Esta Iglesia de Adalia, es un lugar entrañable para los que nacimos allí, un lugar añorado, muy íntimo y sagrado.
El otro día en el funeral de Cristina, revivimos el recuerdo que subyace de nuestra niñez. Al volver a ver el altar y, sentir ese olor y sonido a otro tiempo, toda la gente de nuestro pueblo sentímos esa caricia del afecto.
Los muros, los bancos... la subida al campanario para repicar las campanas. El confesionarío, silencioso y solitarío; donde por entonces guardábamos colas para decirle al cura nuestras pequeñas diabluras y, ya poder comulgar...
Todo está cuidado y limpio, gracias también a Cristina,
a la que deseamos un felíz descanso eterno.
Fueron varios los curas que atendieron esa parroquia, yo, que me acuerde bien, Don Heraclio con su cachaba, más pendiente de las mujeres terrenales, que del compromiso divino, nos hacía ir a besarle la mano. Don Isidro, un pedazo de pan y alma de Dios, un tiempo sin pena ni gloria, pero en la que íbamos creciendo.
El esperado Don Antonio, todo un pueblo aguardando su llegada como si fuera un mesías, con palmas y olor a incienso. Toda la Iglesia abarrotada esperando su sermón o algo que nos reconfortase espiritualmente, sólo se limitó a decir "Vengo muy cansado".
Don Heriberto fué otra cosa, supo conectar con la juventud, siendo el buen amigo de casi todo el mundo. Quizá un pequeño incidente de algún celoso, le intranquilizó un tiempo, pero al final se supo ganar el cariño y respeto del hombre bueno e inteligente. Los cura suelen tener la sensibilidad de darse a los demás. Heriberto supo descubrir la belleza interna de las cosas, cuando uno es profundo y sabe bien escarbar más allá de la superficialidad de la gente.
Me gustaría poner en este foro, las fotos del interior de la Iglesia, en la que se exhibe algo más que un templo. Más bien las raices de nuestra vida en Adalia. Algo más para seguir comentando, porque al fin, no deja de ser como el recuerdo de una madre que nos espera con los brazos abiertos.
Jacinto Herreras Martín
El otro día en el funeral de Cristina, revivimos el recuerdo que subyace de nuestra niñez. Al volver a ver el altar y, sentir ese olor y sonido a otro tiempo, toda la gente de nuestro pueblo sentímos esa caricia del afecto.
Los muros, los bancos... la subida al campanario para repicar las campanas. El confesionarío, silencioso y solitarío; donde por entonces guardábamos colas para decirle al cura nuestras pequeñas diabluras y, ya poder comulgar...
Todo está cuidado y limpio, gracias también a Cristina,
a la que deseamos un felíz descanso eterno.
Fueron varios los curas que atendieron esa parroquia, yo, que me acuerde bien, Don Heraclio con su cachaba, más pendiente de las mujeres terrenales, que del compromiso divino, nos hacía ir a besarle la mano. Don Isidro, un pedazo de pan y alma de Dios, un tiempo sin pena ni gloria, pero en la que íbamos creciendo.
El esperado Don Antonio, todo un pueblo aguardando su llegada como si fuera un mesías, con palmas y olor a incienso. Toda la Iglesia abarrotada esperando su sermón o algo que nos reconfortase espiritualmente, sólo se limitó a decir "Vengo muy cansado".
Don Heriberto fué otra cosa, supo conectar con la juventud, siendo el buen amigo de casi todo el mundo. Quizá un pequeño incidente de algún celoso, le intranquilizó un tiempo, pero al final se supo ganar el cariño y respeto del hombre bueno e inteligente. Los cura suelen tener la sensibilidad de darse a los demás. Heriberto supo descubrir la belleza interna de las cosas, cuando uno es profundo y sabe bien escarbar más allá de la superficialidad de la gente.
Me gustaría poner en este foro, las fotos del interior de la Iglesia, en la que se exhibe algo más que un templo. Más bien las raices de nuestra vida en Adalia. Algo más para seguir comentando, porque al fin, no deja de ser como el recuerdo de una madre que nos espera con los brazos abiertos.
Jacinto Herreras Martín