra Civil.
A-. Yelo fue uno de tantos
pueblos en los cuales se produjo una tremenda represión, fusilaron a varias personas, muchos de ellos padres de familia, simplemente porque alguien, con ideas diferentes y que no les quería bien, les acusaba de no ir a misa y de ser republicanos, rojos, vamos lo que se conocía como "mala reputación", los incluían en una lista negra y luego la entregaban a los
militares... Mi madre presenció uno de esos linchamientos con una persona, la cual creo, no quería salir de su casa, por lo visto, los militares le pegaron un tiro en la cabeza y lo echaron a camión. En
Miño de Medinaceli, pueblo cercano a Yelo, también fusilaron a varias personas, una de ellas Aniceto Dolado, conocido en la comarca como "el padre de los pobres". Esta familia tenía una gran
tienda en Miño de Medinaceli,
estación, en la que había de todo, de todo, allí iban a
comprar los vecinos de los pueblos de toda la comarca, también mis padres y abuelos. Aniceto Dolado, el dueño, conocía bien a su clientela, sabía de las dificultades por las que atravesaba cada familia, solía decirles: llévate lo que necesites, ya me lo pagarás para el
verano, "cuando recojas el grano y vendas los corderos"...
B-. El Recaudador era el encargado de cobrar los impuestos a los vecinos de los pueblos de la comarca; después en su casa, recontaba el dinero recaudado, cuadraba los cobros y liquidaba cuentas, este era su trabajo. Pues bien, parece ser que Don Juan tenia algún problema de próstata y a veces, esto le obligaba a "salir corriendo al
corral, al
huerto", en aquellos tiempos no había cuarto de baño en las
casas, tampoco en la del recaudador, dejando el despacho abandonado, con la
puerta abierta y el dinero y los papeles sobre la mesa, en alguna ocasión entraban los nietos, los hijos del médico y comenzaban a jugar con todo aquello, y otra vez el abuelo Juan vuelta a empezar de nuevo a cuadrar las cuentas...
C-. María, la sirvienta del párroco, parece que no tenía mucha fe en él, en el cura. Cuando María se iba a dormir a su habitación, por la
noche, lo primero que hacía era cerrar la puerta con el cerrojo interior y desplazar un arcón grande y pesado en el que guardaba sus ropas y mantas, con el cual atrancaba la puerta, por si el cura tenía una noche de insomnio y pretendía entrar en su habitación, en su dormitorio, así era María, una joven muy precavida, imagino que, algún motivo debería tener para ello...
<AUSENCIA, DE JORGE LUIS BORGES>
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu
espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el
mar al que se hunde.