MISTERIO SIN RESOLVER AQUELLA NOCHE
Cuando surgen los problemas en las noches de verano, piensas en buenos esquemas sin dejar de ser humano. Era por el mes de agosto de mil novecientos ochenta y uno, con el sudor en el rostro hubo viaje muy nocturno. A las tres de la mañana como flotando sin humo, el coche medio volando tuvo un vuelo inoportuno. Un martes de madrugada en un tiempo de misterios, el coche nunca rodaba ni pensaba en cementerios. Desde Los Altos de Ayllón sin pensar en la tardanza, pensó perder la razón con la brisa de esperanza. El Puente del Romancero muy tranquilo lo enfilaba, en aquel coche ligero, el conductor se afirmaba. Como llegue tan deprisa si mi motor ni sonaba, en aquella suave brisa ni por Peñalba pasaba. Kilómetros de distancia en la noche misteriosa, el hombre sin arrogancia no quiso gritar la cosa. A la familia comenta el pasaje de la noche, y dicen que siempre aumenta su misterio del derroche. Miedo le da pregonarlo en aquellos serios años, su misterio a de cuidarlo para no sufrir engaños. Aquella noche de estrellas con el coche bien lavado, pasaron cosas muy bellas que el hombre lo ha recordado. San Esteban en verano con sus terrazas despiertas, donde cualquier ser humano muchas dudas las comentan. Misterios tiene la noche sobre las grandes alturas, algunas tienen su broche para evitar las locuras. Un coche negro volando, quien habló de esa locura, agosto vino dejando algún signo de amargura. Hay pasos de penitente que se guardan con dulzura, que los pregona la gente y parecen ser locura. Cuando surgen los misterios en las llanuras inmensas, se piensa en los cementerios entre visiones muy tensas. Aquel agosto dejaba misterios sin soluciones, y aquel hombre se quedaba envuelto por confusiones. Los comentarios renacen sobre Los Altos de Ayllón, solo sombras hoy renacen sin entender la razón. En las noches misteriosas precisas ver la lección, no son las sendas dichosas las que dejan comprensión. G X Cantalapiedra.
Cuando surgen los problemas en las noches de verano, piensas en buenos esquemas sin dejar de ser humano. Era por el mes de agosto de mil novecientos ochenta y uno, con el sudor en el rostro hubo viaje muy nocturno. A las tres de la mañana como flotando sin humo, el coche medio volando tuvo un vuelo inoportuno. Un martes de madrugada en un tiempo de misterios, el coche nunca rodaba ni pensaba en cementerios. Desde Los Altos de Ayllón sin pensar en la tardanza, pensó perder la razón con la brisa de esperanza. El Puente del Romancero muy tranquilo lo enfilaba, en aquel coche ligero, el conductor se afirmaba. Como llegue tan deprisa si mi motor ni sonaba, en aquella suave brisa ni por Peñalba pasaba. Kilómetros de distancia en la noche misteriosa, el hombre sin arrogancia no quiso gritar la cosa. A la familia comenta el pasaje de la noche, y dicen que siempre aumenta su misterio del derroche. Miedo le da pregonarlo en aquellos serios años, su misterio a de cuidarlo para no sufrir engaños. Aquella noche de estrellas con el coche bien lavado, pasaron cosas muy bellas que el hombre lo ha recordado. San Esteban en verano con sus terrazas despiertas, donde cualquier ser humano muchas dudas las comentan. Misterios tiene la noche sobre las grandes alturas, algunas tienen su broche para evitar las locuras. Un coche negro volando, quien habló de esa locura, agosto vino dejando algún signo de amargura. Hay pasos de penitente que se guardan con dulzura, que los pregona la gente y parecen ser locura. Cuando surgen los misterios en las llanuras inmensas, se piensa en los cementerios entre visiones muy tensas. Aquel agosto dejaba misterios sin soluciones, y aquel hombre se quedaba envuelto por confusiones. Los comentarios renacen sobre Los Altos de Ayllón, solo sombras hoy renacen sin entender la razón. En las noches misteriosas precisas ver la lección, no son las sendas dichosas las que dejan comprensión. G X Cantalapiedra.