EL PANADERO
La
yegua llevaba ya un buen rato cabeceando todo lo que le permitía el ramal que la ataba a una herradura clavada en el primer poste de los
soportales. Cabeceaba de aburrimiento, de hambre y de desesperación por el tiempo que llevaba allí sola y desamparada. Esa misma desesperación era la que llevaba a la teniente O´Neill desde la cocina a la
puerta de
casa. Iba, volvía y decía como una letanía, " Y este hombre cuando se va a ir a casa". Ese hombre era Vicente, El Panadero. Unos cuantos
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