Sentada en el viejo balancín
miro tras las rejas del patio,
y veo pasar la nada.
El viento hoy no tiene rostro
y por eso no insiste en hablarme;
se aleja con su locura en silencio.
Los sonidos pasan de puntillas
para no llamar mi atención,
pero me da tiempo
a ver la hipocresía en sus labios.
Los olores se esconden mutilados
tras las sombras
que empiezan a asomar;
ante su impertinencia
tapo mi nariz.
Y ahora al viejo balancín se ha parado;
quizá ya no quiera mecer más mis paranoías.
miro tras las rejas del patio,
y veo pasar la nada.
El viento hoy no tiene rostro
y por eso no insiste en hablarme;
se aleja con su locura en silencio.
Los sonidos pasan de puntillas
para no llamar mi atención,
pero me da tiempo
a ver la hipocresía en sus labios.
Los olores se esconden mutilados
tras las sombras
que empiezan a asomar;
ante su impertinencia
tapo mi nariz.
Y ahora al viejo balancín se ha parado;
quizá ya no quiera mecer más mis paranoías.