MÁS ALLÁ DEL RECUERDO, (A LOLA FLORES)
Cuando murió Lola Flores, hace ya más de quince años, España la rindió el más multitudinario entierro. (Sólo recuerdo el de Tierno Galván, o más recientemente el de Rocío Jurado). Yo le escribí, como muchos de sus admiradores, una carta que fue publicada en varios periódicos. Ahí estará en las hemerotecas. Ahora la quiero reproducir sin quitarle ni una sola coma. (Ya que seguimos igual o peor, políticamente)
Se fue en silencio, descalza y humilde, como vino al mundo. Se fue con su duende y su genio sollozando su “limosna de amores”, como un poema perdido entre las cruces de mayo, en una madrugada primaveral del 16 de mayo del 1995. Lola se fue a cantar al cielo, al Dios eterno que tanto deseaba encontrar. Aquí nos dejo su sortilegio y sabiduría, su espíritu susurrante e imborrable sentir de su “Zarzamora”.
Fue tan lista que supo ganar a todos los políticos con su mejor mitin después de muerta. “Como de las maravillaría yo” parecía adivinarse en su sonrisa muda y sepulcral, al darla el último adiós tantos miles de personas. Su entierro, -aunque muchos no logren entenderlo- no ha sido un fenómeno social fácil de explicar. Lola era las señas de identidad de una España doliente y denostada, que sufre el engaño como una afrenta, como una traición que no nos merecemos y, de la que huimos como podemos.
Ella estaba más allá de la política, como muchísimos españoles que votamos en blanco, por el deber ciudadano, para que nadie nos manipule nuestra voluntad entre pactos y promesas…que al final todo se convierte en una sarta de mentiras y sandeces electoralitas.
La España profunda que ha llorado a Lola Flores, siempre estará por encima de cualquier circunstancia política. Cantar al franquismo no era comulgar con la represión en una dictadura. Como ahora tampoco ilusiona la Europa tramposa, aburrida y despiadada que nos somete a la pobreza y, muchos la cantan…
Algo nuestro tan Español se fue con ella para siempre, una idiosincrasia que permanece en el subconsciente colectivo y, brota como un manantial. Pero que arrastra a la juventud de nuestra generación, hacia otras latitudes insulsas y descafeinadas, un tanto efímeras y desilusionantes.
Aquel torbellino de colores, que le dijera un día Pemán, difícilmente se repita. Un ser tan genuino, tan libre y tan espontáneo ahora ya solamente es una leyenda, un refugio sentimental revestido con mantilla, abanico y bata de cola, como una metáfora en la memoria de España, más allá del recuerdo.
Jacinto Herreras Martín
Cuando murió Lola Flores, hace ya más de quince años, España la rindió el más multitudinario entierro. (Sólo recuerdo el de Tierno Galván, o más recientemente el de Rocío Jurado). Yo le escribí, como muchos de sus admiradores, una carta que fue publicada en varios periódicos. Ahí estará en las hemerotecas. Ahora la quiero reproducir sin quitarle ni una sola coma. (Ya que seguimos igual o peor, políticamente)
Se fue en silencio, descalza y humilde, como vino al mundo. Se fue con su duende y su genio sollozando su “limosna de amores”, como un poema perdido entre las cruces de mayo, en una madrugada primaveral del 16 de mayo del 1995. Lola se fue a cantar al cielo, al Dios eterno que tanto deseaba encontrar. Aquí nos dejo su sortilegio y sabiduría, su espíritu susurrante e imborrable sentir de su “Zarzamora”.
Fue tan lista que supo ganar a todos los políticos con su mejor mitin después de muerta. “Como de las maravillaría yo” parecía adivinarse en su sonrisa muda y sepulcral, al darla el último adiós tantos miles de personas. Su entierro, -aunque muchos no logren entenderlo- no ha sido un fenómeno social fácil de explicar. Lola era las señas de identidad de una España doliente y denostada, que sufre el engaño como una afrenta, como una traición que no nos merecemos y, de la que huimos como podemos.
Ella estaba más allá de la política, como muchísimos españoles que votamos en blanco, por el deber ciudadano, para que nadie nos manipule nuestra voluntad entre pactos y promesas…que al final todo se convierte en una sarta de mentiras y sandeces electoralitas.
La España profunda que ha llorado a Lola Flores, siempre estará por encima de cualquier circunstancia política. Cantar al franquismo no era comulgar con la represión en una dictadura. Como ahora tampoco ilusiona la Europa tramposa, aburrida y despiadada que nos somete a la pobreza y, muchos la cantan…
Algo nuestro tan Español se fue con ella para siempre, una idiosincrasia que permanece en el subconsciente colectivo y, brota como un manantial. Pero que arrastra a la juventud de nuestra generación, hacia otras latitudes insulsas y descafeinadas, un tanto efímeras y desilusionantes.
Aquel torbellino de colores, que le dijera un día Pemán, difícilmente se repita. Un ser tan genuino, tan libre y tan espontáneo ahora ya solamente es una leyenda, un refugio sentimental revestido con mantilla, abanico y bata de cola, como una metáfora en la memoria de España, más allá del recuerdo.
Jacinto Herreras Martín