ENTRE RELLO Y BARAHONA
En aquella noche del mes de noviembre, del año 1919, aquel joven pensó que era el momento de empezar una nueva vida, y al día siguiente sin pensarlo demasiado logro dejar su pueblo y salir a buscar su futuro donde fuera necesario. Eran años duros en aquella zona del sur de la provincia de Soria, y el servicio militar le estaba esperando, y a la vez acomplejando. Y aquello fue la chispa para iniciar un viaje a lo desconocido, después de haber andado una larga jornada, tuvo que buscar donde dormir en Rello, que siendo un pueblo amurallado todo el recinto, y el joven con muy poco dinero, decidió pasar la noche en un pajar, que estaba fuera de las murallas, aquella noche en aquel oscuro pajar, empezó a pensar que sería muy bueno el llegar a Medinaceli, para luego tratar de coger el camino de Francia, donde le habían llegado noticias de que existía trabajo para la emigración española. Sin llegar amanecer, se despertó para salir andando con su poco equipaje acuestas, dirigiéndose camino de Barahona, donde intento comer y coger fuerzas, para seguir su camino, aunque su poco dinero le hizo quedarse a trabajar en dicho pueblo de ayudante de albañil, y pasar allí unas cuantas jornadas, en la casa que estaban arreglando. Las noches en Barahona le producían un sentimiento de buscar los misterios de dicho lugar, subiendo hasta la Puerta de su Iglesia, y a la vez hablar con algún joven del lugar, del famoso confesionario de Las Brujas. Toda aquella vida nueva le parecía interesante, y su economía funcionaba, por eso sin esperar demasiados días, una madrugada marchó camino de Medinaceli, con un joven de Barahona, que se dirigía hasta esa localidad, para vender unos cerdos, el camino le resulto tranquilo, un rato en el carro, y otro andando al compás de la acémila, que tiraba del carro. Aquella vida que acababa de empezar, no le resultaba nada fácil, era menos de un mes, y su cuerpo estaba empezando a sentir el frío de aquellos altos de Barahona, que sobrepasaban muchas noches los tres grados bajo cero. Al llegar a Medinaceli, compro algo de ropa, y pronto se hizo con el viaje hacia Zaragoza, en un camión de aquellos años, que no rebasaba los 40, kilómetros hora, pero que se dedicaba a transportar mercancías entre diferentes lugares, el conductor le comento, tienes que ayudarme a subir y bajar paquetes, hasta la ciudad de Zaragoza, cosa que el joven accedió sin ningún problema. El camino le resulto bonito y largo, y en la ciudad de Zaragoza intento comprar un billete de tren que le llevara a Francia, cosa que el dinero no le daba de si para tanto recorrido. Pero sin pensarlo demasiado, se subió en aquel tren de asientos de madera, y sin apartamentos, al ver como el revisor intentaba pasar su revista a los viajeros, no lo dudo, se fue hasta el tope del tren al final, donde se sujetó a la barandilla, y así paso su camino largo, en aquel tren que le llevo hasta Barcelona. una vez en la ciudad de Barcelona, le informaron que había barcos mercantes, que le llevarían hasta Francia, se tuvo que enrolar en dicho barco, para poder navegar más tranquilo, dándose la coincidencia de que allí navegaba un soriano, que lo mismo que él joven había hecho, para poder salir de su ambiente de pueblo casi despoblado, decidió un día marcharse a Barcelona. Y allí comenzar su vida de marino mercante, El joven pensaba quedarse en Francia, pero al ver aquel mundo para el nuevo, y con la compañía de su paisano, decidió seguir en el barco, hasta donde fuera necesario. Este joven que marchó camino de lo desconocido, ya nunca se quedaría en Francia, estuvo toda su vida, en la marina mercante, donde fue escalando puestos de responsabilidad hasta su jubilación, y el final de sus días fueron en América Latina, donde descansan sus huesos.
G X Cantalapiedra.
En aquella noche del mes de noviembre, del año 1919, aquel joven pensó que era el momento de empezar una nueva vida, y al día siguiente sin pensarlo demasiado logro dejar su pueblo y salir a buscar su futuro donde fuera necesario. Eran años duros en aquella zona del sur de la provincia de Soria, y el servicio militar le estaba esperando, y a la vez acomplejando. Y aquello fue la chispa para iniciar un viaje a lo desconocido, después de haber andado una larga jornada, tuvo que buscar donde dormir en Rello, que siendo un pueblo amurallado todo el recinto, y el joven con muy poco dinero, decidió pasar la noche en un pajar, que estaba fuera de las murallas, aquella noche en aquel oscuro pajar, empezó a pensar que sería muy bueno el llegar a Medinaceli, para luego tratar de coger el camino de Francia, donde le habían llegado noticias de que existía trabajo para la emigración española. Sin llegar amanecer, se despertó para salir andando con su poco equipaje acuestas, dirigiéndose camino de Barahona, donde intento comer y coger fuerzas, para seguir su camino, aunque su poco dinero le hizo quedarse a trabajar en dicho pueblo de ayudante de albañil, y pasar allí unas cuantas jornadas, en la casa que estaban arreglando. Las noches en Barahona le producían un sentimiento de buscar los misterios de dicho lugar, subiendo hasta la Puerta de su Iglesia, y a la vez hablar con algún joven del lugar, del famoso confesionario de Las Brujas. Toda aquella vida nueva le parecía interesante, y su economía funcionaba, por eso sin esperar demasiados días, una madrugada marchó camino de Medinaceli, con un joven de Barahona, que se dirigía hasta esa localidad, para vender unos cerdos, el camino le resulto tranquilo, un rato en el carro, y otro andando al compás de la acémila, que tiraba del carro. Aquella vida que acababa de empezar, no le resultaba nada fácil, era menos de un mes, y su cuerpo estaba empezando a sentir el frío de aquellos altos de Barahona, que sobrepasaban muchas noches los tres grados bajo cero. Al llegar a Medinaceli, compro algo de ropa, y pronto se hizo con el viaje hacia Zaragoza, en un camión de aquellos años, que no rebasaba los 40, kilómetros hora, pero que se dedicaba a transportar mercancías entre diferentes lugares, el conductor le comento, tienes que ayudarme a subir y bajar paquetes, hasta la ciudad de Zaragoza, cosa que el joven accedió sin ningún problema. El camino le resulto bonito y largo, y en la ciudad de Zaragoza intento comprar un billete de tren que le llevara a Francia, cosa que el dinero no le daba de si para tanto recorrido. Pero sin pensarlo demasiado, se subió en aquel tren de asientos de madera, y sin apartamentos, al ver como el revisor intentaba pasar su revista a los viajeros, no lo dudo, se fue hasta el tope del tren al final, donde se sujetó a la barandilla, y así paso su camino largo, en aquel tren que le llevo hasta Barcelona. una vez en la ciudad de Barcelona, le informaron que había barcos mercantes, que le llevarían hasta Francia, se tuvo que enrolar en dicho barco, para poder navegar más tranquilo, dándose la coincidencia de que allí navegaba un soriano, que lo mismo que él joven había hecho, para poder salir de su ambiente de pueblo casi despoblado, decidió un día marcharse a Barcelona. Y allí comenzar su vida de marino mercante, El joven pensaba quedarse en Francia, pero al ver aquel mundo para el nuevo, y con la compañía de su paisano, decidió seguir en el barco, hasta donde fuera necesario. Este joven que marchó camino de lo desconocido, ya nunca se quedaría en Francia, estuvo toda su vida, en la marina mercante, donde fue escalando puestos de responsabilidad hasta su jubilación, y el final de sus días fueron en América Latina, donde descansan sus huesos.
G X Cantalapiedra.