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ATAQUINES: UN DÍA DE JUNIO LLEGÓ ATAQUINES...

UN DÍA DE JUNIO LLEGÓ ATAQUINES
Era el principio de verano del año 1929, aquel joven muchacho de ojos azules, apodado el Suli, con porte de joven galán de cine, que llegó para ganar el verano, en aquel pueblo de la zona llamada de Tierra Blanda, entre la cuadrilla de segadores lasecanos, iba compuesta por tres hoces y un atero, en total cuatro hombres, que apenas dormían para terminar su contrato de siega, ya que era el trabajo por destajo, y cuanto antes acabaran mucho mejor para todos ellos. Aunque habían aprendido a cantar una canción que en Ataquines era entonces, famosa, y que la letra decía más o menos así. “Ataquines me voy, que es un pueblo de postín, en casa de Don Quintín, a bailar el charlestón”. Era un tiempo de mucho madrugar, de andar ligero por el gavillero, y de comer poco y andar listo para volver a ver al Tío Sixto. Los campos resecos con un calor agobiante, las hoces relucientes con las piedras de afilar, cada hora más o menos, y de nuevo volver a los surcos de tierra blanda, para que la hoz, pudiera segar bien los cereales de tierra de Medina. El Suli no perdía el tiempo, y en los pocos momentos que tenia de libertad fuera del trabajo, les aprovecho para sacar novia, que tan solo le duro ese verano, ya que en tierras lasecanas, tenía amores fijos, que le llevarían al altar, siendo un hombre guapo, hasta la gorra o boina le caía bien, y siguió triunfando en su vida, sin ser actor ni nada que se le pareciera, tenía una firma que parecía de imprenta, y era tan habilidoso, que dejo huellas por donde quiera que pasara. Nunca más salió de su villa natal, hasta que fue ingresado en su servicio militar, que le cumpliría en Salamanca, donde fue llevado a la Revolución de Asturias, y interviniendo en algún destino de ingenieros, sin casi pasar tiempo, aquel segador tan joven y guapo, fue llevado a la guerra civil forzoso, y estando en ella fue herido, en la provincia de Ávila, en Navalmoral de Pinares. Y conducido a Plasencia, donde paso casi dos meses de su convalecencia. Sus ideas políticas no las declaro nunca, eran humanas y divertidas, y supo ser joven y distinguido, aunque en aquellos años nadie era elegido, para hacer de galán, ni siquiera en los teatros. El Suli, hasta para morir tuvo agallas, pidiendo la eutanasia al médico que le atendía en el Hospital Provincial, Gregorio Marañón, donde se fue de esta vida con la dignidad que supo vivir en ella. D. E. P.
G X Cantalapiedra.