MARÍA
María ya no tiene la piel suave,
ni dedos impregnados de inocencia.
María perdió el rumbo recostada
en la música de aquel viejo piano...
Le quitaron los sueños
que de sus ojos escaparon,
la verde maceta que a sus pies florecía,
los besos furtivos bajo palio de avidez.
Ya no hubo suaves labios
que pronunciaran su nombre,
ni dedos que anotaran olvidos
en sus párpados desnudos.
De día o de noche su pintarrajeada sonrisa
navega a la deriva,
entre callejones tristes y farolas olvidadas.
Encaramada a su soledad,
es como gato sin dueño,
como el hada de los cuentos,
que nadie se acuerda de besar.
María ya no tiene la piel suave,
ni dedos impregnados de inocencia.
María perdió el rumbo recostada
en la música de aquel viejo piano...
Le quitaron los sueños
que de sus ojos escaparon,
la verde maceta que a sus pies florecía,
los besos furtivos bajo palio de avidez.
Ya no hubo suaves labios
que pronunciaran su nombre,
ni dedos que anotaran olvidos
en sus párpados desnudos.
De día o de noche su pintarrajeada sonrisa
navega a la deriva,
entre callejones tristes y farolas olvidadas.
Encaramada a su soledad,
es como gato sin dueño,
como el hada de los cuentos,
que nadie se acuerda de besar.