Llegó con sus largas piernas
un aciago día.
Pasó sin llamar… silenciosa y dolorida.
Me pilló por sorpresa,
mientras amarraba nubes
entre azucenas marchitas.
Era persuasiva la muy ladina
y de una belleza tan pura como exquisita.
Con todo ello, ¡quién iba a negarse, a ser su
amiga!
Formamos una pareja
de las que dan envidia,
pues nunca nos separamos
ni de
noche ni de día.
Y al final pasó lo que imaginas...
que trajo con ella lo que más quería.
Un triángulo amoroso formamos:
la Soledad, la Amargura
y esta existencia mía;
que ni sueña, ni duerme,
ni de dolor se vacía.