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VALDENARROS: Sonia y yo cenábamos en una terrazita al aire libre....

Sonia y yo cenábamos en una terrazita al aire libre. Desde la discreta esquina que había reservado dos días antes para celebrar nuestro compromiso, podía contemplar al resto de comensales y “etiquetarlos”. Una manía como cualquier otra que adquirí durante los tremendos atascos que siempre hay en Madrid.

“ ¡Es la chica de la perfumería!”, exclamé para mí al reconocerla entre un grupo, bastante animado por cierto, de hombres. La conocí cuando entré hace un mes a comprar una loción para la caída del pelo. 

Mientras mi novia comía y hablaba sin parar, yo seguía observándola con disimulo. Aún recuerdo su olor a sensualidad. ¿Que cómo es? No sabría explicarlo; tan solo sé que al percibirlo las piernas me tiemblan y la lengua se me traba si tengo que hablar. Debí parecer un “lerdo”, sigo pensando todavía.

Descubrí ese aroma hace muchos años, cuando la Srta. Puri, sempiterna profesora risueña, me preguntó que era un gameto. Me pilló desprevenido mirando el vaivén de sus voluptuosas caderas. También la vecina que vivía arriba de mis padres olía igual. Lo averigüé el día que llamó a la puerta para reclamar unas bragas que se habían caído en las cuerdas de tender. Muchas personas huelen así; y algunas, tan intensamente que provocan en mí estas reacciones físicas incontrolables. A Sonia también le sucedía, pero desde que un día la vi con los rulos puestos, se desvaneció para siempre.

Entonces, la chica de la perfumería, cruzó repentinamente su mirada con la mía. Yo la esquivé como pude; pero era demasiado tarde. Su fragancia inundó completamente mis sentidos. La pierna empezó a moverse frenéticamente y di sin querer a Sonia, quien me observó sorprendida. Intenté pedirla perdón; sin embargo las palabras no salían, si acaso alguna sin sentido, y ella comprendió rápido. Se levantó y me propinó un bofetón tan sonoro que todos se quedaron mirando. No sé si fue la vergüenza que sentí, o que el guantazo afectó a alguna parte de mi sensible nariz, pero desde entonces no he vuelto a apreciar ese olor.