LOS SUEÑOS ROTOS DE UN EMIGRANTE
En aquella tarde los sueños de aquel emigrante, se verían desvanecerse, el emigrante que soñaba con volver a su tierra, y encontrar a su gente, se dio en pocos minutos con la dura realidad, ni allí vivirían sus amigos de la infancia, ni tampoco aquella niña de largas coletas, con la que él soñaba en la distancia, eran otras gentes y otras nuevas ilusiones las que acaparaban la vida de su pueblo. Sintió rabia al ver que todo aquel castillo de naipes que él se había trazado, habría saltado por los aires, recorrió las calles casi desiertas, tras los visillos alguien le contemplaba, se daban cuenta de que aquel casi niño que su tierra abandonaba, volvía de nuevo a pisar las mismas aceras y los mismos campos que de niño había pisado. Aunque esta vez le había acompañado una tremenda ilusión por poder rehacer su vida, miraba la casa donde aquella niña de coletas negras a la que él admiraba, se encontraba cerrada y con aspecto medio arruinada. Quiso preguntar a los vecinos, pero le parecía una rara frivolidad, en aquel momento apareció un señor mayor con bastón en la mano, que le reconoció, después de preguntarle como le iba la vida, entablaron una larga conversación, el vecino le comentó, todo lo que aquella familia había logrado hacer marchándose de aquel pueblo, el emigrante se sintió un pobre desafortunado, que al escuchar ciertas historias solo él podía sentir el paso del tiempo, aquella niña de las coletas, se había casado lejos del pueblo, y sus padres eligieron marcharse a tierras catalanas. Nada le salía como él había planeado, quería encontrar una nueva forma de vivir, y soñaba con aquella niña que ya seria mujer casadera, pero todo se le fue evaporando, sus recuerdos se quedaban en nada, miro las campanas de su pueblo, que eran como si hubieran sido los testigos del paso de los años. Solo sintiendo el paso del tiempo, apretando sus duras manos sin poder entender su camino de trabajo y sufrimiento. Los años nunca perdonan, eso lo había escuchado en sus largas noches en vela trabajando, para poder ganar el dinero con el que un día podría volver a su tierra y formar su nueva vida. Sus ilusiones se volvían vanas, sus sueños se sentían rotos, era un nuevo desengaño en su vida de emigrante. Le hubiera gustado encontrarse algún amigo de su infancia, pero no era el caso, el pueblo estaba medio abandonado, la emigración le había dado una forma casi desértica. Caminó hasta el único bar que allí había existido siempre, se dio cuenta del silencio que allí dentro se notaba, al entrar comprobó que no eran personas de aquel pueblo los que regían el bar, todo era distinto, incluso hasta el mostrador nada se parecía aquel donde alguna vez él tomó alguna bebida. Charlo con el camarero, mientras pensaba que era todo un cambio, en aquel pueblo donde el paso su niñez y parte de su infancia, a lo que él pensaba, no puede ser que en estos pocos años de mi marcha, este pueblo se encuentre así de abandonado. Se acerco a la casa donde él había nacido y dado sus primeros pasos, la vio de una forma destartalada, la fachada parecía agrietada y hasta un poco vencida hacia adelante, le dieron ganas de salir corriendo, pero la nostalgia de su niñez se lo impedía. Después de recorrer todo el pueblo incluido las eras, decidió acercarse a su automóvil, ocupó el asiento del volante, y se quedo pensando en todo lo que acababa de vivir, sus sueños empezaban a estar rotos, aquella tierra que le vio nacer, no era la tierra con lo que el soñaba, sus pensamientos de encontrar la mujer de sus sueños nunca podrían ser realidad, todo el laberinto que él había soñado, se terminaba en aquel viaje que tantos años el mismo había trazado, al poner en marcha la radio del automóvil sonó la canción de, Maitechu mía, sus ojos lloraron no se si de emoción o de ver sobre el terreno su propio destino. Era imposible aceptarlo, su vida no se podía acabar en aquel lugar donde los silencios eran como un castigo a su emigración forzosa, quiso no pensar en lo ocurrido, pero su mente ya nunca podría olvidar, aquel viaje donde se rompieron sus sueños. G X Cantalapiedra.
En aquella tarde los sueños de aquel emigrante, se verían desvanecerse, el emigrante que soñaba con volver a su tierra, y encontrar a su gente, se dio en pocos minutos con la dura realidad, ni allí vivirían sus amigos de la infancia, ni tampoco aquella niña de largas coletas, con la que él soñaba en la distancia, eran otras gentes y otras nuevas ilusiones las que acaparaban la vida de su pueblo. Sintió rabia al ver que todo aquel castillo de naipes que él se había trazado, habría saltado por los aires, recorrió las calles casi desiertas, tras los visillos alguien le contemplaba, se daban cuenta de que aquel casi niño que su tierra abandonaba, volvía de nuevo a pisar las mismas aceras y los mismos campos que de niño había pisado. Aunque esta vez le había acompañado una tremenda ilusión por poder rehacer su vida, miraba la casa donde aquella niña de coletas negras a la que él admiraba, se encontraba cerrada y con aspecto medio arruinada. Quiso preguntar a los vecinos, pero le parecía una rara frivolidad, en aquel momento apareció un señor mayor con bastón en la mano, que le reconoció, después de preguntarle como le iba la vida, entablaron una larga conversación, el vecino le comentó, todo lo que aquella familia había logrado hacer marchándose de aquel pueblo, el emigrante se sintió un pobre desafortunado, que al escuchar ciertas historias solo él podía sentir el paso del tiempo, aquella niña de las coletas, se había casado lejos del pueblo, y sus padres eligieron marcharse a tierras catalanas. Nada le salía como él había planeado, quería encontrar una nueva forma de vivir, y soñaba con aquella niña que ya seria mujer casadera, pero todo se le fue evaporando, sus recuerdos se quedaban en nada, miro las campanas de su pueblo, que eran como si hubieran sido los testigos del paso de los años. Solo sintiendo el paso del tiempo, apretando sus duras manos sin poder entender su camino de trabajo y sufrimiento. Los años nunca perdonan, eso lo había escuchado en sus largas noches en vela trabajando, para poder ganar el dinero con el que un día podría volver a su tierra y formar su nueva vida. Sus ilusiones se volvían vanas, sus sueños se sentían rotos, era un nuevo desengaño en su vida de emigrante. Le hubiera gustado encontrarse algún amigo de su infancia, pero no era el caso, el pueblo estaba medio abandonado, la emigración le había dado una forma casi desértica. Caminó hasta el único bar que allí había existido siempre, se dio cuenta del silencio que allí dentro se notaba, al entrar comprobó que no eran personas de aquel pueblo los que regían el bar, todo era distinto, incluso hasta el mostrador nada se parecía aquel donde alguna vez él tomó alguna bebida. Charlo con el camarero, mientras pensaba que era todo un cambio, en aquel pueblo donde el paso su niñez y parte de su infancia, a lo que él pensaba, no puede ser que en estos pocos años de mi marcha, este pueblo se encuentre así de abandonado. Se acerco a la casa donde él había nacido y dado sus primeros pasos, la vio de una forma destartalada, la fachada parecía agrietada y hasta un poco vencida hacia adelante, le dieron ganas de salir corriendo, pero la nostalgia de su niñez se lo impedía. Después de recorrer todo el pueblo incluido las eras, decidió acercarse a su automóvil, ocupó el asiento del volante, y se quedo pensando en todo lo que acababa de vivir, sus sueños empezaban a estar rotos, aquella tierra que le vio nacer, no era la tierra con lo que el soñaba, sus pensamientos de encontrar la mujer de sus sueños nunca podrían ser realidad, todo el laberinto que él había soñado, se terminaba en aquel viaje que tantos años el mismo había trazado, al poner en marcha la radio del automóvil sonó la canción de, Maitechu mía, sus ojos lloraron no se si de emoción o de ver sobre el terreno su propio destino. Era imposible aceptarlo, su vida no se podía acabar en aquel lugar donde los silencios eran como un castigo a su emigración forzosa, quiso no pensar en lo ocurrido, pero su mente ya nunca podría olvidar, aquel viaje donde se rompieron sus sueños. G X Cantalapiedra.