MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
¿Que sentido tiene la vida, si todo termina con la muerte…?. Una buena pregunta que siempre nos hacemos, los que tenemos la inquietud del misterio del más allá. El guiño de esta inexcusable dama de la güadaña que a todos llama por igual, cada vez que se cae la hoja de nuestro calendario. La muerte inevitable no deja de ser un implacable juez que a todos nos interroga íntimamente, lo mismo a los ateos que a los creyentes, cuando llega tan inesperado trance.
Hace varios años, ya escribí este mismo título sobre el mismo dilema. Ahora por motivos familiares lo he vivido recientemente con una sobrina muy joven y, no es fácil soportarlo cuando quedan adolescentes sin una madre. Este drama raramente puede ser aceptado serenamente por muy buena filosofía que tengamos, (como en el tanatorio leía en la revista “Adiós” un artículo sobre la plácida muerte de Sócrates). Los velatorios por desgracia, reúnen a las familias y, no deja de ser motivo de reencuentros, de diálogos y reflexiones. Yo no concibo mi muerte de momento, sólo veo la vida como un viaje venturoso e inexorable. En el que si tenemos dos euros en el bolsillo, uno hay que gastarlo en pan para nuestro cuerpo, y el otro, en flores para la espiritualidad del alma.
Se muy bien que no puedo reírme de la muerte, pero ya tengo pensado mi epitafio, imaginándome ser como una gaviota para volar alto, como la de Juan Salvador Gaviota. Además con lo que a mi me gusta la música clásica, que menos que suene de fondo un oboe lánguido de algún adagio barroco, para que me acompañe románticamente a la eterna morada. Por eso no quiero que me quemen, por si acaso. Como dice Sócrates en su máxima, “conócete a ti mismo”, una virtud muy halagüeña, pero difícil de encontrar entre los entresijos de nuestra complicada existencia. Buscar en el interior humano, hasta encontrarnos a nosotros mismos, no deja de ser un buen motivo de sabiduría, mejor dicho, un motivo para ser más conscientes de nuestra ignorancia.
Si miramos otros aspectos del tema, y curioseamos dentro de nuestra envoltura humana, me gustaría referirme al tan traído y llevado tema de las experiencias en el umbral de la muerte. Algo de lo que muchos están convencidos, pero nunca sabremos si es verdad, hasta que lo habitemos definitivamente. El doctor A. Moody en su libro “Vida después de la vida” investiga a varios pacientes que estuvieron en ese umbral, parece que todos coinciden en la famosa luz, entrando por el túnel de la paz. Las experiencias místicas son muy variadas y, como dice otra reconocida doctora Elizaberth Kübler-Ross, (dieciocho veces honoris causa) que casi todas las experiencias de este tipo ocurren en el momento mismo en que las ondas vitales, no pueden ser medidas por la actividad cerebral. Esta doctora, que a veces, presentó sus ideas junto al famoso teólogo católico Hans Küng cuenta en un libro como ella misma tuvo experiencias extracorpóreas, como otros veinte mil casos a través del mundo entero. Personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y, que fueron llamadas de nuevo a la vida, es decir, llamadas “desde la otra orilla”. Como diría mi admirado José Luís Martín Descalzo.
Vida después de la muerte, quizá sólo es un acto de fe, porque no es fácil integrar todo el conocimiento que algunas personas muy próximas a los moribundos han tenido. Se trata más bien de una toma de conciencia, de algo mucho más grande que nosotros mismos, algo más, creado en esta vida. Y, que inexplicablemente determina el axioma de un todo, más allá de la muerte.
Jacinto Herreras Martín
¿Que sentido tiene la vida, si todo termina con la muerte…?. Una buena pregunta que siempre nos hacemos, los que tenemos la inquietud del misterio del más allá. El guiño de esta inexcusable dama de la güadaña que a todos llama por igual, cada vez que se cae la hoja de nuestro calendario. La muerte inevitable no deja de ser un implacable juez que a todos nos interroga íntimamente, lo mismo a los ateos que a los creyentes, cuando llega tan inesperado trance.
Hace varios años, ya escribí este mismo título sobre el mismo dilema. Ahora por motivos familiares lo he vivido recientemente con una sobrina muy joven y, no es fácil soportarlo cuando quedan adolescentes sin una madre. Este drama raramente puede ser aceptado serenamente por muy buena filosofía que tengamos, (como en el tanatorio leía en la revista “Adiós” un artículo sobre la plácida muerte de Sócrates). Los velatorios por desgracia, reúnen a las familias y, no deja de ser motivo de reencuentros, de diálogos y reflexiones. Yo no concibo mi muerte de momento, sólo veo la vida como un viaje venturoso e inexorable. En el que si tenemos dos euros en el bolsillo, uno hay que gastarlo en pan para nuestro cuerpo, y el otro, en flores para la espiritualidad del alma.
Se muy bien que no puedo reírme de la muerte, pero ya tengo pensado mi epitafio, imaginándome ser como una gaviota para volar alto, como la de Juan Salvador Gaviota. Además con lo que a mi me gusta la música clásica, que menos que suene de fondo un oboe lánguido de algún adagio barroco, para que me acompañe románticamente a la eterna morada. Por eso no quiero que me quemen, por si acaso. Como dice Sócrates en su máxima, “conócete a ti mismo”, una virtud muy halagüeña, pero difícil de encontrar entre los entresijos de nuestra complicada existencia. Buscar en el interior humano, hasta encontrarnos a nosotros mismos, no deja de ser un buen motivo de sabiduría, mejor dicho, un motivo para ser más conscientes de nuestra ignorancia.
Si miramos otros aspectos del tema, y curioseamos dentro de nuestra envoltura humana, me gustaría referirme al tan traído y llevado tema de las experiencias en el umbral de la muerte. Algo de lo que muchos están convencidos, pero nunca sabremos si es verdad, hasta que lo habitemos definitivamente. El doctor A. Moody en su libro “Vida después de la vida” investiga a varios pacientes que estuvieron en ese umbral, parece que todos coinciden en la famosa luz, entrando por el túnel de la paz. Las experiencias místicas son muy variadas y, como dice otra reconocida doctora Elizaberth Kübler-Ross, (dieciocho veces honoris causa) que casi todas las experiencias de este tipo ocurren en el momento mismo en que las ondas vitales, no pueden ser medidas por la actividad cerebral. Esta doctora, que a veces, presentó sus ideas junto al famoso teólogo católico Hans Küng cuenta en un libro como ella misma tuvo experiencias extracorpóreas, como otros veinte mil casos a través del mundo entero. Personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y, que fueron llamadas de nuevo a la vida, es decir, llamadas “desde la otra orilla”. Como diría mi admirado José Luís Martín Descalzo.
Vida después de la muerte, quizá sólo es un acto de fe, porque no es fácil integrar todo el conocimiento que algunas personas muy próximas a los moribundos han tenido. Se trata más bien de una toma de conciencia, de algo mucho más grande que nosotros mismos, algo más, creado en esta vida. Y, que inexplicablemente determina el axioma de un todo, más allá de la muerte.
Jacinto Herreras Martín