AQUELLA NOCHE DE AGOSTO DE 1979,
Aquella noche de agosto, era para aquel hombre una pesadilla, de la que nunca se pudo librar, más aquel día del mes de septiembre, del año 2017, sintió algo en su cerebro, que hasta entonces nunca había sentido, fue en una sala de hospital, del Gregorio Marañón, de Madrid, donde un hombre de su misma edad, comento lo que le había pasado en el mes de agosto, de 1979, por las tierras de Soria, mejor dicho por Los Altos de Ayllón. En aquel momento tembló, aquel hombre con, 72, años, era una historia idéntica a la que el pasó, por aquellas tierras de Segovia y Soria, el hombre aquel comentaba, “Nunca he pasado más miedo, que en el mes de agosto de 1979, sobre las tres de la madrugada”, decía aquel hombre. “Sentí como un estado de felicidad, donde sin saber cómo circulaba mi coche, anduve como unos 25, kilómetros o quizá más, sin recordarme de nada de aquella carretera, que entonces pasaba por Peñalba de San Esteban, y llegue hasta pasado San Esteban de Gormaz, sin enterarme del camino ni de sus curvas, Aquellos dos hombres ya mayores, se dieron cuenta de que sus dudas nocturnas eran las mismas, el que comentaba la historia era soriano, el otro hombre también Castellano de la Profunda Castilla. Los dos habían pasado el mismo día, y quizá a la misma hora, por el mismo lugar, donde ninguna cosechadora estaba ya funcionando, y la brisa de la noche, era más bien aguantable, quizá anduviera con los 18, grados de temperatura, los dos hombres cambiaban de punto de vista, pero los dos pensaban lo mismo, como sus vehículos circularon tantos kilómetros, sin notar ningún ruido, como no recordaban el haber circulado por dichos Altos, sin ver nada raro, solo los dos ese dulzor en la mente, que les había dejado anulados como personas, como al darse cuenta de lo que habían pasado, tenían miedo el contárselo a su familia, por si pensaban que estaban locos, todos aquellos detalles, eran un jeroglífico imposible de explicar, y que casualidad, los dos hombres tenían en aquella sala de hospital a dos cuñados, con el corazón fastidiado, que ocupaban camas paralelas, se miraban con admiración, los dos eran de los mismos pensamientos, y los dos sentían temblores cuando volvían a pasar por aquel lugar de la carretera, que conduce de Soria a Segovia, y que nunca libremente se lo contaron a nadie, sí que los dos eran fieles oyentes de Cuarto Milenio, o sea Iker Jiménez. Aunque en aquella fecha no se le conocía en el mundo de los misterios. En el pasillo de la quinta planta del hospital, donde se encuentra la parte de coronarias, el tema se llegó a comentar sin complejos, ninguno de los dos hombres antes lo comentaron libremente, siempre el miedo al ridículo, y al pensar que alguien les llamara locos. Incluso sus propias mujeres, les indicaron que se habían quedado dormidos, y que el coche circulo como un autómata. Cosa que ellos nunca lo admitieron, era algo invisible desde el coche, lo que les hizo sentirse anulados como personas, y sin voluntad propia para decidir su camino, por eso cuando después pasaban por aquella carretera, el miedo a la oscuridad, y la noche solitaria, era una mala compañera. Los dos hombres salieron del Hospital, como más convencidos de que no eran unos locos, ni que ellos eran los únicos, que les había pasado algo parecido, por esas tierras que a veces sus parajes, parecen de otro planeta, ya que no se ve ninguna población habitada, ni apenas circulación en horas nocturnas. Los misterios cuando se comunican, entre personas que han padecido lo mismo, se entienden mucho más, y siempre queda el consuelo, de no ser ellos los únicos que lo han padecido, aunque su resultado fuera sin pérdida de nada, por el momento, ya que los dos hombres al despedirse, se notaban tensos, y sus corazones parecían estar circulando a un ritmo por encima de lo normal. Al darse la mano en la despedida, las dos manos sudaban a tope, sus miradas un poco nubladas y llorosas, parecían sentir el mismo destino. Era algo imposible de publicar, solo el silencio les hizo ser más humanos. G X Cantalapiedra.
Aquella noche de agosto, era para aquel hombre una pesadilla, de la que nunca se pudo librar, más aquel día del mes de septiembre, del año 2017, sintió algo en su cerebro, que hasta entonces nunca había sentido, fue en una sala de hospital, del Gregorio Marañón, de Madrid, donde un hombre de su misma edad, comento lo que le había pasado en el mes de agosto, de 1979, por las tierras de Soria, mejor dicho por Los Altos de Ayllón. En aquel momento tembló, aquel hombre con, 72, años, era una historia idéntica a la que el pasó, por aquellas tierras de Segovia y Soria, el hombre aquel comentaba, “Nunca he pasado más miedo, que en el mes de agosto de 1979, sobre las tres de la madrugada”, decía aquel hombre. “Sentí como un estado de felicidad, donde sin saber cómo circulaba mi coche, anduve como unos 25, kilómetros o quizá más, sin recordarme de nada de aquella carretera, que entonces pasaba por Peñalba de San Esteban, y llegue hasta pasado San Esteban de Gormaz, sin enterarme del camino ni de sus curvas, Aquellos dos hombres ya mayores, se dieron cuenta de que sus dudas nocturnas eran las mismas, el que comentaba la historia era soriano, el otro hombre también Castellano de la Profunda Castilla. Los dos habían pasado el mismo día, y quizá a la misma hora, por el mismo lugar, donde ninguna cosechadora estaba ya funcionando, y la brisa de la noche, era más bien aguantable, quizá anduviera con los 18, grados de temperatura, los dos hombres cambiaban de punto de vista, pero los dos pensaban lo mismo, como sus vehículos circularon tantos kilómetros, sin notar ningún ruido, como no recordaban el haber circulado por dichos Altos, sin ver nada raro, solo los dos ese dulzor en la mente, que les había dejado anulados como personas, como al darse cuenta de lo que habían pasado, tenían miedo el contárselo a su familia, por si pensaban que estaban locos, todos aquellos detalles, eran un jeroglífico imposible de explicar, y que casualidad, los dos hombres tenían en aquella sala de hospital a dos cuñados, con el corazón fastidiado, que ocupaban camas paralelas, se miraban con admiración, los dos eran de los mismos pensamientos, y los dos sentían temblores cuando volvían a pasar por aquel lugar de la carretera, que conduce de Soria a Segovia, y que nunca libremente se lo contaron a nadie, sí que los dos eran fieles oyentes de Cuarto Milenio, o sea Iker Jiménez. Aunque en aquella fecha no se le conocía en el mundo de los misterios. En el pasillo de la quinta planta del hospital, donde se encuentra la parte de coronarias, el tema se llegó a comentar sin complejos, ninguno de los dos hombres antes lo comentaron libremente, siempre el miedo al ridículo, y al pensar que alguien les llamara locos. Incluso sus propias mujeres, les indicaron que se habían quedado dormidos, y que el coche circulo como un autómata. Cosa que ellos nunca lo admitieron, era algo invisible desde el coche, lo que les hizo sentirse anulados como personas, y sin voluntad propia para decidir su camino, por eso cuando después pasaban por aquella carretera, el miedo a la oscuridad, y la noche solitaria, era una mala compañera. Los dos hombres salieron del Hospital, como más convencidos de que no eran unos locos, ni que ellos eran los únicos, que les había pasado algo parecido, por esas tierras que a veces sus parajes, parecen de otro planeta, ya que no se ve ninguna población habitada, ni apenas circulación en horas nocturnas. Los misterios cuando se comunican, entre personas que han padecido lo mismo, se entienden mucho más, y siempre queda el consuelo, de no ser ellos los únicos que lo han padecido, aunque su resultado fuera sin pérdida de nada, por el momento, ya que los dos hombres al despedirse, se notaban tensos, y sus corazones parecían estar circulando a un ritmo por encima de lo normal. Al darse la mano en la despedida, las dos manos sudaban a tope, sus miradas un poco nubladas y llorosas, parecían sentir el mismo destino. Era algo imposible de publicar, solo el silencio les hizo ser más humanos. G X Cantalapiedra.