Este fin de semana he estado en el
pueblo. No sé cómo expresar la pluralidad de sensaciones que he experimentado viendo nuestro
campo con esa variedad de
colores tan característico de nuestra zona en esta
primavera "atrasada". Rojos, amarillos y malvas convergían sobre la verde hierba, teniendo como cortina las altas espigas del centeno y las hermanas chicas de los trigales. Lástima que cuando lleguen los
girasoles ya se hayan marchitado las
amapolas, pues estas dos plantas herbáceas amalgaman en su contraste de colores haciendo que la vista se recree hasta cortar en el horizonte.
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