Perdió la noción del tiempo. Las cosas no estaban donde las dejaba. El sueño venció su consciencia. Le atrapó la obligación de superación. No supo a que atenerse ante tan dudosa información. Huyó hacia un bosque de hayas rompiendo sus vestiduras ocres. Creyó tener alas para sobrevolar durante el día los lugares donde los otros sembraban la mies y convertirse en pelusa desvanecida durante las noches largas reparadoras. Mantuvo la cabeza fría a pesar de que su sangre hervía como una poción embrujada donde todas sus amantes habían perecido por las altas temperaturas. Oscureció de nuevo y se helaron sus sentimientos convirtiéndose en roca.