COSAS QUE PASAN...
La Audiencia de Valladolid ha condenado a un hombre de 31 años al pago de una multa de 712 euros, tras un acuerdo entre fiscal y defensa, porque el encausado entró fumando en una iglesia, grabó a los fieles con su móvil e interrumpió la ceremonia, lo que repitió a los pocos días en otro templo. El juicio se iba a desarrollar este jueves, aunque finalmente no ha sido necesario debido a la sentencia de conformidad, cuyo fallo ha adelantado "in voce" el magistrado presidente de la Sala. En concreto, la sentencia impone el abono de una multa de 712 euros -89 días de prisión que se sustituirán por 178 cuotas de cuatro euros al día-, por dos delitos contra el sentimiento religioso. Para la imposición de la pena, el tribunal aprecia como circunstancia atenuante muy cualificada el trastorno de la personalidad tipo B diagnosticado al procesado -antisocial, narcisista y egocéntrico-, lo que representa que su imputabilidad está levemente alterada. Los hechos ocurrieron el 5 de mayo de 2018 cuando el acusado, Rodrigo G. R., entró en la Iglesia de San Miguel de Becilla de Valderaduey (Valladolid), donde en ese momento se oficiaba una eucaristía a la que asistía un importante número de fieles. Accedió al interior fumando, con unos auriculares puestos, y comenzó a grabar a los fieles con su móvil, causando entre ellos inquietud y desasosiego, según los hechos descritos en las conclusiones de la Fiscalía que ha admitido el procesado. El sacerdote, al acabar la lectura del Evangelio, interrumpió la ceremonia y se dirigió al acusado para indicarle que esa no era forma de comportarse durante el culto, ante lo que el procesado dijo que quería hablar con él. El oficiante le dijo que esperase fuera, lo que hizo en un primer momento el acusado, pero al poco tiempo volvió a entrar y reanudó su "perturbador" proceder, deambulando entre la gente y acercándose al sagrario, lo que interrumpió de nuevo la ceremonia hasta que un feligrés le convenció para que volviera a salir del recinto. Tres días más tarde el acusado se dirigió a la Iglesia de Santa María de la misma localidad, donde se estaba oficiando otra misa, y ya dentro del templo se dirigió a voces al sacerdote diciéndole que quería hablar con él, ante lo que no recibió respuesta y continuó la eucaristía con normalidad. El encausado comenzó entonces a caminar entre los bancos, a coger libros de cánticos preguntándole al sacerdote si se los podía llevar, tras lo que se subió al púlpito, fotografió el sagrario, cogió velas encendidas y las dispersó por la iglesia. El sacerdote habló con él para que se tranquilizara y lo consiguió momentáneamente, ya que poco después el procesado se levantó del banco en el que se encontraba sentado y se incorporó a la fila de comulgantes llegando hasta el sacerdote con la pretensión de recibir la comunión.
La Audiencia de Valladolid ha condenado a un hombre de 31 años al pago de una multa de 712 euros, tras un acuerdo entre fiscal y defensa, porque el encausado entró fumando en una iglesia, grabó a los fieles con su móvil e interrumpió la ceremonia, lo que repitió a los pocos días en otro templo. El juicio se iba a desarrollar este jueves, aunque finalmente no ha sido necesario debido a la sentencia de conformidad, cuyo fallo ha adelantado "in voce" el magistrado presidente de la Sala. En concreto, la sentencia impone el abono de una multa de 712 euros -89 días de prisión que se sustituirán por 178 cuotas de cuatro euros al día-, por dos delitos contra el sentimiento religioso. Para la imposición de la pena, el tribunal aprecia como circunstancia atenuante muy cualificada el trastorno de la personalidad tipo B diagnosticado al procesado -antisocial, narcisista y egocéntrico-, lo que representa que su imputabilidad está levemente alterada. Los hechos ocurrieron el 5 de mayo de 2018 cuando el acusado, Rodrigo G. R., entró en la Iglesia de San Miguel de Becilla de Valderaduey (Valladolid), donde en ese momento se oficiaba una eucaristía a la que asistía un importante número de fieles. Accedió al interior fumando, con unos auriculares puestos, y comenzó a grabar a los fieles con su móvil, causando entre ellos inquietud y desasosiego, según los hechos descritos en las conclusiones de la Fiscalía que ha admitido el procesado. El sacerdote, al acabar la lectura del Evangelio, interrumpió la ceremonia y se dirigió al acusado para indicarle que esa no era forma de comportarse durante el culto, ante lo que el procesado dijo que quería hablar con él. El oficiante le dijo que esperase fuera, lo que hizo en un primer momento el acusado, pero al poco tiempo volvió a entrar y reanudó su "perturbador" proceder, deambulando entre la gente y acercándose al sagrario, lo que interrumpió de nuevo la ceremonia hasta que un feligrés le convenció para que volviera a salir del recinto. Tres días más tarde el acusado se dirigió a la Iglesia de Santa María de la misma localidad, donde se estaba oficiando otra misa, y ya dentro del templo se dirigió a voces al sacerdote diciéndole que quería hablar con él, ante lo que no recibió respuesta y continuó la eucaristía con normalidad. El encausado comenzó entonces a caminar entre los bancos, a coger libros de cánticos preguntándole al sacerdote si se los podía llevar, tras lo que se subió al púlpito, fotografió el sagrario, cogió velas encendidas y las dispersó por la iglesia. El sacerdote habló con él para que se tranquilizara y lo consiguió momentáneamente, ya que poco después el procesado se levantó del banco en el que se encontraba sentado y se incorporó a la fila de comulgantes llegando hasta el sacerdote con la pretensión de recibir la comunión.