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MOMENTOS DE FELICIDAD
Los ojos sin luz del anciano viñador seguían siendo afortunados. Sonreían mientras el sonido de la cadenciosa lluvia que caía sobre las tejas del porche, se fusionaba con la melodiosa voz de su esposa recitando poemas; y el aroma a tierra mojada se perdía en la suave brisa cuando alzando su copa percibía el olor afrutado de ese rojo intenso.
EN SU BOCA
Colocó en su mano la dorada uva de la primera cosecha. La miró, y admiró. Luego, acercándola despacio hasta los labios, la acarició con ellos. La introdujo despacio en la boca, para lentamente aprionarla y estrujarla entre sus blancos dientes. La explosión de placer que inundó el paladar, hizo que comprendiera que efectívamente ella era un aperitivo de la felicidad.
DEL AROMA Y LOS RECUERDOS
Yo tenía un abuelo vinatero que iba de pueblo en pueblo. Yo tenía las mejores peras al vino que amorosamente hacía mi abuela. Yo tenía una pequeña barrica que mi padre fabricó; con ella jugaba a ser tabernero.
Hoy ni tengo abuelos, ni tengo padre; pero no me falta un buen vino con el que poner sonrisas a los recuerdos.
Los ojos sin luz del anciano viñador seguían siendo afortunados. Sonreían mientras el sonido de la cadenciosa lluvia que caía sobre las tejas del porche, se fusionaba con la melodiosa voz de su esposa recitando poemas; y el aroma a tierra mojada se perdía en la suave brisa cuando alzando su copa percibía el olor afrutado de ese rojo intenso.
EN SU BOCA
Colocó en su mano la dorada uva de la primera cosecha. La miró, y admiró. Luego, acercándola despacio hasta los labios, la acarició con ellos. La introdujo despacio en la boca, para lentamente aprionarla y estrujarla entre sus blancos dientes. La explosión de placer que inundó el paladar, hizo que comprendiera que efectívamente ella era un aperitivo de la felicidad.
DEL AROMA Y LOS RECUERDOS
Yo tenía un abuelo vinatero que iba de pueblo en pueblo. Yo tenía las mejores peras al vino que amorosamente hacía mi abuela. Yo tenía una pequeña barrica que mi padre fabricó; con ella jugaba a ser tabernero.
Hoy ni tengo abuelos, ni tengo padre; pero no me falta un buen vino con el que poner sonrisas a los recuerdos.