Ubicada en un cerro, el del Mirón, frente al del
Castillo y junto a la
muralla medieval, un emplazamiento excepcional para iniciar una ruta que nos sumerja en la
Soria histórica y literaria. Aunque la leyenda le atribuye origen visigodo, en este lugar se levantaba una de las 35
parroquias medievales en honor a
Santa María del Mirón que, debido a la despoblación del pequeño
barrio en el que se ubicaba, perdió su categoría para pasar a ser
ermita. Pero a pesar de ello la devoción a la
Virgen no se perdió, pues era considerada patrona de la ciudad.
En la plazoleta de la entrada a la ermita, se hizo
costumbre reunirse los labradores de la ciudad y de muchos
pueblos de los alrededores realizando
procesiones de concordia en caso de necesidad de
lluvia. Hoy en día los labradores siguen celebrando el día de
San Isidro con subastas de animales.
Construido en el año 1725 en estilo barroco o extremo rococó sobre las
ruinas de otra
iglesia románico –
gótica de la que sólo se mantenía el
ábside cuyo espacio se destinó a la sacristía, cuenta con planta de
cruz latina,
cúpula semi-esférica en el crucero, completado con una linterna y
bóvedas de arista en el resto, apoyadas en
arcos que arrancan de una cornisa muy saliente y decorada con ménsulas de yeso, resaltando en todo el interior alrededor del muro.
En el interior encontramos cuatro
retablos, dos en la zona del crucero en los que se reflejan imágenes de la Virgen con el Niño y de San Saturio, otro en la sacristía también dedicado a la Virgen y el
retablo - camarín mayor, del S. XVIII, es esbelto, en su centro destaca la Virgen del Mirón, sobre un fondo transparente que ilumina la luz del camarín.
En 1755 Felipe Molero Mediana, clérigo de la población, mandó construir una preciosa
columna de
piedra, obelisco barroco, de tres cuerpos del gusto de Churriguera con el busto de San Saturio, que colocó en medio de la plazoleta de la entrada.
El
Paseo del Mirón junto a la ermita concluye en uno de los parajes privilegiados de la ciudad pues este
mirador ofrece una de las mejores vistas del
Río Duero. Por este paseo Machado acompañaba a su esposa Leonor cuando ya estaba muy enferma, pues allí era donde mejor aire puro se respiraba.
Con motivo de la celebración del centenario de la llegada del poeta a la ciudad se colocó en el mirador un
monumento en honor a él y su esposa, con sus siluetas unidas.