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VALDENEBRO: AQUELLA NOCHE ANDABAN LOS DIABLOS...

AQUELLA NOCHE ANDABAN LOS DIABLOS
Aquella noche del año 1946, del mes de septiembre, una tormenta amenazaba dicha noche, y aquel labrador con su burro, caminaba por tierras de Soria, camino del molino del río, para poder moler su costal de trigo, que lo tenía guardado en su pajar, para que no fuera comisado. El molino a veces era revisado, para que el estraperlo no se buscara los fallos, de la vigilancia de los decomisos de autoridades de entonces, El labrador veía los rayos y sentía los truenos, el animal se daba cuenta de aquella tormenta brutal, he intento parar junto a un corralón de ovejas, donde al empezar la lluvia, trato de tapar el costal de trigo con una manta que llevaba, y al lado de aquellas tapias de adobe aguanto dicha tormenta, estando allí un poco protegido, luego una vez pasado el chaparrón, continuo camino de aquel molino medio clandestino, donde al llegar el molinero le dijo, “es usted demasiado atrevido, la tormenta pudiera causarle algún daño, esperemos que terminemos pronto este trabajillo”, y en media hora estaba molido aquel costal de trigo, que al salir de su pueblo pesaba 70, kilos, y al regresar solo llevaba 40, kilos de harina, y sin protestar salió como alma que lleva el diablo, camino de su pueblo soriano. Eran más de las doce de la noche, el ambiente había enfriado, y aquel hombre siguió el camino del interior de la carretera que llevaba a su pueblo. Más pronto empezó a oír ruidos extraños, y su burro empezó a levantar las orejas tiesas, el miedo parecía hacer estragos. En aquella noche medio oscura, aquel labrador miraba hacia todas partes, pero en la noche no divisaba nada, y al ver el burro tan inquieto, tuvo que cogerle de la cabezada, para sujetarle, ya que el costal podía irse al suelo, y romperse con la caída. Fueron como dos kilómetros los que aquel animal estaba asustado, El hombre temía ser descubierto por alguien que en aquellos años se dedicaban a comisar alimentos que estaban racionados. Tratando de no perderse en aquel camino de tierra y piedra, después de dos horas de andar pasando miedo, llegó a su pueblo, entrando en su casa por la trasera, para no ser visto ni oído. Su esposa le esperaba con la intranquilidad de aquellos años, más al verle vivo y en buen estado se alegraba de la hazaña de su esposo. En la mente del hombre quedaban para el recuerdo, aquellos gemidos, que nunca llegó a saber de dónde provenían, ni unas luces en la lejanía, que no pertenecían a ningún pueblo de aquella comarca. El labrador pensó, mejor estar callado que contar verdades. G X Cantalapiedra.