HACIA LA FRONTERA DEL SUEÑO
Otra noche más, las imágenes acuden a mí en todo su apogeo. Parajes surrealistas, laberínticos, cadenciosos, ciclópeos, parsimoniosos; con personajes imperfectos, equivocados, sencillos, irreverentes, idealistas, pragmáticos; pero siempre cautivadores. Al despertar, siempre pienso que debería pintarlos –literalmente– para intentar así, recordar qué ha ocurrido en mi plano onírico. Pero soy consciente de mis limitaciones, y como jamás he cogido un pincel, creo que nunca seré capaz de realizar cuatro trazos decentes que me hagan recordar. He llegado a pensar –lo hago continuamente–, en ese estado de decepción, que una cámara fotográfica de sueños sería la solución. Así que ayer fui al mercado negro y compré una de oferta. Pero al intentar pasar la frontera que separa la lucidez de lo confuso y/o absurdo, me la han requisado por ser un dispositivo ilegal. Una verdadera lástima porque esa noche fue de una actividad fuera de lo común, y estoy seguro que hubiera tenido material suficiente para hacer un buen estudio.
Así que he decidido acometer lo proyectado con papel y lápiz; los únicos elementos con lo que mejor, o peor, me defiendo. Aquí están, entre mis manos, resplandecientes, como dos armas recién pulidas y listas para usar. Estoy preparado para traspasar la linea divisoria. Cierro los ojos e intento avanzar por ese oscuro y cada vez más estrecho túnel. El tiempo pasa lento, demasiado diría yo, y polvoriento como mis pasos. Son ya las seis de la mañana y estoy exhausto. Han sido muchas horas de agitación, de ansiedad, de feroz combate silencioso. Y al final he tenido que admitir mi derrota ante lo único que se interpone entre estos dos mundos: El sempiterno e inoportuno insomnio.
(En mi blog (enlace directo pinchando en las letras rojas) podéis ver este relato ilustrado por un collage compuesto por acuarelas y fotos de mi autoría).
Otra noche más, las imágenes acuden a mí en todo su apogeo. Parajes surrealistas, laberínticos, cadenciosos, ciclópeos, parsimoniosos; con personajes imperfectos, equivocados, sencillos, irreverentes, idealistas, pragmáticos; pero siempre cautivadores. Al despertar, siempre pienso que debería pintarlos –literalmente– para intentar así, recordar qué ha ocurrido en mi plano onírico. Pero soy consciente de mis limitaciones, y como jamás he cogido un pincel, creo que nunca seré capaz de realizar cuatro trazos decentes que me hagan recordar. He llegado a pensar –lo hago continuamente–, en ese estado de decepción, que una cámara fotográfica de sueños sería la solución. Así que ayer fui al mercado negro y compré una de oferta. Pero al intentar pasar la frontera que separa la lucidez de lo confuso y/o absurdo, me la han requisado por ser un dispositivo ilegal. Una verdadera lástima porque esa noche fue de una actividad fuera de lo común, y estoy seguro que hubiera tenido material suficiente para hacer un buen estudio.
Así que he decidido acometer lo proyectado con papel y lápiz; los únicos elementos con lo que mejor, o peor, me defiendo. Aquí están, entre mis manos, resplandecientes, como dos armas recién pulidas y listas para usar. Estoy preparado para traspasar la linea divisoria. Cierro los ojos e intento avanzar por ese oscuro y cada vez más estrecho túnel. El tiempo pasa lento, demasiado diría yo, y polvoriento como mis pasos. Son ya las seis de la mañana y estoy exhausto. Han sido muchas horas de agitación, de ansiedad, de feroz combate silencioso. Y al final he tenido que admitir mi derrota ante lo único que se interpone entre estos dos mundos: El sempiterno e inoportuno insomnio.
(En mi blog (enlace directo pinchando en las letras rojas) podéis ver este relato ilustrado por un collage compuesto por acuarelas y fotos de mi autoría).