MÁS ALLÁ DE LA PRISA Y, DE LA ESPERA I
Decía Milan Kundera en su libro “La insoportable levedad del ser” que habría que romper la realidad, e ir más allá de las cosas. En este convulsivo y vertiginoso mundo que nos toca vivir, como si padeciéramos una extraña dolencia psíquica, ya que a veces no sabemos muy bien donde queremos ir, ni donde llegar atropelladamente.
Corremos continuamente, (como que alguien nos estuviera persiguiendo) y, luego, solemos perder el tiempo inútilmente viendo la tele basura, o haciéndonos ver incluso por internet por el miedo a que si no estamos, aunque sea en foto, no existimos. Mientras, la vida pasa deprisa esperando algo mejor, que no termina de llegar; para que al final podamos terminar en algún asilo entre la mordedura de la soledad.
Otra enfermedad humana, crónica como un cáncer, es la indiferencia social, de la que posiblemente terminemos sucumbiendo.
Ahora con tanta informática utilizamos Facebook o Twitter para chatear y colgar fotos, así como gritando, ¡eh, que estoy aquí!. El síndrome de levedad nos inquieta en nuestros anhelos, ya que la esperanza siempre es una rama en flor que se marchita. La insignificancia del ser humano nos hace cada vez mucho más inconsolables. (Y ahora en esta crisis que se va prolongando aún peor).
No quiero ponerme demasiado transcendente, ni filosofar sobre este tema que observo a diario en los centros de tercera edad, o en las calles, simplemente mirando a los ojos, mejor dicho, a muchos lagos desiertos…
Hablando de internet, la mágica ventana que nos comunica fácilmente con casi todo,
nos sirve también para curiosear y buscar insistentemente, hurgando en lo divino y en lo humano. Navegando por un proceloso océano existencial vuelan las ilusiones, los entresijos de nuestra compleja personalidad. La sutil ansiedad a veces nos crea mal carácter con ausencia de alegría interna y, falta de sentido del humor. Deberíamos reírnos más de nosotros mismos, que suele ser buena terapia, para no creernos el obligo del mundo.
Lo que buscamos quizá es que nos quieran, pero eso es muy complicado, ahora que lo que prima es tener, más que ser. El amor y el querer, son dos cosas distintas y muy complejas. Eso lo saben muy bien los psiquiatras que, seguramente intentan curarnos dándonos tranquilizantes, en vez de invitarnos a encontrarnos a nosotros mismos.
Ahora que apenas se escuchan los sermones en los púlpitos, -ya sólo se habla de economía, o lo que dicen los políticos en su absurdo e interminable soliloquio-.
El ordenador o la televisión, agobian también porque olvidamos apagarlos a tiempo…
Quería yo recordar que el amor soñado está refugiado, como el alma en una cajita de cristal sin cerradura. Esto no es un tema de edad, es una cuestión vital muy vinculada a la utopía de la felicidad. Mientras nadie venga a explicarnos el misterio que nos envuelve, no terminamos de conocer bien nuestras inquietudes.
El otoño o la primavera, que la sangre altera, -y en privilegiados momentos hace que sintamos mariposas en el estómago-, será por algo más digo yo, que por el polen. Para los poetas es poder libar la esencia de las flores... En fin, quizá sea el Eterno Retorno, porque seguimos esperando algo más. Como en el teatro del absurdo, de Samuel Beckett “Esperando a Godot”. Dos vagabundos esperando en medio del camino, posiblemente a Dios, el que nunca llega. “pero mañana seguro que sí”.
Alguien dijo que la vida es algo que pasa demasiado deprisa, mientras hacemos planes para el futuro, más allá de la prisa y, de la espera.
Jacinto Herreras Martín
Decía Milan Kundera en su libro “La insoportable levedad del ser” que habría que romper la realidad, e ir más allá de las cosas. En este convulsivo y vertiginoso mundo que nos toca vivir, como si padeciéramos una extraña dolencia psíquica, ya que a veces no sabemos muy bien donde queremos ir, ni donde llegar atropelladamente.
Corremos continuamente, (como que alguien nos estuviera persiguiendo) y, luego, solemos perder el tiempo inútilmente viendo la tele basura, o haciéndonos ver incluso por internet por el miedo a que si no estamos, aunque sea en foto, no existimos. Mientras, la vida pasa deprisa esperando algo mejor, que no termina de llegar; para que al final podamos terminar en algún asilo entre la mordedura de la soledad.
Otra enfermedad humana, crónica como un cáncer, es la indiferencia social, de la que posiblemente terminemos sucumbiendo.
Ahora con tanta informática utilizamos Facebook o Twitter para chatear y colgar fotos, así como gritando, ¡eh, que estoy aquí!. El síndrome de levedad nos inquieta en nuestros anhelos, ya que la esperanza siempre es una rama en flor que se marchita. La insignificancia del ser humano nos hace cada vez mucho más inconsolables. (Y ahora en esta crisis que se va prolongando aún peor).
No quiero ponerme demasiado transcendente, ni filosofar sobre este tema que observo a diario en los centros de tercera edad, o en las calles, simplemente mirando a los ojos, mejor dicho, a muchos lagos desiertos…
Hablando de internet, la mágica ventana que nos comunica fácilmente con casi todo,
nos sirve también para curiosear y buscar insistentemente, hurgando en lo divino y en lo humano. Navegando por un proceloso océano existencial vuelan las ilusiones, los entresijos de nuestra compleja personalidad. La sutil ansiedad a veces nos crea mal carácter con ausencia de alegría interna y, falta de sentido del humor. Deberíamos reírnos más de nosotros mismos, que suele ser buena terapia, para no creernos el obligo del mundo.
Lo que buscamos quizá es que nos quieran, pero eso es muy complicado, ahora que lo que prima es tener, más que ser. El amor y el querer, son dos cosas distintas y muy complejas. Eso lo saben muy bien los psiquiatras que, seguramente intentan curarnos dándonos tranquilizantes, en vez de invitarnos a encontrarnos a nosotros mismos.
Ahora que apenas se escuchan los sermones en los púlpitos, -ya sólo se habla de economía, o lo que dicen los políticos en su absurdo e interminable soliloquio-.
El ordenador o la televisión, agobian también porque olvidamos apagarlos a tiempo…
Quería yo recordar que el amor soñado está refugiado, como el alma en una cajita de cristal sin cerradura. Esto no es un tema de edad, es una cuestión vital muy vinculada a la utopía de la felicidad. Mientras nadie venga a explicarnos el misterio que nos envuelve, no terminamos de conocer bien nuestras inquietudes.
El otoño o la primavera, que la sangre altera, -y en privilegiados momentos hace que sintamos mariposas en el estómago-, será por algo más digo yo, que por el polen. Para los poetas es poder libar la esencia de las flores... En fin, quizá sea el Eterno Retorno, porque seguimos esperando algo más. Como en el teatro del absurdo, de Samuel Beckett “Esperando a Godot”. Dos vagabundos esperando en medio del camino, posiblemente a Dios, el que nunca llega. “pero mañana seguro que sí”.
Alguien dijo que la vida es algo que pasa demasiado deprisa, mientras hacemos planes para el futuro, más allá de la prisa y, de la espera.
Jacinto Herreras Martín
y es que lo que sugieres, mucho más que lo que dices, no está en eso ficticio y pretencioso de las tecnologías que nos hace creer que lo hemos conseguido, cuando lo cierto es que los problemas, carencias y enigmas nos interpelan. en esa aporía, ir más allá de las cosa supondría 'romper' nuestras arrogancias y capillismos y alcanzar el oximoron donde caer en nuestro sitio y, acaso, alcanzar la gracia, el digimon de algo compartido