MÁS ALLÁ DE LA LOCURA
No hay peor locura que la de sentirse como un pájaro si alas en medio de la noche. Pasearse por el límite de la razón (en este mundo de locos que nos ha tocado vivir) para vencer los fantasmas que engendra la propia realidad.
La locura en nuestra sociedad, un tanto neurótica, no es cuestión de una buena salud mental, sino más bien, de la suerte de tirar a tiempo las muletas que nos atan a tantos prejuicios y, poder ser nosotros mismos, ante la vorágine diaria.
Todos los años se celebra el día mundial de la salud mental y, uno se pregunta cómo se puede estar sano en medio de la esquizofrenia mundial que supone tantos desequilibrios. No es fácil saber que es lo normal dentro de la anormalidad; la auténtica salud psíquica, como la del cuerpo, habría que prevenirla con una buena higiene mental, sabiendo integrar la buena conciencia, para que fuera el sentido común, (cada día, menos común) el que prevaleciera.
Las paredes de los manicomios son de frágil cristal, que ahora a los de fuera nos invade un vertiginoso estrés, más bien el agobio y una prisa por llegar a ningún sitio. Quizá los humildes, los débiles sean las víctimas propiciatorias de este mundo globalizado, cada vez más deshumanizado. Un numero creciente, susceptible a tranquilizantes o tratamientos psiquiátricos. La soledad entre la gente y la depresión es un síntoma muy común, en que la mayoría estamos afectados. La inseguridad en el trabajo, el entorno tan competitivo, crea marginalidad mental. Cuando a uno le impide realizarse como persona sociable, posiblemente la sensación de fracaso, de cansancio sea un buen caldo de cultivo de ciertas manías y enfermedades difíciles de determinar en los laberínticos entresijos de la mente.
Lo cierto es que una sociedad carente de buena salud, que inspira poca alegría de vivir, las enfermedades mentales son una consecuencia, y éstas suelen ocultarse, como la sarna maldita de una sociedad enfermiza. Las drogas, el alcoholismo, etc., es un falso refugio, esa impotencia, es una evasión demencial para escapar de si mismos, en una huida hacia adelante.
El bombardeo diario de malas noticias, (esa tragedia constante en la sobremesa). El cambio climático, como una Apocalipsis inevitable. La violencia tan generalizada hace cada día más habitual un mundo que amenaza con mayor desequilibrio. Una sociedad vacía, carente de valores humanos. A parte de la opresión económica que sufren jóvenes y viejos, el grave endeudamiento que produce la carestía de la vida, la hipoteca, en fin. El desarrollo mental de nuestra civilización, se muestra algo deficiente, una oligofrenia incapaz de superar el sueño de ser uno mismo sin trabas y, poder vivir la autentica libertad.
Convivir con seres infelices, temerosos profundos, o fronterizos… ¡Buena labor psiquiatrita para saber quien es quien!, luego a los que no lo superan, o por otras razones, los enfermos mentales son mal tratados por falta de medios, por falta de amor. La insolidaridad tan egoísta, hace que les atiborremos de fármacos para ocultar los síntomas y las causas. Quizás ellos ya no puedan defenderse por si mismos, porque perdieron las alas y se encuentran perdidos en la oscuridad de la noche, sin el destello de la razón, más allá de la locura.
Jacinto Herreras Martín
No hay peor locura que la de sentirse como un pájaro si alas en medio de la noche. Pasearse por el límite de la razón (en este mundo de locos que nos ha tocado vivir) para vencer los fantasmas que engendra la propia realidad.
La locura en nuestra sociedad, un tanto neurótica, no es cuestión de una buena salud mental, sino más bien, de la suerte de tirar a tiempo las muletas que nos atan a tantos prejuicios y, poder ser nosotros mismos, ante la vorágine diaria.
Todos los años se celebra el día mundial de la salud mental y, uno se pregunta cómo se puede estar sano en medio de la esquizofrenia mundial que supone tantos desequilibrios. No es fácil saber que es lo normal dentro de la anormalidad; la auténtica salud psíquica, como la del cuerpo, habría que prevenirla con una buena higiene mental, sabiendo integrar la buena conciencia, para que fuera el sentido común, (cada día, menos común) el que prevaleciera.
Las paredes de los manicomios son de frágil cristal, que ahora a los de fuera nos invade un vertiginoso estrés, más bien el agobio y una prisa por llegar a ningún sitio. Quizá los humildes, los débiles sean las víctimas propiciatorias de este mundo globalizado, cada vez más deshumanizado. Un numero creciente, susceptible a tranquilizantes o tratamientos psiquiátricos. La soledad entre la gente y la depresión es un síntoma muy común, en que la mayoría estamos afectados. La inseguridad en el trabajo, el entorno tan competitivo, crea marginalidad mental. Cuando a uno le impide realizarse como persona sociable, posiblemente la sensación de fracaso, de cansancio sea un buen caldo de cultivo de ciertas manías y enfermedades difíciles de determinar en los laberínticos entresijos de la mente.
Lo cierto es que una sociedad carente de buena salud, que inspira poca alegría de vivir, las enfermedades mentales son una consecuencia, y éstas suelen ocultarse, como la sarna maldita de una sociedad enfermiza. Las drogas, el alcoholismo, etc., es un falso refugio, esa impotencia, es una evasión demencial para escapar de si mismos, en una huida hacia adelante.
El bombardeo diario de malas noticias, (esa tragedia constante en la sobremesa). El cambio climático, como una Apocalipsis inevitable. La violencia tan generalizada hace cada día más habitual un mundo que amenaza con mayor desequilibrio. Una sociedad vacía, carente de valores humanos. A parte de la opresión económica que sufren jóvenes y viejos, el grave endeudamiento que produce la carestía de la vida, la hipoteca, en fin. El desarrollo mental de nuestra civilización, se muestra algo deficiente, una oligofrenia incapaz de superar el sueño de ser uno mismo sin trabas y, poder vivir la autentica libertad.
Convivir con seres infelices, temerosos profundos, o fronterizos… ¡Buena labor psiquiatrita para saber quien es quien!, luego a los que no lo superan, o por otras razones, los enfermos mentales son mal tratados por falta de medios, por falta de amor. La insolidaridad tan egoísta, hace que les atiborremos de fármacos para ocultar los síntomas y las causas. Quizás ellos ya no puedan defenderse por si mismos, porque perdieron las alas y se encuentran perdidos en la oscuridad de la noche, sin el destello de la razón, más allá de la locura.
Jacinto Herreras Martín