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VALDENARROS: ¿Sabes que ha muerto el indigente de la esquina? Lo...

¿Sabes que ha muerto el indigente de la esquina? Lo soltó con tono indiferente, como quien dice: ¿Sabes que el pan ha subido 2 céntimos? Me entraron ganas de gritar: El indigente tenía un nombre; se llamaba Martín y era el padre de tu nieto.

Lo conocí con quince años; en esa alocada edad donde los sueños crecen raudos en los hondos jardines del deseo. Si no me hubiera preguntado la hora cuando pasé delante de aquella librería; si yo, ostentosa de mi belleza, no me hubiese parado a contestarle; tal vez nunca me hubiera encontrado con esa embaucadora mirada verde. La mía, que desbordaba inexperiencia, y la suya, que era pura lascivia, gritaron en silencio la ambición de un beso. Cruzamos el umbral prohibido, y en mi locura vi amor y poesía, cuando lo que se me ofrecía solamente era engaño y retórica. Y un día, de repente, sin despedida alguna, puso fin a lo que siempre fue un adiós inconcluso.

Volví a casa con la inocencia perdida y con los labios sellados. Lloré durante un tiempo aquellos pasos que se fueron. Los míos también se ausentaron para dejarse caer en otra tierra y en otra soledad. Regresé con mi hijo cuando mi padre enfermó. Nunca perdonó mi debilidad, ni tan siquiera viendo el fruto de ella.

Ayer ocurrió que aquellos ojos volvieron a aparecer de nuevo. En el mismo lugar donde los vi por primera vez, solo que ahora miraban diferente. Perdidos, astillados, maltrechos, enajenados, rodeados de piel envejecida y desamparo. No reconocieron los míos cuando me asomé a ellos. Y yo no dije nada. Tal vez, si aquel día, tampoco hubiese contestado que eran las seis menos cinco... quizá mi padre ahora estaría preguntándo indolente si sé cuánto ha subido el pan.

(se puede leer también en: valdenarros. hazblog. com)