El
árbol está seco...
se vació su espacio, al consumirse el tiempo.
Se atrofiaron sus ramas
-que eran como alas de ángel-,
perdiendo
nidos, ternuras y miedos.
Lejos quedaron ya las nubes,
la huida de la
noche y los límites de fuego.
Su tronco fue respaldo,
de poetas ilusos escribiendo versos,
de abstraídos lectores ávidos de ilusiones y desconsuelos.
¡Qué distante queda ya el
cielo!
-solo algún paso cercano, lo saca de este lamento-.