Cuando volví a la cocina encontré a Pablo agachado debajo de la mesa. Tenía la cabeza escondida entre las piernas y con las manos se tapaba los oídos. Le pregunté qué hacía, y me contestó que en el frigorífico había alguien. Lo abrí para demostrarle que eso era imposible. `Hace ruidos extraños y de vez en cuando dice que me va a tragar´. Lo susurró muy asustado y evitando mirar hacia él. Reconozco que hasta sentí un escalofrío recorriéndome la espalda. Cuando lo compré en el mercadillo de segunda mano, ya me avisó su antiguo dueño que era un poco ruidoso, pero que a pesar de tener unos cuantos años, funcionaba muy bien. Luego reí sabiendo la enorme imaginación que siempre había tenido mi hijo.
Pablo dejó de entrar en la cocina, incluso dijo que yo tampoco lo hiciera. Su obsesión llegó hasta el punto de no querer comer nada que se hubiera guardado dentro. `El “monstruo” nos va a envenenar –comentó una noche de sopetón–. He oído como lo decía´. A partir de entonces solo quiso comida por encargo.
Había pasado una semana de todos estos hechos, y los ruidos huecos, guturales y lastimeros, eran cada vez más exagerados. Así que decidí deshacerme de él. Entré en internet para poner el anuncio, y no sé cómo, llegué hasta una página de sucesos de hace 50 años. En ella se hablaba de un cadáver encontrado en un frigorífico. Se trataba de un varón de unos 60 años, conocido investigador de hechos paranormales. La foto, de muy mala calidad, aparecía en blanco y negro; pero su cara era perfectamente reconocible. Se trataba del hombre que me había vendido el aparato en cuestión. Un grito de horror escapó de mi garganta. Debí quedar pálido como un muerto, porque Pablo, que llegó corriendo, se asustó al mirarme. No pude articular palabra, ni siquiera para detenerle cuando dijo que me traería un vaso de agua. Fue la última vez que vi a mi hijo.
(Seleccionado para formar parte de la antología del I CONCURSO RELATO CORTO DE TERROR (letras con arte). También publicado en mi blog.
Pablo dejó de entrar en la cocina, incluso dijo que yo tampoco lo hiciera. Su obsesión llegó hasta el punto de no querer comer nada que se hubiera guardado dentro. `El “monstruo” nos va a envenenar –comentó una noche de sopetón–. He oído como lo decía´. A partir de entonces solo quiso comida por encargo.
Había pasado una semana de todos estos hechos, y los ruidos huecos, guturales y lastimeros, eran cada vez más exagerados. Así que decidí deshacerme de él. Entré en internet para poner el anuncio, y no sé cómo, llegué hasta una página de sucesos de hace 50 años. En ella se hablaba de un cadáver encontrado en un frigorífico. Se trataba de un varón de unos 60 años, conocido investigador de hechos paranormales. La foto, de muy mala calidad, aparecía en blanco y negro; pero su cara era perfectamente reconocible. Se trataba del hombre que me había vendido el aparato en cuestión. Un grito de horror escapó de mi garganta. Debí quedar pálido como un muerto, porque Pablo, que llegó corriendo, se asustó al mirarme. No pude articular palabra, ni siquiera para detenerle cuando dijo que me traería un vaso de agua. Fue la última vez que vi a mi hijo.
(Seleccionado para formar parte de la antología del I CONCURSO RELATO CORTO DE TERROR (letras con arte). También publicado en mi blog.