ROSTRO DE AGUA (POEMA GANADOR DEL III CERTAMEN DE POESÍA GERTRUDIS GOMEZ DE AVELLANEDA)
Suena otra vez la “Quinta de Beethoven”,
y la lluvia, pletórica de presteza e indiferente
al paso de las horas, moja el rostro exangüe
de la mujer asomada a la ventana.
Abajo, las luces de los coches aún mueven la ciudad.
Con mano temblorosa, hunde el filtro
en la comisura de unos labios ausentes de besos.
Labios a los que impusieron silencio
con tormentos ocultos y apretados.
Envidia el humo que se hace hueco en la lluvia.
Con rostro inmóvil, deja caer de entre los dedos
el cigarrillo inacabado, y observa hipnotizada
como suda libertad.
Desde el salón, alguien grita con rabia su nombre;
que se pierde entre los acordes de dos timbales.
Se acomoda sobre el alféizar. Está frío.
Igual que la lápida de cualquier cementerio, piensa.
Los últimos compases in crescendo,
parecen sentir el horror que se avecina.
Ha dejado de llover sobre el sucio asfalto,
y una impulsiva ráfaga de viento
voltea un débil paraguas negro
.
La música ha enmudecido de repente;
quizá sea porque conoce el color de la muerte.
El aire, portador indiscutible de elogios,
acaricia dulcemente su rostro,
y parece componer un “scherzo” solo para ella.
Y entonces cierra los ojos y sonríe,
y se deja llevar como fantasma sin huella,
hacia ese vacío ignoto que hace tiempo la reclama.
(También publicado en mi blog al igual que lo será en el próximo mes de junio en la revista "La Pluma" editada en el Burgo y de venta en las librerías)
Suena otra vez la “Quinta de Beethoven”,
y la lluvia, pletórica de presteza e indiferente
al paso de las horas, moja el rostro exangüe
de la mujer asomada a la ventana.
Abajo, las luces de los coches aún mueven la ciudad.
Con mano temblorosa, hunde el filtro
en la comisura de unos labios ausentes de besos.
Labios a los que impusieron silencio
con tormentos ocultos y apretados.
Envidia el humo que se hace hueco en la lluvia.
Con rostro inmóvil, deja caer de entre los dedos
el cigarrillo inacabado, y observa hipnotizada
como suda libertad.
Desde el salón, alguien grita con rabia su nombre;
que se pierde entre los acordes de dos timbales.
Se acomoda sobre el alféizar. Está frío.
Igual que la lápida de cualquier cementerio, piensa.
Los últimos compases in crescendo,
parecen sentir el horror que se avecina.
Ha dejado de llover sobre el sucio asfalto,
y una impulsiva ráfaga de viento
voltea un débil paraguas negro
.
La música ha enmudecido de repente;
quizá sea porque conoce el color de la muerte.
El aire, portador indiscutible de elogios,
acaricia dulcemente su rostro,
y parece componer un “scherzo” solo para ella.
Y entonces cierra los ojos y sonríe,
y se deja llevar como fantasma sin huella,
hacia ese vacío ignoto que hace tiempo la reclama.
(También publicado en mi blog al igual que lo será en el próximo mes de junio en la revista "La Pluma" editada en el Burgo y de venta en las librerías)