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Foto facilitada por su nieto Alberto Jiménez, hijo de Teresa, la foto corresponde a los años 60.
Recuerdo muy bien a Juan Pérez y su esposa Josefa López, en el
pueblo se la conocía por "Josefilla", vivían con sus hijas en la
casa que llamábamos “de Juan de
las Eras”, exteriormente la casa se ve más o menos igual, no se aprecian transformaciones; es la casa que se encuentra más al Este del pueblo, junto al
camino de la
fuente La Bomba y la "casilla de los pobres" que había por los años 50,60 y que ha sido anexionada a un gran cerrado cercado en su totalidad.
<2> Juan Pérez, a la inversa de la canción esa que decía: “yo tuve tres maridos”, Juan “tuvo tres mujeres”, tres esposas, enviudó en dos ocasiones y volvió a casarse una tercera vez. Es curioso, casualidades de la vida, su primera y segunda esposa se llamaban igual, Feliciana; su primera esposa era hermana de mi abuela Clara, con ella tuvo cuatro hijos, una chica y tres chicos, María, Baldomero, Emilio y Emigdio, murió durante el parte de éste; su segunda esposa era viuda y tenía un hijo, creo que se llamaba Fermín y vivía en
Madrid; con su tercera esposa, con "Josefilla" tuvieron tres hijas, Rufina, Teresa y Agripina, en este orden.
<3> Juan Pérez tenía también varios hermanos, Bernabé, Nicomedes y Cirilo, a este último se le conocía en el pueblo con el apelativo cariñoso de "El Tío Zarabandas", por lo nervioso que era y lo deprisa que hablaba.
<*> Juan Pérez y Josefa López son los abuelos maternos de Ángel Dolado Pérez, el actual Justicia de
Aragón, la madre de éste, Rufina, es una de las tres hijas que tuvo Juan y Josefilla.
-. Juan Pérez, también conocido como, “Juan de las Eras” y "el Tío Juan" era un buen hombre, muy campechano y con un carácter bromista y guasón, muy guasón, irónico y un poquito socarrón. Todavía recuerdo sus divertidas leyendas e historias que solía contarnos a los chavales y también a los mayores; aprovechaba cualquier ocasión para contarnos una de sus múltiples, simpáticas y divertidas historias.
-. Ésta que voy a relatar es una de esas historias que nos solía contar con cierta frecuencia, decía así: en una ocasión, hace muchos años, vino a
Mezquetillas en un carromato más viejo que Matusalén el Gobernador de
Soria, el mandamás de la provincia, uno de esos cargos nombrados en cada provincia por la gracia de Dios, le acompañaba el chofer y dos escoltas de seguridad. En la
plaza del pueblo les esperaba el Alcalde, el Secretario, el Juez, el Maestro, el Cura, una pareja de la Guardia Civil, los alumnos de la
Escuela y la mayoría de la gente que por aquel entonces vivía en el pueblo.
-. Visitaron el
Ayuntamiento, la escuela y la
Iglesia, después hicieron un pequeño recorrido turístico, a lo largo y ancho del pueblo, el Alcalde les iba explicando las peculiaridades de las
familias que vivían en cada casa; el Cura comentaba si eran buenos o malos cristianos y si sacaban o no la bula por
Semana Santa y sus correspondientes reflexiones al respecto así, hasta que llegaron nuevamente a la plaza.
-. Antes de llegar a ella hicieron una parada en la parte posterior del
Frontón, el Gobernador y sus acompañantes descubrieron algo que les sorprendió gratamente, les gustó por el orden y concierto en que estaban colocados un montón de
aperos de
labranza, desde el arado, yugo, colleras, collerones y otros… los apoyos que soportaban cada uno de estos aperos eran cuernos de
vaca incrustados en la pared cogidos con cemento, tan prendado y sorprendido de todo aquello quedó el Sr. Gobernador que preguntó: me gustaría saber de quién fue esta brillante idea, un hombre dio un paso al frente y le dijo, esto que usted ve lo he hecho yo, yo solito, y todo ello ha salido de mi cabeza… una gran sonrisa recorrió los rostros de todo aquel grupo de gente que le escuchaba, también el Gobernador que le felicitó por su brillante idea.
><- A los mozos del pueblo y a la gente mayor, solía contar a menudo otra simpática
historia o leyenda, algo verde decía él, decía así:
-. En una ocasión se reunieron en un gran pueblo de la provincia, en Almazán, un Obispo, un General y un Agricultor, el terrateniente, el cacique, de la zona, para hablar de cosas importantes, muy importantes; después de esa
reunión acordaron que comerían capón al
horno, para ello fueron al mejor
restaurante de la ciudad en el cual era famoso ese plato; para que la sobremesa fuera más divertida acordaron que, aquel de ellos que echara mejor brindis quedaría libre del pago de la
comida, y que el brindis lo comenzaría el agricultor, éste comenzó así, de esta manera:
• Para
sombra mis nogueras, para gusto y placer ver mis trigales nacer, con mis buenas yuntas de mulas, con sus excelentes aperos, arados, yugos y collerones, haber quién paga los capones. El
militar y el obispo le decían, muy bien
amigo, excelente brindis, seguro que tú no vas a pagar…
• Continúo el general, comenzó así: para sombra mis
banderas, para gusto y placer ver a mis soldados vencer, con mis buenas tropas de guerra, bandas de trompetas y trombones, haber quién paga los capones. Ahora era el Agricultor y el Obispo quienes decían lo mismo, muy bien amigo, excelente brindis, tú no vas a pagar…
• Continúo el obispo y lo hizo así, de esta manera: para sombra una
noche obscura, para gusto y placer dormir entre los pechos y piernas de una mujer … … y continúo y siguió hasta el final del brindis … … omito el texto, a unque se deduce fácilmente la frase, no quiero que nadie se ofenda por haber puesto esa frase, en boca del obispo. Parece ser que este Obispo tenía sueños eróticos, pensamientos y deseos impuros y otras muchas cosas.
-. Todo el mundo reía su brindis, a carcajada limpia, ya que nadie esperaba ese brindis del obispo. También reía Juan de las Eras, él se divertía un montón contando esas historias, eso sí, nunca nos confesó quién pagó los capones…
-. Recuerdo muy bien el
huerto o zona ajardinada que había junto a la casa, a ambos lados del camino de entrada a la misma, había varios
árboles frutales, cuando la
fruta de estos árboles estaba madura nos dejaba entrar al huerto y cogerla directamente de los árboles, a mí la que más me gustaba eran unas ciruelas moradas, casi negras, creo que les decíamos de botella, me encantaban aquellas ciruelas, también había algunos perales y manzanos; al fondo había una noguera que todavía sigue allí, en el mismo lugar, daba unas excelentes
nueces a las que los chavales no dejábamos madurar.
-. Tenían una borrica, una hermosa borriquilla, no recuerdo su nombre, para hacer algunas faenas como traer el
agua, e ir a los
campos o bien para desplazarse a los
pueblos del entorno para hacer
compras y otras cosas. Ese lindo animal nos paseaba a los niños por el pueblo, en el
verano con todos los veraneantes por el pueblo y sus niños, se le amontonaba el trabajo, a todos nos gustaba dar un paseíto subidos al lomo de la borriquilla, a veces íbamos dos o tres chavales montados en ella, nunca se quejaba por ello, la pequeña borriquilla “Platera” tenía más conocimiento que nosotros...
Vayan estos hermosos poemas del comienzo del libro de Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo", como un pequeño
homenaje a esa hermosa borriquilla y sus dueños, Juan y Josefa.
PLATERO es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón; que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “ ¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de
piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del
campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
---Tien´asero…
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
Juan Ramón Jiménez, Platero y yo
>-<- Platero y yo es el mejor conjunto de poemas en prosa de la Literatura Española. Lectura de niños y adultos en todos los países de habla hispana, traducido a las más importantes "lenguas de cultura".