He leído el último comentario y, después de visitar
Rello este
verano, -además de Berlanga-, me ha parecido muy atinado. Rello se merece, no sólo visitarlo, sino pasar una buena temporada en él. Todavía tengo grabada la luz, la pureza del aire y el silencio interrumpido por las golondrinas y los gorriones de sus
calles . Voveré y, si puedo, me buscaré un
rincón entre esos pacíficos castellanos.