ADALIA: MÁS ALLÁ DEL ARCO IRIS...

MÁS ALLÁ DEL ARCO IRIS

Según dice Jorge Luís Borges “El peor de los pecados es no haber sido feliz” Y, el diccionario define a la felicidad como “Un estado de ánimo que se complace en la posesión del bien”. Pensando que no deja de formar parte de nuestra búsqueda en la vida, tiene que ver mucho más con los sueños, que con la coherencia diaria. La felicidad tiene que ver más con la posesión de otra clase de bien algo más espiritual que material. Álex Rovira Celma dice que “la felicidad es una sensación de vivir en una dirección, en el sentido de que está guiada por una brújula interior”. O lo que decía John Lennon. “La vida es lo que te sucede mientras estas haciendo otros planes”. En fin, este conflicto de poder abarcar los anhelos, de ser y ser más te hace galopar con la mente a otros espacios vitales.
Yo por ejemplo a veces contemplando el Arco Iris, que además de ser un fenómeno meteorológico natural, te produce algo mágico con ese arco multicolor. Quizá es la puerta de entrada a un horizonte interno, al que se le puede dar rienda suelta, si uno tiene una imaginación calenturienta. Hasta puedes inhibirte del mundo que nos toca vivir, para lograr escapar de la realidad decepcionante que choca con nuestras perspectivas de ir sumando momentos felices.
Cuando la mente vuela por encima del mundo se pueden abrir las alas de la sensibilidad para ir poblando al menos algún sueño, por rutas imaginativas aparentemente inaccesibles. “Abrir los ojos, más bien los ojos del alma, para emprender rutas poéticas”. Como ya decía yo en algunos poemas míos antiguos. Hay un mundo de sentimientos que te dulcifican la vida interior, como si fuera esa brújula que te hace más accesible los estados de conciencia. La mente humana es capaz de ir a escrutar el olimpo de los Ángeles dormidos. Ir a revisar proyectos frustrados y, ambrosías que nos dejaron la miel en los labios, aunque no fueran alimento de los dioses. Viajes internos en el que sólo te acompaña tu conciencia en medio de la soledad humana, aunque el viaje sea un laberinto, un espejismo de nosotros mismos...
La mente visualizada como en un cristal el subconsciente, que nos genera todo nuestro ser. La libertad de ir y venir sin ataduras, sin las mordazas de prejuicios mundanos, llenos de ignorantes que sólo ponen palos en las ruedas. Han confundido la misión bondadosa traicionando el amor humano. Hablo por mi, a mi ya no me traiciona nadie. Ya se lo que no quiero, aunque Dios nos haya abandonado, yo canto mi canción del pájaro solitario, mientras los padres de la Iglesia, que deberían representar mejor al creador, siguen instalados en la edad media y, duermen la “siesta del fauno”. Pero sin la música celestial.
Yo invito a los soñadores a seguir su senda imaginada. No sé si a la felicidad o a la locura… Quizá la noche espacial sea larga, pero es una visión interna antes del amanecer, si es el sentido común quien te guía. -aunque este a veces no tenga mucho sentido-. Los pájaros también vuelan en la oscuridad y, si no, que repten por la selva asfáltica, (…).
Pero existe la luz y tras ella una sonrisa que nos regala un niño, una flor o una puesta de sol. A lo mejor es el último cielo, un paraíso perdido que aún nos queda a los humanos por la introspección, si tenemos la capacidad de reflexión, y si lo hacemos profundamente merece la pena el resultado.
Las fuerzas ocultas de la naturaleza parecen que gobiernan, más bien distraen. Sólo acompañan al misterio de la imaginación con un disfraz sugestivo, porque tenemos la fuerza del amor que llevamos muy dentro. Posiblemente el único Dios que existe, que percibimos claramente si no hacemos el bien; nuestra propia conciencia humana.
En esta sociedad tan vacía que nos toca vivir, habrá que auto inventarse alguna fantasía real, como si fuera un nuevo desarrollo cognitivo. La ausencia de calor humano, por el miedo a no llegar hacia ningún sitio nos tiene prisioneros, como si fuera el mismo Satán quién nos hipnotiza por la posesión de los bienes materiales.
Desentrañemos las leyes del universo a nuestro modo. Misterios del cielo infinito, la no simpleza de la causa y el efecto. Aunque sólo contemos con la mente, como si tuviéramos dentro el Telescopio orbital Hubble, buscando algo más que el silencio del cosmos. Al menos podamos encontrar paz y músicas celestiales… como si fuera una ofrenda. No se si tan cerca o tan lejos, en Marte o en Venus, pero algo que quizá surja de la nada. De un conocimiento nada empírico. Porque quizá alguien pueda venir de otros mundos extraños a explicarnos los misterios que nos envuelven. Con la esperanza que haya algo más que elucubraciones en ese cielo prometido y protector, según nuestra religión. Algo que nos deje dormir tranquilos, como al niño que todos llevamos dentro, más allá del Arco Iris.

Jacinto Herreras Martín